Una banda, formada de esos que los margariteños llaman “navegaos”, cometió el sacrilegio de penetrar, amparados en la soledad de “El Valle del Espíritu Santo”, avanzada noche y desidia de la Policía del Estado, en el museo alrededor de la basílica donde se conservaban los llamados “milagros de la virgen”, que consisten en las ofrendas que los creyentes por décadas han hecho a la patrona de oriente y sustrajeron casi todo.
Según el reporte policial, los delincuentes quienes fueron felizmente detenidos, lanzaron su botín al mar, sin que se sepa con exactitud dónde lo hicieron.
Augusto Hernández, el conocido periodista y escritor, quien conduce el prestigioso programa radial “Juego de Palabras”, con rabia y consternación, ha venido dando información sobre lo sucedido y hasta expresado su repudio ante aquel acontecimiento realmente inusitado.
Alguna que otra vez, por años, se ha sabido de sustracciones de poca monta de lo atesorado gracias a la fe en la virgen. Pese a ello, el margariteño y el oriental todo, han reaccionados iracundos y asombrados ante aquellas barbaridades y hasta osadías, por tratarse de la excelsa patrona. Pero esta vez la cosa rebasó los límites y la credibilidad. Los ladrones y sacrílegos, según han informado, se llevaron todo o casi todo. ¿Y la policía de Morel? Bien, gracias.
Augusto, como oriental que es y margariteño de pura cepa, condenó aquello como corresponde con sumo disgusto y rabia – valga la repetición – y, quienes saben algo sobre las raíces de este destacado periodista, no dudan de la originalidad y sinceridad de esa reacción. Demás estaría decir, que todos los orientales nos sumamos a condenar aquel gesto por demás irrespetuoso.
También informó Hernández, leyendo una nota del diario “El Sol de Margarita”, la cual constatamos a través de la edición digital del mismo, que el gobernador Morel Rodríguez, pidió “todo el peso de la ley” para los seis presuntos culpables y al mismo tiempo, amenazó a los abogados que pudieran defenderlos con declararlos “personas no gratas al Estado Nueva Esparta”.
Desconozco si un gobernador tiene facultades para eso y lejos estoy de descalificar lo que podría ser, uno no sabe, un gesto moralmente aceptable – cosa poco común - y hasta solidario con la fe popular del alto funcionario regional. Pero bien sabe uno que, el derecho a la defensa, sin importar quién sea el presunto delincuente y la magnitud del delito, está establecido en la legislación moderna. En todo país civilizado, como decir en casi todas partes, es un principio sagrado, inviolable. Hasta forma parte de los derechos del hombre y el ciudadano. Sólo en Guantánamo, los gringos lo desconocen.
Es más, por muy ignorante que uno sea, ha escuchado de una norma elemental según la cual, nadie es culpable hasta tanto no se le haya probado lo contrario. Y para que eso suceda, debe haber un juicio con todos los derechos que la ley otorga. Pese a que se sabe que Morel Rodríguez, nunca ha sido aplicado en eso de principios, valores y cultura, pero si relancino en multiplicar los panes, gallos y hoteles porque no puede hacerlo con los mautes, cual Rosales, porque en Margarita la ganadería en los últimos cincuenta años no ha sido nada próspera, está obligado a saber esas “minucias” por el rol que juega. Es más, por su propio bien debería saberlo, porque tanto va el cántaro al agua hasta que se rompe.
Es tan grave su soberbia, gesto para impactar y jugar con los sentimientos religiosos del pueblo, tratando de ocultar su responsabilidad, que podría haber hasta una trasgresión de la ley y un disimulado respaldo a los delincuentes o, por lo menos, una obstrucción a la aplicación de la justicia, cuando un funcionario del rango del Gobernador de Nueva Esparta, amenaza a abogados con aplicarles la sanción que anunció.
Por esa simple declaración, cualquier profesional del dercho, actuando en defensa de los delincuentes, puede fácilmente solicitar que el juicio se erradique de aquel Estado, donde primordialmente se venera a la virgen y ya eso sería una ventaja sustancial para ellos. No obstante, uno está seguro que el seso de Morel, no da para que pensase en eso.
Se sabe que se llevaron un botín cuantioso, sobre todo de fe y religiosidad. Del erario de los margariteños estamos por saber cuánto falta.
Pero Augusto Hernández, pese ser habitualmente un personaje urticante y corrosivo, fue demasiado gentil y no aclaró que el derecho a la defensa funciona para todo el mundo, incluso para Morel Rodríguez.
Barcelona, 12-11-09.
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