El Buen Salvaje roussoniano, queda reducido, en El Discurso Sobre La Igualdad de Los Hombres, a la categoría de ciudadano. “Ya ilustrado, ahora no puede prescindir de leyes y magistrados, porque no volverá a la selva a ponerse de rodillas, a comer raíces y bellotas…el poder natural de la fuerza y la capacidad de persuasión del primer ocupante, además de una cerca convenientemente bien dispuesta, convenció al Buen Salvaje, de que tal ocupación le hacía ganar la garantía de nuevos derechos”. La propiedad, al fundar el sentido de la norma, su racionalidad; consagra también el modo extenso de su uso: “Mientras más extraños, resentidos y enemigos de nuestros semejantes nos hacemos, menos podemos prescindir de ellos, dada la división del trabajo en la actual sociedad. Entonces, la igualdad es ilusoria y hace falta un cuerpo de regulaciones que nos torne uniformes al menos en su obediencia; porque desconfiados como somos de la bondad de nuestros congéneres, ya que nuestros intereses se hacen pasión que nos divide, y sólo logramos reconocernos en los afectos de unos pocos con intenciones idénticas; entonces necesitaremos de un cuerpo de leyes, y de gendarmes del orden a todos los niveles, que las hagan cumplir, so pena del castigo por su infracción. El derecho implica el miedo a infligir un razonamiento detrás del cual hay un derecho y una propiedad que defender”.
Esto lo encontramos en el capítulo de El Contrato… llamado: De La Sociedad General del Genero Humano. Suprimido luego de la primera edición. Libertades civiles en relevo de la ley natural, base normativa del derecho positivo burgués. ¿Cómo equiparar fuertes y débiles; pobres y ricos? Nada mejor que un pacto: Aceptar que somos iguales ante la ley. “Ser propietarios para ser responsables. Ser responsables para ser ciudadanos. Ser ciudadanos para ser libres”, decían las primeras constituciones liberales. Sus defensores siguen repitiendo que civilización es igual a derecho civil: “Al ser propietario de mis derechos, soy lo que tengo y no soy víctima de nadie”.
Nunca se les ocurrió que más bien, era importante eliminar la condición que crea la fuerza y la riqueza como base de la desigualdad: La propiedad. Por eso Marx, desde Spinoza, en su Crítica a La Metafísica del Derecho, afirma que, el derecho igual, consagra y naturaliza el derecho a una sociedad desigual. “¿Entonces los comunistas preconizan un derecho desigual? No, por el contrario, apostamos por una sociedad de iguales, cuya única desigualdad sea la ley natural; y de allí un derecho que consagre a ambas condiciones”, decía; a distancia de Hobbes, Locke y Rouseau, pues para ellos la ley es en primer lugar una suerte de ‘sensibilidad’. “Un acto puro de pensamiento”, que se matiza en facciones que surgen en el debate público. Individuos éticamente iguales (id-éticos), que configuran grupos, “asociaciones parciales de pasiones humanas”, que se toleran, estimulan, reconocen y disputan argumentativa y racionalmente entre ellos; aunque en última instancia, pretenden resolver sus diferencias en la síntesis social de una voluntad general expresada en un contrato que se renueva al infinito.
El conflicto surgido de los intereses en pugna, se resuelve de manera absoluta, por la mediación, a través de la representación de la fuerza de todo poder originario. El poder constituyente es transferido a un aparato que se asume unidad de contrarios hegelianos y eternos, que consiguen armonía y reconciliación en el diálogo institucional, facilitado por El Estado burgués moderno y su corolario político: La democracia representativa. El Parlamento, no es más que su expresión materialmente secularizada. Renovar esta fábula, aferrarse a esta mitología, a esta fantasía y confundirla con la esperanza, es el fundamento del reformismo del PPT.
juanbarretoc@gmail.com