La proyección internacional de Venezuela ha recibido dos formidables apoyos en igual número de premios que recientemente se han asociado con nuestro país. El primero, la coronación máxima de Mejor Escuela de Samba a Vila Isabel, escuela que durante el Carnaval de Río desfiló con una imagen gigante de Bolívar, presidiendo figuras alusivas a líderes y pueblos latinoamericanos. El segundo, el Premio Internacional White Dove, otorgado a Venezuela “por el apoyo humanitario a la comunidad pobre estadounidense con el suministro de combustible a bajo costo”.
Estos premios contribuyen a la proyección internacional de la Revolución Bolivariana en términos de dos de sus valores fundamentales: La solidaridad entre los pueblos y la integración latinoamericana. También revelan una nueva concepción de la estatal petrolera que asume roles trascendentes y humanitarios, profundamente identificados con el pueblo venezolano.
Pero no es sólo una cuestión de imagen internacional –que, sin duda, tiene su importancia en la conquista de una mejor apreciación de lo que hacemos y contrarrestar así las campañas de difamación y desprestigio adelantadas por los intereses imperialistas-. Es también una contribución a la conciencia mundial sobre la significación de estos valores y su necesaria actualidad.
El huracán Katrina puso al descubierto la tragedia de la pobreza en el país más poderoso del mundo, cuya dinámica capitalista no puede menos que producir exclusión para un sector de sus ciudadanos. El gesto del gobierno del Presidente Chávez ha contribuido a que los hombres de buena voluntad en todo el mundo y, en particular, en los mismos EEUU, vuelquen sus ojos sobre esta realidad.
La exaltación de los valores latinoamericanos en el marco de una gran fiesta popular es una experiencia extraordinaria de reconocimiento mutuo, de celebración de nuestra identidad, de hermanarnos en la alegría y la esperanza. El mensaje de integración es inobjetable, sincero y bolivariano.