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Aquí no se tomaba whisky sino ron o aguardiente. Llegaron los yanquis petroleros y trajeron una dinamita que se llama "bourbon"; también se preparaba en los campos petroleros un cóctel que llamaron los gringos "high-ball"; popularizaron la coca-cola y la pepsi-cola, el chocolate snicker, la salsa de tomate, el cheez whiz, los pepitos, el papel tualé perfumado,… y así poco a poco, los felices esclavos se sintieron en sintonía con el "progreso" y consideraban que de algún modo estaban en el primer mundo y siendo civilizados por la intromisión de estos productos, que además los habían elevado "demasiado". Y fueron así los primeros pasos muchos que comenzaron a enloquecer con el "me quiero ir demasiado…".
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Muchos, incluso mulatos, llegaban del Norte y te decían "Oh, yes", y con ese batazo te dejaban en la lona. Se habían "ido demasiado" y habían quedado turulatos…, tan demasiado…, que a ya les estaba siendo imposible siquiera regresarse...
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Algunos, incluso, aunque se regresaron quedaron ensimismados en las rutilantes urbes, sufriendo un terrorífico thriller de conflictos emocionales que algunos cerebros primerosmundialistas catalogaron de "shock del pasado". Es decir, que aunque estuvieran aquí ya se habían "ido tan demasiado", que nunca más podrían volver a su "cochina tierra". Siempre estarían pensado en irse otra vez "demasiado", porque la vida de ellos había quedado modelada desde carajitos según la concepción subjetiva del coloniaje: los pepitos, el papel tualé, los comics, los zapatos marca nike, los relojitos cuchi, los headphones, las pintas marca adidas,...
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Lo de "irse demasiado" tenía que ver con la nota que le daban las marcas de los productos "finos", porque nosotros nunca hemos tenido una vaina que en el terreno de lo exquisito le saque a nuestra sifrina juventud un profundo "¡GUAO!".
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Se trató, pues todo esto, de una bomba mental que se nos lanzó a finales del siglo XIX, porque Venezuela y EE UU son enemigos ideológicos por naturaleza, y la guerra encubierta del imperio contra nosotros, que ahora apenas se viene a descubrir, se inició con todo su cruel plumaje en 1898. Pero los yanquis nos las tenían bien guardada esperando el momento en que nosotros descubriésemos nuestro papel en América Latina, tal cual como lo había definido Bolívar, para así… desatar a sus fúricos mariners, super-dotados (de toda dopadicidad), contra nosotros.
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Todavía estamos en batalla desde 1810, porque aún tenemos muchas mentes agónicas y colonizadas que andan balbuceando, como los perros de Pavlov, que aquí entre nosotros todo es una mierda; hay muchos esclavos felices con sus cadenas, arrastrándolas en iglesias, en bancos, comercios, universidades, academias... Y formando tremendos escándalos cuando llegan con la estridencia de sus cadenas, porque son ellas las que hablan por ellos, las que chillan y alardean de largarse bien lejos…, ya que se trata de ese bestial coloniaje de la subjetividad de las relaciones humanas, de la sociedad, de la cultura, del conocimiento, del saber y el poder (dixit Dussel), que ha provocado la pavorosa "juyidera" del "me iría demasiado".
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Ahora desde allá, bien lejos, están implorando por el "me regresaría demasiado", aunque siempre tendrán en la mente, por más palos que lleven fuera de su país, el: "me iría aunque me jodieran demasiado…".
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La mente de estos seres en realidad nunca han estado aquí en Venezuela, y buscan sus nichos figurados por la redes, por las películas, por los casquillos de los mensajitos o telenovelas…
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Es esencial entender que Venezuela fue el único país de América Latina en el que su casta goda originaria fue casi toda exterminada con la Guerra a Muerte. Durante 1811 hasta 1821, nadie en Venezuela se planteó jamás "irse demasiado". Eso sí, la casta goda originaria permaneció casi intacta en países como México, Colombia, Uruguay, Ecuador, Guatemala, Paraguay, Perú, Chile o Argentina… (y por lo cual en estos países la clase dominante se hizo tan proclive al colonialismo, tan pro-yanqui) por eso en el sentido de la Patria Grande somos los venezolanos, los únicos que estamos dando la cara por nuestro hemisferio y eso los gringos no nos lo perdonan.
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Ya, a estas alturas del siglo XXI, resulta dialécticamente inexplicable el que los venezolanos no hubiésemos tenido un poderoso encontronazo con los yanquis, siendo como somos hijos de Bolívar. Siendo que nosotros somos los que hemos vivido batallando por nuestra independencia absoluta desde 1858 hasta finales del siglo XIX, por interminables guerras intestinas, y para aquella época todavía los yanquis nos veían como totalmente inofensivos. Apenas surge Cipriano Castro con una concepción bolivariana que implicaba la reunificación del viejo sueño de la Gran Colombia, EE UU y Europa se ponen en alerta y mueven sus buques de guerra para bloquearnos y tratar de invadirnos. Esa es la historia, queridos compatriotas, que podrían comprender varios volúmenes que podría llevar el título: "De los que nunca se fueron a los que quisieron irse demasiado"…