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Muchos de los que se van, muy pocos llegaron a reconocerse como venezolanos o incluso como humanos, aquí, en su propio país, ¿y luego han pretendido hacerlo allá afuera? ¿Sin un mínimo de saber y de cordura, qué hace un venezolano deambulando como paria por el mundo? Métanselo en la cabeza, señores: EL QUE NO SABE NO VIVE NI AQUÍ NI EN NINGÚN LADO. Todos los necios son audaces y vivirán del timbo al tambo, dijo el sabio.
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Decía Baltasar Gracián, que algunos hacen mucho caso de lo que importa poco, y poco de lo que importa mucho, y por eso siempre viven jodidos, sea aquí o fuera de su país. Por eso mismo, es un necio insufrible el que quiere regularlo todo según su criterio, por lo que salen muchos como locos para otros mundos sin saber de nada.
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He conocido casos de tipos que dejaron a la madre en silla de ruedas para ir a cuidar otros enfermos inválidos en tierras lejanas. Otros que dejaron a sus hijos para hacer de criadas en manicomios de Perú o Ecuador. O las que por un tinte para el pelo, por un iphon o unos zapatos de marca corrieron a Cúcuta a vender su cuerpo.
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Muchos valoran más las mediocridades de afuera que los prodigios que hay en su propia tierra, sencillamente porque o son ciegos, malcriados o prepotentes, o porque sencillamente siempre se han negado a ver esos prodigios. Además, porque les choca lo humilde y lo propio. Decía mi abuela: "por andar empinándose muestran lo que no deben…", y añadía: "Cuídense, carajo, que pendejos son todos los que lo parecen y muchos que no lo parecen también...".
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¡De qué vale ser sabio entre tantos locos! Alguna gente se me acerca para pedirme consejo: ¿Me voy o no me voy? Y me doy cuenta de que la mayoría no estima lo que tiene (el bello campo que le cobija, sus seres queridos, una grandeza humana que sólo en Venezuela tenemos a pesar de todas las fallas, carencias o traumas por las que momentáneamente pasamos…), y que sale por el mundo a venerar lo ajeno que le destruye y que le envilece.
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Oleadas de jóvenes quisieron hacerse doctores, sólo por alardear de un pomposo título (semi-nobiliario), con el fin de darse caché, meterse mucho billete y tratar de trabajar lo menos posible, y ahora en tierras lejanas sufren vejaciones y desprecios, incapaces a la vez de procesar estas humillaciones, tragándoselas como desgraciados (sin patria). Y puede que se vayan a morir así ellos y sus hijos: sin patria. Harán alarde de tener un titulo, pero les faltará siempre la gran virtud del oficio y el don sagrado de la reflexión, del amor a su tierra.
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Porque para tener patria hay que ganársela luchando. José Martí no tenía patria, y se fue a Cuba para luchar por ella, y por ella murió como soldado y como poeta. ¿Cómo podría uno hacer patria partiéndose los lomos en una tierra que lo desprecia y que lo veja?
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Entre muchas cabezas huecas, ahora mismo la manía que domina a muchos es buscar como sea dólares o euros para comprarse buenas pintas, o soñar con dar un salto hacia la nada. Nunca han hecho algo que valga la pena por su país, pero eso que nunca hicieron por él lo buscan hacer allá afuera. Aquí nunca lavaron una poceta pero el hacerlo afuera les sabe a gloria.
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Al lado de estas locuras, se desata igualmente esa manera anónima de buscar reconocimientos por las redes y proyectarse por ellas como unas grandes cosotas (ahora está la mierda de hacerse youtubers como Juan Manuel Santos, zape!).
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Por el contrario, el que se busca un oficio quiere realmente trabajar: haciéndose agricultor, carpintero, albañil, tejedor, ordeñador, becerrero o todo lo que tenga que ver con lo artesanal.
