En la edición digital del periódico español El País, Ibsen Martínez explica en «La doctrina Cabello y la difamación» una serie de artilugios jurisprudenciales gringos por los que Diosdado Cabello es culpable aún antes de haber sido Diosdado Cabello.
No es casual que Diosdado Cabello esté en la mira de los media estadounidenses, y que cualquier noticia que lo culpabilice a él por cualquier fechoría ensucia y salpica al mismo tiempo a la revolución bolivariana y a sus compañeros políticos… miente que algo queda.
Lamentablemente los media, los periodistas, mienten; en Venezuela, en Europa y en Estados Unidos. Están a las órdenes de quien mande o son ellos los que mandan. ¿Hay alguien hoy en alguna parte del mundo que se crea todo lo que dice la prensa? Los casos de Murdoch en Gran Bretaña o la prensa de «mandibula batiente» en los principales medios españoles (El País y El Mundo) indican que la verdad hay que interpretarla y leerla entre líneas después de horas de estudio y en muchas otras fuentes.
Los medios españoles, en septiembre de 1939, aseguraban que Polonia había invadido Alemania. En ese momento esa patraña inventada por los alemanes para justificar la invasión de Polonia sería creíble para muy pocos, aún así la prensa, los periodistas, repetían algo que cualquiera con dos dedos de frente sabía falso.
Desde la supuesta fortuna de Fidel según Forbes (que más tarde se retractaría diciendo que no existía) pasando por la falsa atribución del atentado yihadista de Madrid a ETA, la prensa no es referente de información sino un comando de desinformación y mentira, No es de extrañar que un medio tan importante como El Mundo mantuviese una campaña de atribución del atentado de Madrid a ETA a pesar de los suicicidos de los yihadistas, el juicio y condena de los cómplices etc.
Los ataques contra Cabello son realmente contra la revolución bolivariana que él representa. Es muy difícil divorciar a Cabello de ese proceso y es por eso que la demanda tiene otro trasfondo. Según Ibsen Martínez «entablar juicios penales por difamación e injuria ha sido la estratagema favorita de quienes, como Diosdado Cabello, se han ganado con sus desmanes la atención de la prensa».
Añade que «Según la sentencia de la querella Sullivan versus The New York Times, las opiniones y valoraciones no están sujetas al límite de la veracidad. Tampoco son susceptibles de una comprobación objetiva, por lo que, respecto a ellas, no rige la exceptio veritatis».
Así las informaciones emitidas por los medios más poderosos del mundo, en las que se difame no son informaciones sino opiniones y valoraciones de los periodistas que muchas veces disfrazados de editoriales envenenan la verdad hasta hacerla irreconocible. Pero tal vez lo más pernicioso de esta difusión de «opiniones» y «valoraciones» es que no son presentadas como valoraciones u opiniones sino como «información» y esa connotación está relacionada inconscientemente con la verdad sin olvidar las palabras de un «santón» (que no es de mi devoción), Fernando Savater, «las personas son respetables, las opiniones no».
Platón seguraba que creencia (opinión o valoración) no era conocimiento (noticia). Por eso afirmar lo que afirma Martínez, utilizando una jurisprudencia que empodera a los medios como intocables frente a los ciudadanos, es tanto como afirmar en 2017 que la noticia de 1939 según la cual Polonia invadió Alemania no es falsa… ni es cierta. Pero nadie recurre a la jurisprudencia para saber la falsedad o veracidad de ese hecho de la historia que el sentido común puso en su sitio.