Historia i Filosofía de la Historia

La carta i la bitácora (IV)

IV

 Aunque a muchos lectores les parezca exagerado varios artículos sobre este tema del cambio de la historia, respecto a la muerte del Libertador i la autenticidad de sus restos o cenizas en el Panteón Nacional, debo aclarar que eso se debe justificar cuando sustentándose la tesis de su asesinato, que no sabemos quién lo mató, cómo i cuándo, i la alarmante pregunta de ¿Dónde está Bolívar?  se han escrito dos gruesos libros, uno de 383 páginas i otros de 544, estado previsto un tercer tomo de no sé cuantas páginas más, estamos en presencia de casi mil páginas (927)  i quizá una 400 más, afirmando la nueva historia en una carta de amor, apócrifa o no, i en las líneas de un libro de Bitácora de un barco que, si no era pirata, actuó como pirata, tal como lo hacían por estos mares, costas i pueblos, todos los galeones piratas, principalmente ingleses i holandeses, que tantas historias, crónicas i novelas han originado, en  nuestro lago de Maracaibo, entre otros, el pirata Drake i El Olonés, i los saqueos a Maracaibo i Gibraltar principalmente.

 La otra cosa a destacar, es la indiferencia que veo en muchos venezolanos que escriben cada día, sobre algo que toca el más profundo sentimiento de patria i de respeto a su padre i fundador, “el Sol de América” como se le ha llamado, escondido principalmente, o más todavía,  nublado o eclipsado,  para los historiadores i las academias. Algunas de las cosas que consigo en esas páginas, me siguen pareciendo intercalados para aumentar el volumen de la obra pretendidamente histórica i novelada. Eso es un recurso que existe en la literatura desde el propio Cervantes con el Quijote, cuando en la Primera Parte, intercala dos novelas cortas, un tanto pesadas o cansonas, que no venían al caso, por lo cual, cuando aparece el falso Quijote de Avellaneda, Cervantes Saavedra se apresura publicar la segunda parte, mucho mejor, puesto que no se sale de la vida de sus personajes. Por eso se dice que “nunca segundas partes fueron buenas, excepto El Quijote”.

 Por ejemplo, entre las “menudencias” encuentro la de una obra teatral en una escuela de Bogotá, cuando el niño que representa la figura del Libertador, toma tan abnegada i sentida su actuación sobre el héroe que, al final cae muerto de la emoción. I en cuanto al tema hallo que los diálogos entre Mádely Mier i una productora de History Chanel, en un reportaje en el Panteón, vuelven muchas repeticiones, asentando distinto el opinar que la Carta no está dirigida a Fanny sino a nosotros i que Ricardo Mier Devengoechea, le había enviado un correo diciendo que era descendiente directo de Joaquín de Mier i que tenía una información sobre la muerte, demostrando que lo conocido hasta ahora no es verdad i que Bolívar no murió en la hacienda del tatarabuelo de su padre. Sin embargo no se expone nada claro de esa información i se recurre otra vez a citar como aportando historia, a Gabriel García Márquez con datos tomados de la obra El general en su laberinto, donde exponen muchas cosas equivocadas, pese a que, ya lo dije, el historiador bolivariano Vinicio Romero Martínez le corrigió bastante i poseo los originales de esa novela (copia); en verdad, fue un best seller, pero mui fallo en historia porque Gabo creo que en gran parte casi copió la obra del historiador o escritor colombiano (¿?) Ángel R. Fajardo H. titulada Camino a Santa Marta, publicada en el sesquicentenario de su muerte, narrando mes por mes, desde mayo hasta diciembre de 1830, la ruta i los problemas de los tiempos finales del Libertador Simón Bolívar. De eso dije una larga conferencia que, la Sociedad Bolivariana de Caracas me prometió publicar i luego omitieron la promesa, i personalmente lo acepté porque respeto, admiro i quiero a García Márquez i he leído casi toda su obra, aunque prefiero como la mejor El Amor en los Tiempos del cólera, que Cien años de soledad. García Márquez ha dicho varias veces que puso cosas en la vida i actitudes de Bolívar, que realmente las inventó i no tienen fuente alguna (porque escribió una novela, no un libro de historia) i hasta un cometió un error que me ocasionó discrepancias científicas con un amigo historiador, como fue lo de ver  Bolívar a medio día por la ventana, el lucero de Venus; indagué, a raíz de la discusión, i solamente algunos observatorio astronómicos, con filtros i técnicas especiales lo logran ver de día. Pero si una persona normal no lo puede hacer, menos Bolívar en su lecho de muerte, con la vista borrosa seguramente. Esta es una menudencia mía, intercalada.