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En Mérida se creó la Fundación Cultural Rutalana, para rescatar el tejido con lana o con hilo pabilo, que en esta zona se cultivó con mucho ahínco durante todo el siglo XIX y gran parte del siglo XX. En tal sentido, se impartieron clases y se entregaron, durante el gobierno de Alexis Ramírez, más de sesenta telares (de mesa y de pedal) en distintas comunidades del Estado. Gracias a este enorme esfuerzo, hoy más de treinta tejedores se ganan la vida con este oficio y llevan sus productos al local (RUTALANA) que está situado en el Teleférico de Mérida. Estos productos han ido a parar a muchos lugares del planeta y son muy apreciados por propios y extraños.
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A Venezuela se trajeron telares de pedal de España y algunos de ellos fueron hechos por nuestros artesanos en Caracas, en el siglo XIX, y los conocieron, por ejemplo, Humboldt y Bolívar. Pero debemos decir que la inventiva para tejer es algo que se dio entre nuestros aborígenes siglos antes que llegara Colón a nuestras tierras. Se tejía en toda la América precolombina, y fue mucho después cuando se usó el telar horizontal hispano. En el siglo XX en Venezuela se tejía con telares en varios pueblos de la región andina, en Caracas y en zonas frías del Estado Miranda.
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En RUTALANA se logró hacer (lo hizo el profesor Fernando Durán) un tipo de telar de tres lisos como los que inventó el genial Juan Félix Sánchez. Así es, en este batallar recordamos mucho a Juan Félix Sánchez quien se murió sin haber podido ver realizado su sueño, el de instalar en su casa paterna de San Rafael de Mucuchíes "La Escuela de Tejidos del Páramo", que aspiraba dirigir él mismo. Y en aquella época, podía conseguirse harta lana, había bastantes rebaños, en casi todas las casas se escarmenaba y se hilaba la lana. Casi toda la producción de cobijas, ruanas, gorros, guantes y bufandas las hacía la propia gente del páramo.
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Juan Félix Sánchez se dedicó entre 1980 y 1993, a implorarle a la gente de su pueblo y a los políticos de partido (terrible ingenuidad), que le ayudaran para establecer esa Escuela que habría sido algo maravilloso y único en Venezuela. Nadie le hizo caso. Desperdiciamos en Venezuela la gran sabiduría de Juan Félix Sánchez; los últimos catorce años de su vida fueron un tormento (todo eso está en mi libro "La cultura como sepultura"). El noble Hombre del Tisure, quiso hacer de su casa paterna una escuela donde se aprendiese, bajo tu dirección, a tejer, a modelar la arcilla y a esculpir la madera. Juan Félix confeccionaba sus propios telares que eran de tres lisos, únicos en el mundo, como dijimos. Él quiso formar muchachos y muchachas para que aprendieran a trabajar la piedra, porque era un maestro dominando el arte de la ubicación de la laja y la piedra para hacer muros, capillas y casas, sin usar para nada cemento. Él decía que el cemento le quitaba el mérito a la piedra.
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La cultura es el resumen de todo aquello que el hombre ha hecho a pesar de sus semejantes, y en el oficio y la dedicación está el arte supremo de saber vivir. Siempre un doctor, un profesor o un profesional cualquiera va a estar muy por debajo del que domina un oficio.
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A pesar de vivir Juan Félix Sánchez como un mendigo, en un rancho a fuerza de papita y café, a pesar de haberlo entregado todo y vivir arrimado en su propia casa paterna (porque de ella lo había echado el gobierno copeyano de Rondón Nucete) y haber sido el centro de pleitos inacabables entre agentes que querían controlar y administrar lo suyo, él fue un santo que hasta el último momento sólo estuvo pendiente de aprender y de hacer lo bueno y lo útil...
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En los miles de dolores que han sufrido los fundadores de RUTALANA por tratar de enseñarle a la gente el arte de tejer, se han encontrado con mucha gente que ha abandonado el telar para dedicarse a bachaquear, a politiquear, a farandulear, balbucear, matraquear, y finalmente… emigrar …