Los sindicatos son, sin duda, una poderosa arma en manos de los trabajadores para lograr las tan necesarias reivindicaciones laborales. El llegar a un paro con el fin de lograr mejoras salariales o en los puestos de trabajo es un recurso necesario y justificable, siempre y cuando se hayan agotado todas las otras vías posibles, y se respeten los derechos constitucionales de terceras personas.
Pero ya en Venezuela se ha vuelto costumbre utilizar el poder sindical para maniobras de corte terrorista. Y no me refiero solamente al paro de 2002.
Los medios de comunicación no han informado mucho sobre lo que ocurrió el viernes 24 de septiembre en algunas estaciones durante el paro del Metro de Caracas: no contentos con paralizar el servicio, los empleados cerraron las estaciones del Metro dejando en su interior a cientos o miles de personas durante horas. Muchas de ellas, desesperadas, se introdujeron en los túneles buscando llegar a otras estaciones por donde poder salir. La situación condujo a una esperada situación de violencia, cuando muchos de estos usuarios desesperados arremetieron contra unidades del Metro, casetas y carteles de la compañía. Incluso algunos operadores fueron golpeados.
-- Vicepresidente, el encerrar a miles de personas en una estación del Metro para forzar a la Ministra del Trabajo a negociar un contrato colectivo es CHANTAJE.
-- Vicepresidente, el retener a personas (incluyendo niños, ancianos y mujeres embarazadas) en un sitio encerrado, en contra de su voluntad, es SECUESTRO.
-- Vicepresidente, el usar a esas personas para negociar es vulgar TERRORISMO.
-- Vicepresidente, todos los países del mundo, incluyendo el nuestro, mantienen una política de NO DIALOGAR con terroristas.
Lo único que separa a aquellos dirigentes de Sitrameca que emprendieron las acciones de ayer, de los terroristas chechenos que secuestraron a cientos de niños en una escuela rusa recientemente, es que estos últimos tenían armas y explosivos. De resto, LA ESTRATEGIA FUE LA MISMA.
Basta ya de tener mano suave con algunos supuestos aliados políticos, sólo porque estos tengan un carnet de la Unión Nacional de Trabajadores. Estos jefes sindicales merecían ser encarcelados inmediatamente, en el mismísimo instante en el que se supiera que habían cientos o miles de personas secuestradas en las estaciones del Metro.
Dicha acción contundente no se hizo.
Ahora, es sólo cuestión de tiempo antes de que, ya sea en el Metro o en otros medios de transporte, líderes sindicales decidan secuestrar personas o hacer acciones aun más radicales para lograr un aumento salarial.
Por otro lado, también sorprendió ver al Gerente de Relaciones Públicas del Metro calificar el paro de ayer de "inesperado", cuando desde hace varios días, e incluso desde horas de la mañana de ese viernes se estaba ejerciendo una "operación morrocoy" que nos tenía hartos a los usuarios del sistema.
Realmente el gobierno debió haberse sentado a dialogar con los trabajadores días antes, pero esto no justifica que ciertos líderes sindicales hayan caído en el vulgar terrorismo.
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