Las Líneas de Chávez

Vuelta a la Patria

Hoy es Domingo de Resurrección y ya estamos de vuelta a la Patria, esta Patria Grande y Bolivariana. El Cristo Liberador completa su ciclo y marca la historia de la humanidad para siempre. Como, de la misma forma, en estos días en que conmemoramos la gloriosa jornada popular del 11 al 13 de abril del 2002, nosotros, la patria venezolana, recuerda su propia resurrección, la resurrección del Cristo Pueblo, que marca la nueva historia de Venezuela.

Domingo de Resurrección, Domingo de la Gran Pascua, el salto de la muerte a la vida. Recordemos a san Romero de América cuando el 26 de marzo de 1978, un Domingo de Resurrección también, dijo: …la Iglesia no puede ser sorda ni muda ante el clamor de millones de hombres que gritan liberación, oprimidos de mil esclavitudes; pero les dice cuál es la verdadera libertad que debe buscarse: la que Cristo ya inauguró en esta tierra al resucitar y romper las cadenas del pecado, de la muerte y del infierno. Ser como Cristo, libres del pecado, es ser verdaderamente libres con la verdadera liberación. Y aquel que con esta fe puesta en el resucitado trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los desórdenes de los hombres explotando a los hombres, todo aquel que lucha desde la resurrección del gran libertador, sólo ése es auténtico cristiano.

No podía ser más sagrado este domingo. La luminosa memoria del pueblo descalzo que restituyó el orden constitucional y el rescate de la patria a puro pulso, sangre y valentía, vuelve hoy a revivir en la memoria colectiva. Hace siete años, el pueblo se organizaba, reagrupaba sus fuerzas, se lanzaba a la calle a pesar de las balas de la PM de Peña y los mercenarios extranjeros, a pesar del cerco informativo, a pesar del peligro general que se cernía sobre la patria. Fue a partir de un 12 de abril que el pueblo se convirtió en la principal fuerza contra las armas de la guerra de cuarta generación. Pueblo anónimo, pueblo infinito, se hizo beligerante en lo comunicacional, y ni siquiera en la hora más oscura de la represión y el silencio mediático detuvo su mensaje; ejerció la comunicación como debe ejercerse: comunicación para la liberación. ¡Qué lección le dio el pueblo venezolano a los medios de comunicación!

Aquel 12 de abril el pueblo venezolano se agolpó en todos los espacios; inmensa fue su voz que, a medida que las horas transcurrían, se hacía estruendo que rodeaba y tomaba los centros del poder político y militar, poniendo en fuga a quienes siempre le han temido. Y le han temido porque siempre le han odiado y subestimado.

Una Iglesia que no se une a los pobres para denunciar desde los pobres las injusticias que con ellos se cometen, no es verdadera Iglesia de Jesucristo, nos decía también monseñor Romero el 17 de febrero de 1980, palabras éstas que definen exactamente hoy a los más prominentes miembros de la jerarquía eclesiástica venezolana, que una vez más se ha unido a los poderosos y a los que siempre han disparado y masacrado a nuestro pueblo.

Se ha hecho justicia, aunque en pequeña dosis; pero nadie duda de que es una buena señal para el futuro del país, la decisión tomada por los tribunales correspondientes, en atención al caso de los comisarios involucrados en la masacre del 11 de abril.

Los venezolanos inauguramos tres experiencias históricas trascendentes. El 19 de abril de 1810, la independencia latinoamericana. El 27 de febrero de 1989, la primera rebelión masiva de todo un país contra el Fondo Monetario Internacional. Y en la semana más larga de esta década, la que concluyó el 13 de abril de 2002, padecimos y vencimos el primer golpe mediático, recuerda el gran escritor Luis Britto García al inicio de su libro “Dictadura mediática en Venezuela, investigación de unos medios por encima de toda sospecha”: Las víctimas venezolanas del golpe de abril son las primeras bajas de la guerra de Irak. Tres fechas que dan constancia de la vocación de libertad de las venezolanas y los venezolanos. El combativo pueblo caraqueño, bien que se merece aquellos versos del Himno Nacional: … “Y si el despotismo levanta la voz / seguid el ejemplo que Caracas dio”.

Pero esta valiosa jornada costó vidas. Vidas de ambos lados para nutrir el desconcierto y la confusión de un minucioso y bien tramado golpe de Estado. Aquellos agitadores, verdugos, perseguidores y asesinos que entronizaban al jefe de los empresarios apátridas sí es verdad que no estuvieron en las horas decisivas. Sabían de los francotiradores, conocían al detalle el desarrollo de la conspiración y actuaron en consecuencia. Abandonaron a los suyos, los entregaron a la vorágine y al caos que tenían concertado. Pero no contaron con el pueblo que les hizo frente. Y de eso la historia nos da la razón.

