Política y chochera

La política es una actividad que el ser humano por propia voluntad decide ejercer, la mayoría de las veces más por ambición que por vocación de servicio, y de la cual igualmente puede retirarse, en algunas casos voluntariamente y en otras obligado por alguna circunstancia. No existe un límite de edad para el ejercicio de esta actividad, salvo las mínimas establecidas por la Constitución para el desempeño de ciertos cargos. Tampoco existen limitaciones en cuanto al grado de instrucción requerido para el ejercicio de esta actividad y es así como se encuentra en el ejercicio de la misma desde analfabetos hasta personas de sólida formación académica, sin que pueda establecerse una relación entre el grado de instrucción y la eficiencia en el desempeño del cargo.



Los políticos que alcanzan las posiciones más elevadas suelen ser aquellos que poseen cualidades de liderazgo, aunque en torno a ellos surgen muchos que a falta de esas cualidades las compensan, y con creces, con la audacia, astucia, zalamería y capacidad de maniobra, llegando por estas "cualidades" a ocupar las más altas posiciones.



La chochera es la disminución de las facultades mentales del ser humano producto del deterioro de las neuronas. Es una condición que casi siempre va aparejada a una edad avanzada, es decir que, generalmente, las palabras "viejo" y "chocho" van asociadas, aunque suelen encontrarse casos de "chochos prematuros" y no es infrecuente conseguir personas de edad muy avanzada que no presentan síntomas de chochez. Puede atacar a cualquier persona independientemente de su grado de instrucción, pero aquellas que lo tienen en mayor grado o son más inteligentes suelen darse cuenta tempranamente de su presencia, o aun sin sentirse amenazados por ese padecimiento, optan por hacer un discreto mutis retirándose de la vida pública, tal como lo hicieron por citar sólo dos ejemplos, Juan Pablo Pérez Alfonzo y Arturo Úslar Pietri, quienes después de haber realizado una fecunda labor se retiraron a sus cuarteles de invierno, pero siempre se mantuvieron como una referencia obligada para aquellos quienes los consideraron como un paradigma en las áreas en que desarrollaron sus actividades, las cuales incluían la política.



Pero se da el caso curioso de que quienes se dedican a la política como actividad fundamental de su vida, suelen no darse cuenta del momento en que les corresponde hacer una retirada si no honrosa, al menos discreta, porque ya están chochos, e insisten en tratar de mantener su presencia en dicha actividad. Suelen ser los menos instruidos, por no decir analfabetos, aunque también los hay medianamente instruidos que hasta han llegado a las puertas de la universidad, sin lograr traspasarlas. Dado el caso de que hayan llegado a ocupar posiciones relevantes se debe casi siempre a la zalamería con el líder, la zamarrería, el maniobrerismo y nunca son capaces de abandonar voluntariamente las "posiciones" que han alcanzado, por lo cual se hace necesario sacarlos casi a la fuerza de ellas. Los menos favorecidos intelectualmente aceptan con resignación estas "patadas" que reciben, pero los que tienen alguna instrucción y han colmado ampliamente sus ambiciones económicas, desatan su vesania para tratar de recuperar su posición. Finalmente, hay otros que tienen una instrucción e inteligencia media, pero que han tenido una participación más bien marginal en la política, en el sentido de sus opiniones nunca fueron admitidas y cuando se les da la oportunidad de llevar a cabo sus ideales "se les enreda el papagayo", o sea que "pierden los papeles" y "se vuelven un ocho" y terminan siendo incoherentes consigo mismos y con lo que siempre han predicado. Cosas de chochos.



Si algunas o todas las características antes mencionadas son aplicables a algunos políticos venezolanos, como Carlos Andrés Pérez, Luís Alfaro Ucero y Pompeyo Márquez, es pura coincidencia.



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Ño Leandro


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