Bajo el nivel del mar (1)
“VENEZUELA Y HOLANDA EN UN SOLO CUADRO”
“Es la pintura de un Holandés que se inspira en motivos venezolanos. Después de veintitrés años en Venezuela, no sé si soy más holandés o más venezolano… Simplemente estoy disfrutando esa sensación. En fin… ambos países tienen como horizonte el mar. Hay gente que me dice que tengo mucha influencia venezolana… yo ni cuenta me doy”.
Iniciando el año con muy buen pie, este próximo 29 de enero la sala Simón Rodríguez de la Embajada de la República Bolivariana de Venezuela en el Reino de los Países Bajos, se engalana con la exposición “Recuerdos del Origen”, del artista plástico holandés-venezolano, Paulus Geeve. La muestra reseña, en acrílico la fusión de los colores que según el artista identifican a ambos países. Es un trabajo que se ha venido madurando con los años y que después de un amplio recorrido por varias ciudades de Venezuela, hoy comienza a recibir halagos por parte de la crítica holandesa.
No había cumplido 30 años cuando Paulus Geeve… holandés, de La Haya, intentó escapar del invierno que, para entonces alcanzaba los 20 grados bajo cero. En primera instancia su brújula apuntó a Indonesia, pero en busca de apoyo fue a parar a casa de un tío que vivía en San Cristobal… capital del estado Tachira, en la cordillera andina venezolana. Allí lo cautivo el cálido clima tropical, “el paisaje… la fauna… los colores brillantes y una mujer… que hoy es mi esposa”, afirma con vehemencia Geeve.
Lo que conocía de Venezuela era muy poco. “Realmente, la única referencia que tenía era que se producía chocolate porque mi tío trabajaba en la empresa Savoy. Por lo demás, creí que iba a llegar a un lugar muy pobre, de aborígenes. Pero la sorpresa fue que encontré un país hermoso y rico… aunque la gran mayoría no disfrutara de esa riqueza”.
Acababa de terminar estudios en la Academia Real de Bellas Artes en su país. Estaba trabajando sobre matices del blanco y el negro, pero al llegar a Venezuela su perspectiva sobre el arte se acrisoló con la intensa policromía y la cultura amerindia-ibérica venezolana. “Todo en Venezuela está dado por la diversidad de colores que se mezclan con humor, tanto en la pobreza como en la abundancia. Cosa que no pasa en Holanda donde todo es gris o marrón. Nosotros somos muy opacos… el cielo es muy gris, por eso somos tan rígidos”. Hace seis meses que retornó a su país y cuenta con melancolía como extraña la vistosidad de los verdes venezolanos y la luz montañosa.
Casado con una descendiente Timotocuíca (etnia andino-venezolana) ha podido vivir de cerca –dice- la recuperación del orgullo étnico… característica que hasta hace algunos años parecía avergonzar a muchos. Destaca como algo valioso que hoy lo indígena se muestra con orgullo y hasta los que no son aborígenes usan prendas de confección indígena, casi como una moda. “Empecé a trabajar con personas con caras de indios… una de ellas era mi esposa. Pero no los indígenas en su hábitat, sino los citadinos con rasgos indígenas. En esa época en Holanda había mucho interés por algunas tribus norteamericanas”.
Geeve siente que con su trabajo hizo de espejo, contribuyendo a que los propios venezolanos con los que trabajó, compartió y convivió, descubrieran el atractivo de ser o tener algo de indígena. “Llegué a un país donde era el más alto, el más rubio y donde todo el mundo me miraba como un musiú… era casi el estereotipo de galán que había impuesto la industria de la televisión por aquellos lados… cuando en mi país era uno más del montón… y cuando realmente era yo quien estaba –y sigo- deslumbrado con la belleza venezolana”. Reitera la percepción que tuvo de la manipulación de los medios cuando, mientras estas empresas mediáticas criticaban el acto, él estaba gratamente sorprendido por la reivindicación histórica del Cacique Guaicaipuro y su incorporación al Panteón de los Próceres Nacionales de Venezuela.
Enseñando uno de sus cuadros en los que muestra esa fusión de culturas y sentires que hoy son su esencia, afirma que después de tanto tiempo fuera de su país hoy le parecen exóticas muchas cosas que antes pasaban inadvertidas. “Un amigo me dijo: tal vez no sea que tú descubriste esas cosas, sino que ellas te descubrieron a ti”. Cuando le preguntamos si sus obras intentan un mensaje, respondió que, a diferencia de aquel proverbio que reza que una imagen dice más que mil palabras… “en mi caso es al revés… yo tengo muchas imágenes y todas, siempre, dicen lo mismo: por favor respetémonos… esa es la única frase de todos mis cuadros”. “Ahhh… por cierto, allá descubrí que Venezuela y Holanda son vecinos”
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