 También pienso que no aporta solidez histórica ni objetividad –en la Filosofía de la Historia indagamos en otra forma−  una especie de capítulo con una gran interrogación i una efigie de Bolívar, señalando 24 sucesos relacionados con su muerte. Ni las preguntas ni las respuestas aportan nada, aunque todo referido a la muerte en Santa Marta. Son varias páginas qué, aunque subrayé algunas cosas,  no consigo nada en esa ruta que está objetivada en gráficos unidos por flechas las figuras o retratos. Siguiendo esto, me pregunto, ¿Qué importancia tiene discutir que en los traslados se sepultura o de sitios, discutir sobre la urna de madera i la de plomo? Es obvio, aun cuando no se menciones en documentos o algún testimonio de testigos que, los cambios de fosa la urna de madera va estar deteriorada, podrida, en astillas i polvo i que al enterrarlo de nuevo se pusieran otra urna de madera; i en cuanto a la de plomo, también me resulta obvio que si la primera vez fue para recibir el cadáver de un hombre entero, vestido, con algún calzado, etc., debía ser una caja adecuada a la talla; i si luego en otra ocasión, lo que se trasladan son huesos, pues la caja puede ser menor, etc. Nada de eso tiene importancia, porque no se están cambiándolos restos i en los traslados, menos importa. Es la misma urna, así en una ocasión fuese una obra de arte como la del artista Emile Jacquin o al final, envuelto en tela negra i cintas, en el sepulcro de bronce del español Chicharro. I en los traslados, el retardo del barco “Constitución” para llega a La Guaira, puesto que llegó a Los Roques i encalló, ¿Dónde acaso fue profanada la urna o sarcófago? Requerían estas cosas que no demuestran nada contrario a la historia conocida, tantas páginas i diálogos. No olvidemos las limitaciones de la época, para llevar registros, actas notariales, documentos demostrativos de hechos, etc. Para exagerar la nota: no había computadoras, televisión ni Internet. Era un mundo o una época, un tanto lo que llamamos hoi: en cámara lenta i sin los recursos del presente. De aquí en adelante, se lleva muchas páginas, el querer profundizar en detalles sobre las sepulturas, los cambios en la catedral de Santa Marta, el problema de la lápida colocada en la sacristía, las versiones (tres que no aportan nada de luces) los distintos traslados, las urnas, etc., que solamente llenan espacio con tinta i letras, sin probar lo que se quiere probar: que en algún momento se cambio el cadáver o la osamenta, cuando como ya lo dije, se señalaba que el féretro de plomo era una particularidad que no se acostumbraba entonces o en aquellos tiempos.  De manera que para mi juicio, ni el largo diálogo entre Marta, responsable del Museo Bolivariano, con Mádelyn, tampoco prueban nada. En el afán de aportar en esas páginas, hai disparates como los de la esposa del general Márquez, cuando hablando de las controversias con Ujueta, dice que la “la lápida que cubre las cenizas”, porque aunque se pueda sobreentender que es al sepulcro, es prueba de que se habla con mucha imprecisión. Tampoco es de esperar que de cada paso dado en estas cosas, se deje testimonio escrito. Lo otro son especulaciones.

 Todavía me falta leer parte de este primer tomo, porque otros compromisos me impiden dedicarle tiempo exclusivo; mas, a medida que voi avanzando en el texto, no encuentro que La Carta contribuya a cambiar la historia, mucho menos a despejar las dudas de Cómo, Cuándo, Quién lo mató i Dónde está Bolívar; que los hechos i narraciones apuntan todos a la historia escrita con anterioridad i que no encuentro ni en los hechos expuestos de tan extensa manera, prueba de que no sea Bolívar la persona que murió en Santa Marta, en San Pedro Alejandrino i que está en el Panteón Nacional. Mucho de lo dicho aquí de manera dialogada, con señalamiento de estigmas, versiones, etc., un historiador lo puede exponer claramente en sólo dos o tres páginas cuando más; i un novelista profesional, lo alargaría todo como en Rayuela de Cortázar o Ulises de Joyce. Sin embargo, continuaré leyendo, hasta finalizar este primer libro, pero no sé si tendré fuerzas o ánimos para un segundo libro de más de 500 páginas. Espero ver que dicen los historiadores.

                               (Continuará)

robertojjm@hotmail.com





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Roberto Jiménez Maggiolo


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