Tiene que ser una experiencia inolvidable, sin duda. Asistir a unos Juegos Olímpicos debe ser una de las más grandes (sino la más) hazañas que cualquier deportista logra en su vida. No es un secreto para nadie que es en los Juegos Olímpicos donde se concentra lo que se conoce como la élite del deporte planetario. Quienes hemos sido deportistas sabemos que la entrega, el entrenamiento, la disciplina, la constancia, la dedicación, el amor a lo hecho, la ilusión de lograr metas, el trabajo extenuante, el respeto por el entrenador, la obediencia, la humildad (que no la tontería), y el derecho de representar tu barrio, tu escuela, tu universidad, tu estado, tu patria, es lo que finalmente resultará en atletas de alta competencia, de élite.
Por supuesto, todo ese esfuerzo va unido a una condición física que puede asignarse a la Providencia Divina, si usted quiere. Pero en este siglo XXI sabemos que solo la condición física ideal no resulta en estrellas deportivas de categoría olímpica. La condición física debe estar acompañada por entrenamiento especializado, entrenadores capacitados, instalaciones para la práctica de primera línea y la ayuda económica privada o gubernamental para la posibilidad de asistencia a competencias de alto nivel en otros países, es decir, de una política deportiva gubernamental de apoyo total e irrestricto al atleta y el equipo especializado que lo prepara.
Sería inmensamente mezquino no reconocer que es con la llegada del Comandante Eterno cuando se le da categoría de alta competencia al Deporte y es cuando se le asigna una parte importante del ingreso bruto a el desarrollo de infraestructura y contratación de expertos para preparar a los deportistas Venezolanos. Es Chávez quien promueve el olimpismo y la alta competencia deportiva y es él quien más apoyó al atleta, y debemos reconocer que esa política ha sido continuada por el Presidente Maduro.
Es de admirar y envidiar la gallardía y la entrega de todos nuestros representantes en Rio 2016. Es de reconocer que su entrega, sus noches de insomnio, sus días enteros de fatiga por el entrenamiento duro, sus meses de suspiros lejos de la familia, sus alegrías mañaneras al apreciar los pequeños progresos, sus años de espera por una oportunidad para lo grande, se ha visto colmado por sus diferentes actuaciones en estos días de competencia amigable pero dura; no sería justo solo reconocer a Yulimar Rojas, Steffany Hernández o Yoel Finol (Plata en santo Triple, Bronce en BMX y Bronce en Boxeo, respectivamente) por lo logrado. Es justo reconocer que los demás representantes de la Patria dieron lo mejor de sí para llegar hasta Rio y para avanzar hasta donde lo lograron en sus respectivas competencias.
No faltaran descocados opositores quienes sacaran punta política de la actuación de Los Hermanos Limardo y Silvio Fernández quienes no avanzaron mucho en esgrima. Seguramente criticarán con más fuerza virulenta a la excelente deportista y ex ministra del deporte Alejandra Benítez. Y a propósito olvidaran el esfuerzo épico de nuestro luchador olímpico Pedro Ceballos y mandaran al olvido a nuestra fortísima Yaniuska Espínoza y se mofaran de nuestros maratonistas Luis Alberto Orta y Yolimar Pineda. Y no es de extrañar que un día de estos el Sr. Ramos Allup introduzca como tema de discusión en la Asamblea "La Crisis Humanitaria en el Deporte Venezolano."
Lo cierto es que el balance es 3 medallas y 12 diplomas. Y el recuerdo de lo cerquita que estuvieron del triunfo, en la mayoría de los casos. Lo cierto es que sus desvelos, sus ansiedades, sus nerviosismos, sus años y años de entrega por representar a la Patria, se verán recompensados a su regreso a la Patria de Bolívar.
Ustedes lo dieron todo, ustedes nos sembraron ilusiones, ustedes nos hicieron saltar en los asientos, ustedes nos hicieron saltar el corazón, y con esos corazones agradecidos los esperamos con los brazos abiertos.
Gracias deportistas generación de Oro.
