La Diplomacia Secreta fue rechazada siempre por los revolucionarios. A propósito de la cita Diosdado-Shannon

Ya dijimos en un artículo anterior que no tenemos objeciones a que el gobierno bolivariano se reúna con el de los Estados Unidos en busca del restablecimiento de las relaciones diplomáticas (http://www.aporrea.org/tiburon/a209328.html). El orden global nos coloca ante enemigos muy poderosos, que nos superan en términos militares y económicos, y la estrategia correcta de un gobierno revolucionario debe ser la de evitar confrontaciones en el terreno que escoge el enemigo, optar por la acumulación de fuerzas (que implica el establecimiento de alianzas y la creación de bloques defensivos con otros países), y ganar tiempo para avanzar en la consolidación irreversible del proceso de cambios que aquí hemos iniciado.

Uno de los hitos históricos que siempre tuvimos presente los revolucionarios fue el ejemplo de la Paz de Brest-Litovsk, acuerdo firmado en 1918 entre el naciente Estado Soviético y el Imperio Alemán, al cual se vieron obligados los bolcheviques rusos para evitar una profundización de la guerra que pondría en riesgo el poder soviético que recién se acababa de conquistar.

En torno a los tratados de paz firmados durante la primera guerra mundial, los bolcheviques rusos denunciaron y se opusieron a que los mismos fueran secretos, pues mediante ellos las burguesías buscaban engañar al pueblo y colocarlo al servicio de uno u otro bando imperialista. A este respecto, Lenin afirmaba que la táctica de los revolucionarios debía ser "determinar cuál es el medio más eficaz y seguro de garantizarle a la revolución socialista la posibilidad de afianzarse o, por lo menos, de sostenerse" en el poder, mientras se espera el apoyo de otros países aliados (V.I. Lenin, "Acerca de la historia sobre la paz desdichada", enero-febrero de 1918).

Los bolcheviques denunciaron y se distanciaron de las tácticas socialdemócratas que buscaba pactos secretos con las potencias imperialistas, pues en esos pactos la revolución establecía con el imperialismo compromisos desconocidos para la gran masa de los trabajadores y campesinos, y en todos los casos se entregaban en secreto reivindicaciones fundamentales del pueblo.

Es en esta dirección que hacemos objeciones y exigimos aclaraciones sobre la reciente reunión entre Cabello y Shannon en Haití, que estuvo precedida por otras dos reuniones de Diosdado con Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil. Nada se conoce de los temas tratados en esas tres reuniones, ni de las conclusiones surgidas de las mismas. A juzgar por las sonrisas de los que se fotografiaron en Haití, pareciera que sí hubo acuerdos, pero seguimos sin saber a qué se refieren los mismos.

En esto hay que considerar las recientes acusaciones gringas al involucrar a Cabello y otros dirigentes del gobierno chavista en una red de narcotráfico que funcionaría a la sombra del propio estado bolivariano. Cierto que esas acusaciones hay que enmarcarlas en el uso acomodaticio que efectúa el imperio gringo sobre el tema del narcotráfico. La mayoría de la población consumidora de drogas del mundo está en los Estados Unidos, el principal territorio de negocio para la droga es precisamente el norteamericano y sus organismos "antidrogas", como la DEA, terminan siendo un mecanismo intervencionista en los países latinoamericanos. Con la excusa del combate a la droga los yanquis instalaron siete bases militares en Colombia, las cuales en realidad son dirigidas hacia la guerra antisubversiva que libran contra las FARC y el ELN. La misma DEA termina siendo una organización que participa en el contrabando de drogas hacia territorio norteño. Y quien termina beneficiándose del producto del narcotráfico es la propia burguesía gringa. Por tanto, es muy probable que las acusaciones contra Cabello y otros funcionarios venezolanos sean totalmente falsas (sin que descartemos que pueda haber uno que otro alto funcionario involucrado en el negocio de las drogas).

