Cuando Bernardo Bertolucci hacía su película El último Emperador, tuvo que recurrir al Museo Británico y a otros repositorios documentales sobre la China Imperial, porque los guardias rojos habían destruido todo vestigio en la propia China. Así lo requirió la Gran Revolución Cultural Proletaria. Apedreaban los semáforos porque la Revolución no debía detenerse. Hicieron desfilar a profesores, según ellos conservadores, con unos cucuruchos en la cabeza. ¿Es eso lo que queremos hacer en Venezuela? ¿Cómo diferenciar eso del saqueo del Museo de Bagdad por las hordas bushistas para negar la cultura del invadido, que es, de paso, cuna de la civilización que Bush dice defender? ¿Cómo diferenciar eso de la destrucción de templos y manifestaciones culturales indígenas por parte de los conquistadores? ¿Habrá que derribar Notre Dame de Paris porque allí originalmente hubo un templo precristiano? ¿Armaremos ahora guarimbas de izquierda?
Trotsky decía que no debía negarse ni destruirse la cultura burguesa porque después de la Revolución esa cultura había sido expropiada por el proletariado y pertenecía a él.
Lenin ordenó conservar los monumentos zaristas, para evitar lo que pasó durante la Revolución Francesa, cuando saquearon, derribaron, etc., cualquier símbolo del Antiguo rrrÉgimen. Como la estatua de Luis XIV, de la que quedó solo este pie, en la foto.
Por ese camino deberemos sacar del Panteón a un montón de oligarcas y hasta corruptos; quemar los archivos de la Colonia; el Archivo de Indias en Sevilla; el Teresa Carreño, naturalmente; el Museo “de Sofía” y otras manifestaciones colonialistas de la cultura burguesa, como el Club Táchira, el Edificio Polar (han debido aprovechar que lo tenían cerca de la estatua de Colón); quemar las obras de Rómulo Gallegos y Andrés Eloy porque fueron fundadores de Acción Democrática; demoler el Museo Sacro, que era una cárcel de la Inquisición donde hay miles de huesos de sus víctimas; las iglesias, que son instrumentos de colonización y vasallaje ideológico y así servirnos llegar hasta la locura y, sobre todo, la ridiculez, que es peor.
¿Por qué en vez de andar destruyendo símbolos no nos ocupamos de la realidad? ¿En qué forma concreta colaboran con la revolución estos derribadores de estatuas? Me refiero a meterse barrio adentro, hacer algo por las misiones, etc. A eso me refiero, no a andar dando titulares excelentes a la prensa reaccionaria nacional e internacional para que después uno tenga que estar en Montevideo o en París, uno que es hombre serio, gastando energías y haciendo el ridículo explicando que no, que se trata de unos chicos bien intencionados, pero loquitos, que las obras de Picasso del Maccsi no corren peligro. Coño, ¿qué necesidad había de eso solo por andar complaciendo malcriadeces?
Ya me calé eso en el Aula Magna de la UCV, cuando entre los años 60 y 70 unos carajitos iban a sabotear los espectáculos en nombre de que en el Vietnam el pueblo estaba siendo masacrado por el Imperialismo. Nunca supe que ninguno de esos chicos haya ido al Vietnam a luchar contra el Imperialismo, codo a codo con el heroico Vietcong. Conozco a algunos, que hoy son unos escuálidos de lo peorcito.
Por cierto, ¿se acuerdan de aquellos malcriados “no descubiertos” que se dieron a conocer durante las celebraciones de los 500 años de la llegada de Colón? Ahora trabajan para la CIA o coinciden con ella y con la ultraderecha nativa y han llegado al antiimperialismo por el camino contrario: denunciando que Bush los vendió por petróleo. No creo que estos terminen en lo mismo, pero vale advertir que la Coordinadora está llena de aquellos encapuchados que todos los jueves armaban trifulcas en la Plaza Venezuela y en las Tres Gracias y una vez dejaron paralítica a una niña con un tiro en la columna (nunca olvidaré eso). Ahora son el brazo armado mercenario de la ultraderecha. No me imagino a Roland Denis —muchas de cuyas ideas admiro mucho y respeto hasta aquellas que no comparto porque lo percibo como un hombre decente— como perrito faldero de Enrique Mendoza, como Carlos Melo, pero le recomiendo, porsia, que se relea El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo, del camarada Lenin y lo que este decía: “Cuando se viaja indefinidamente hacia la izquierda se termina en la derecha”. La obra citada de Lenin está en http://www.analitica.com/bitblioteca/roberto/ptb.lashout.net/marx2mao/M2M(SP)/Lenin(SP)/LWC20s.html
Lo peor del malvado es lograr que uno se vuelva como él.
Termino citando a una wayuu, en su declaración de ayer en Últimas Noticias (p. 3):
Jayariyá Farías Montiel, directora del único diario wayúu —el Wayuunaiki— dijo que es una vergüenza lo sucedido. “La historia tiene sus aciertos y errores, pero eso es pasado, es hora de mirar al futuro. Los indígenas hemos ganado espacios de participación, y si exigimos respeto, debemos respetar. En esta sociedad cabemos todos”. La también ex becaria del Programa Indígena de la ONU aclaró que la resistencia de los primeros pobladores del continente no implica resistir con violencia.
“El mensaje indígena es de paz y trascendencia”.
Y mañana dedico a este asunto mi artículo en ese mismo diario. Y léanse “¡Barco!”, de Cabrujas, y también su Acto cultural (busquen por http://www.analitica.com/bitblioteca/cabrujas/). Tuve que ponerme a escribir sobre esta calaverada en lugar de ocuparme de asuntos de verdad importantes. ¿Es con actos autoritarios como este, inconsultos, despóticos, stalisnistas, como se va a construir el poder popular que estos derribadores quieren? Mi opinión sobre el stalisnismo, si les interesa, está en http://www.analitica.com/bitblioteca/roberto/stalin.asp
A mí no me gustan las estatuas de Miranda y de Bolívar en que aparecen caminando como Johnny Walker. Los espero este sábado para derribarlas. ¿Razón? Que me da la gana, pues. ¿Hace falta otra razón? Traigan cañita para celebrar después, estilo Koesling después de asaltar la Embajada de Cuba o el 27 de febrero pasado, para celebrar la guarimba.
Ah, por último, pero lo más importante de este mensaje: no sigo aceptando argumentaciones en favor del derribo, escritas en esta maldita lengua imperial, el español, traída por el sádico Colón. De ahora en adelante solo atenderé defensas de eso escritas en alguna lengua indígena o africana. Ya veré cómo hago. Pero vean a ver cómo hacen sobre todo los amigos “no descubiertos” e iconoclastas (del griego, eikonoklástes, rompedor de imágenes). Que aprendan a defender su vaina como es. Por cierto, los dos libelos que leyeron en el juicio sumarísimo capaz que estaban escritos en español. ¡Imperialistas! Les sale derribo ¡ya!
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