Nunca debemos cansarnos de repetir la verdad en un mundo donde se repite monótonamente la mentira, solía decir Ludovico Silva. No nos cansaremos de repetir la gran verdad de que aquí lo que hubo el 11 de abril, fue un cobarde golpe de Estado para dar al traste con el sistema de gobierno y la nueva República que nuestro pueblo se dio desde 1999. Un golpe cobarde y criminal para cercenar todas las esperanzas de las grandes mayorías de venezolanas y venezolanos, por siglos excluidos y al margen de todo beneficio.

Como una brizna de paja en el viento, una brizna de justicia ha aparecido en nuestro dilatado horizonte para combatir la injusticia que tanto daño le ha hecho a nuestro pueblo, haciendo realidad en nuestra patria aquella bienaventuranza, para comenzar a colmar el hambre y la sed de los que han sufrido eternamente por culpa de la impunidad, impunidad maldita, tanta hambre de hambre, tanta sed de sed, como bien lo hubiera podido decir el gran Vallejo para caracterizarla. ¡Y al fin comienza a hacerse justicia! La justicia ha procesado a autores materiales, directos, y a otros más cercanos a la planificación, pero todavía la justicia no ha tocado la puerta de los autores intelectuales, aquellos que planificaron, provocaron y dirigieron, en armónico concierto con funcionarios de la Embajada de Estados Unidos, la masacre y criminalización de las víctimas de Puente Llaguno y los días subsiguientes.

Y como si no hubiera pruebas suficientes, los medios golpistas persisten en la satanización de los defensores de Llaguno. Continúan disminuyéndolos al mote de “pistoleros” y las víctimas de los comisarios siguen siendo invisibles para las cámaras. Sólo sus pruebas adulteradas les dan la razón. Pero muy a su pesar, todos los exámenes, análisis e investigaciones científicos indican dónde está la razón. Lo podemos ver detalladamente en ese gran documental de Ángel Palacios, Puente Llaguno: claves de una masacre.

A muchos se les pierde de vista el significado que tuvo la jornada de abril. Debo recordar de nuevo unas palabras de Britto García, del mismo trabajo. Y es que muchos no toman en cuenta el valor geopolítico que tiene Venezuela a escala mundial. Desprecian lo estratégico de nuestros recursos energéticos, sobre todo para aquella aventura imperial que fue la guerra de Irak, que necesitaba de nuestro crudo para hacerla más sostenible. El imperio necesitaba volver a instaurar a sus lacayos. No debe quedar ninguna duda sobre la importancia que Venezuela juega en estos momentos, en la nueva geopolítica mundial, cuando el imperialismo se convierte en un gigantesco tigre de papel, como dijera Mao, el Gran Timonel de la hermana República Popular China. Nuestra jornada del 11 al 13 -“del despecho a la alegría” como dijera el gran cantor guariqueño Gino González- marca un antecedente global, mientras que entra a la historia como uno de los más grandes episodios de nuestro tiempo.

Les cuento una anécdota vivida pocas semanas después de aquel 11 de abril. Fue en Johannesburgo, gran ciudad surafricana, en una de esas llamadas cumbres mundiales de jefes de Estado y de Gobierno. Por allá, en un pasillo largo, entre el bullicio y el ir y venir de gentes hablando en todos los idiomas, nos topamos con la presidenta de un país europeo, con la que ya habíamos tenido trato en ocasiones anteriores. Después de un breve saludo, algunas preguntas y varias explicaciones acerca del golpe de Estado, aquella dama, ya despidiéndose en medio del torbellino humano, dijo en un murmullo casi inaudible: “Usted es un milagro ambulante”.

“En verdad, es el pueblo venezolano el milagro”, le respondí.

¡¡Pueblo que te amo y te daré toda mi vida!!

Me consumiré gustosamente a tu servicio, pueblo amado, como se consumen los pajonales resecos de la sabana con los incendios del verano.

Estamos culminando esta Semana Santa, tiempo que para nosotros fue de construcción y proyección, que nos coloca desde ya en el horizonte del 2030, tras la intensa gira que nos llevó al Oriente Medio y al Asia milenaria. Hoy más que nunca podemos decir que se están levantando nuevos polos de poder, está naciendo un nuevo mundo en la misma medida en que el centro de gravedad geopolítico del mundo continúa moviéndose aceleradamente.

Nos vinimos de Pekín volando en el IL-96 de Cubana de Aviación hacia el Oriente. Cruzamos el Pacífico, hicimos escala en Vancouver, Canadá, sobrevolamos el territorio de Estados Unidos y aterrizamos en La Habana casi al amanecer del viernes 10, con una inmensa luna llena.

Un nuevo reto para nuestra América se perfilará en la Cumbre del ALBA, a realizarse esta semana en Cumaná, la ciudad mariscala. Y de allí, saldremos con un solo propósito y una sola voz, esa voz de nuestros pueblos que se dejará oír en Puerto España, en la Cumbre de las Américas el próximo fin de semana.

¿Y por qué Cuba no está? Ésa será la primera pregunta de nosotros, los pueblos de nuestra América.

¡Venceremos!


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Hugo Rafael Chávez Frías


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