Desde este punto de vista, las acusaciones gringas tienen entonces otro objetivo, el de presionar al gobierno de Maduro para que "ablande" sus políticas revolucionarias y trate de ajustarse a las exigencias y requerimientos del capital norteamericano. Ya en 2014 el propio Lula Da Silva sugirió a Maduro efectuar una alianza con los empresarios como mecanismo para salir de la conflictividad política y económica. Sabemos que el gobierno de Brasil ha desarrollado, tanto en los dos gobiernos de Lula como en los dos siguientes de Dilma, una política muy cercana al neoliberalismo y ha incumplido descaradamente sus ofertas electorales en función de garantizar los derechos del pueblo trabajador. Sabemos también del interés de la cúpula del Partido de los Trabajadores gobernante en Brasil, de tratar de influir para que el proceso bolivariano se des-radicalice y pueda asimilarse al estilo socialdemócrata del lulismo petista.

Por tanto no nos extraña el viaje inicial de Diosdado a Brasil, y que probablemente los dirigentes del PT hayan servido de enlace para facilitar la reunión con Shannon. Pero si esa es la realidad, los acuerdos de dichas reuniones podrían no ser buenos para la marcha de la revolución socialista en Venezuela. Pudiera estarse comprometiendo el destino del Plan de la Patria que nos legara Chávez, pudiera estarse negociando el fin del camino socialista de la revolución bolivariana, y algunos en Venezuela pudieran estar asumiendo el compromiso de tomar el sendero socialdemócrata.

Y esto lo reflexionamos porque existe un claro contraste entre el radicalismo mostrado por Diosdado cuando las acusaciones de narcotráfico provenían de sectores políticos valorados como "débiles" y hasta "inofensivos", como los diarios nacionales y madrileños, y la disposición exacerbada a negociar que Cabello ha asumido luego de que las mismas acusaciones se las repitieran los diarios estadounidenses Wall Street Journal y New York Times. Los primeros fueron objeto de todo tipo de descalificaciones, amenazados fuertemente por Cabello de respectivas demandas tribunalicias. A los segundos, se les respondió muy ponderadamente, y luego se procede a esta reunión muy amigable con Shannon. En mi pueblo le dicen demagogos a los que se conducen así, o más popularmente, habladores de paja.

Eres radical con el débil, y eres sumiso con el fuerte. Si a esto agregamos el secreto de la negociación, es lógico alarmarse ante los posibles acuerdos que se estén tomando (el mismo Diosdado informa que se seguirán produciendo reuniones similares en el futuro inmediato).

Nosotros exigimos que se informe públicamente sobre los temas que se están tratando con el gobierno de los Estados Unidos, y los acuerdos y compromisos que allí se están asumiendo de parte del gobierno bolivariano. La diplomacia secreta no se puede aceptar por parte de un gobierno que se dice revolucionario. La diplomacia secreta es abrir la puerta a la traición del proceso bolivariano. No debe haber diplomacia secreta por parte del gobierno de Maduro-Cabello.

Existe una ruta definida para que la revolución avance por el camino al socialismo. Esa ruta es el plan de la patria. La estrategia es el golpe de timón. En eso consiste el denominado "Legado de Chávez". Si quienes se autodesignan como "hijos de Chávez" son realmente fieles a su legado, deben anunciar de manera clara y transparente los pasos que da nuestra política internacional, en función de garantizarle a la revolución el mecanismo más eficaz para sostenerse en el poder, en tanto sea revolución.

No es cuestión de entregar todo para que el imperio no nos tumbe. Eso sería traición. Si Diosdado y Maduro piensan que hay que dar pasos atrás para salir del asedio imperialista, pues las medidas a proponer y acordar deben ser informadas, debatidas y aprobadas ante el poder popular y los movimientos sociales bolivarianos. Ningún acuerdo entreguista de la revolución puede efectuarse en secreto. Esperamos del gobierno las respectivas y urgentes aclaratorias sobre este delicado punto del proceso político actual.

Maracaibo, Tierra del Sol Amada. 18 de junio de 2015



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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

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