Traiciones femeninas

El diccionario nos dice que la traición es una falta que quiebra, deshace, quebranta, la lealtad que se debería guardar hacia alguien o algo, máxime cuando esa persona ha depositado su confianza y ha delegado responsabilidades de importancia o cuando ese algo pende de nuestra lealtad para existir, mantenerse, sobrevivir. Se es leal a alguien o a algo, por lo que se traiciona a alguien o a algo. Así pues que quien traiciona empieza a renegar de palabra a de acción de un compromiso de lealtad a alguien a algo, como el presidente o la patria.


Por estos días de traiciones femeninas me viene a la memoria aquella terrible historia, que se convirtió en tragedia (por su triste final), del general estadounidense Benedict Arnold quien se pasó a las filas del imperio británico durante la guerra de independencia de ese país americano por allá por 1776, traicionando a su patria, a su pueblo y a su juramente como  militar. Este señor traidor se vio obligado a emigrar a Inglaterra al descubrirse su traición  en 1780 y creyó que allí gozaría de beneficios por su deslealtad, pero solo recibió el desprecio del parlamento británico y de todo el pueblo inglés quien solo le reconocía con el despectivo mote de “traidor a la patria” Vean ustedes que a este general no se le torturó, ni se le asesinó, solo se le tiró al cesto del olvido y del desprecio.
Posiblemente una de las traiciones más descritas, más conocidas (al menos en este lado del planeta) haya sido la del inefable Judas Iscariote, quien se transformó en el paradigma de tan odiada actuación al entregar a su señor y amigo Jesús de Nazaret a los soldados romanos en Getsemaní. Su sello fue un beso y la recompensa 30 monedas de plata que no le sirvieron de nada a la hora del arrepentimiento.


Hay un proverbio chino que dice ““Es fácil esquivar la lanza, mas no el puñal oculto”, que describe claramente lo difícil de la situación del traicionado quien es el último en saberlo.


 La traición, amigos revolucionarios y amigos opositores, enemigos terroristas, habita entre las sombras, los secretos y la frialdad y se trasmuta en sonrisas y halagos, en gestos de aprobación y aplausos por lo que es prácticamente imposible detectarla, especialmente muy difícil para seres con corazones nobles. Es tan peligrosa su aparición que puede cambiar drásticamente los acontecimientos de la historia o el rumbo de los procesos en un segundo o en un sketch televisivo o una entrevista mediática. Su entrada en juego es tan poderosa o puede ser tan influyente que tenemos casos de terribles traiciones que cambiaron el rumbo de todo un pueblo y de todo un movimiento liberador. Pero es bueno señalar que en todos los ambientes, en todos los países, en todos los bandos políticos, en todas las relaciones de convivencia humana, su mención despierta solo sentimientos de desprecio y de rechazo, no importando si esa traición me es favorable o suma puntos por mi causa.


Seguramente cada uno de nosotros hemos sentido de cerca el olor del veneno que esparce la traición. Muy a menudo ese veneno letal viene de cerca, de personas que hemos amado, de seres que hemos conocido muy bien, de amigos estrechos, de familiares entrañables, de compañeros de partido o de equipo, de camaradas, y no muy frecuente, ese veneno viene “recomendado” por un amigo. Es sorprendente constatar cómo en la política la frecuencia de la traición destruye amistades, camaraderías, compadrazgos, compromisos. Sin duda, al final, la traición es un estigma muy difícil de superar y podemos afirmar que quien traiciona lo sufrirá por siempre, y quien es traicionado (si no está preparado interiormente para ello) restará puntos a la confianza.


En primer momento veremos surgir lo que ha surgido en mí al observar las declaraciones de la Fiscal General, de la Ex defensora del Pueblo, de Mari Pili Hernández: incredulidad, rabia, dolor. Pero luego viene la calma y nos centramos en ver cómo evitar que estas emociones dominen nuestras acciones.
Presidente, amigos, tal vez valga la pena profundizar en las razones que condujeron a estas revolucionarias a la traición, pero inexorablemente siempre aparecerá la idea de que se ha violado nuestra confianza y eso es terrible.


Tal vez sea más fácil ir por lo más sencillo y poner en “lista negra” a nuestra Fiscal y nuestra Gabriela Ramírez, y quizá a nuestra Mari Pili; o quizá no las pongamos en lista negra sino que las borremos definitivamente de nuestras listas consagradas. Eso sería lo más fácil. Pero lo más revolucionario, lo más heroico, sería poner todas nuestras acciones y emociones en comprender las acciones u omisiones de estas damas, y en el peor de los casos otorgarles con serenidad y tranquilidad un “Te comprendo, pero no te acepto.” O, quizá, un perdón. Eso de manera alguna significa que justifiquemos esa debilidad, o esa actuación.


Les confieso que me sorprende la frecuencia de las traiciones femeninas. ¿Quién traiciona más, el hombre o la mujer? La traición no tiene sexo, es humana.
“Mejor tener un enemigo que te da una bofetada en la cara que un amigo que te clava un puñal por la espalda”, Arthur Schopenhauer. Filósofo Polaco, considerado una de las personalidades filosóficas más brillantes del siglo XIX.


Se cometen más traiciones por debilidad que por el propósito firme de traicionar”, François de la Rochefoucauld Militar, escritor, francés

 



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Oswaldo Abarca

Profesor de la Universidad Politécnica Territorial de Mérida

 oswaldoabarcam@gmail.com

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