Lo oculto ejerce, para la oposición, una atracción fatal. Durante mucho tiempo jugó con lo que la crónica política denominó “agenda oculta”. Corría el año 2002 y mientras se hablaba de sociedad “civil”, se fraguaba el golpe de Estado, la toma militarista –sí, militarista- de plaza Altamira, el sabotaje petrolero, la guarimba, la incursión paramilitar, la abstención y otras salidas “civilistas”, todas derrotadas en una suerte de invicto al revés.
Los reveses no dejaron enseñanza. La carta bajo la manga siguió siendo un método y la cara de yo no fui, un discurso. Hoy la extinta coordinadora ha sido sustituida por una cosa llamada MUD. Ignoro si esta esotérica estructura practica la “agenda oculta”, pero por lo que he leído y oído, siente cierta inclinación por las encuestas ocultas. Esta gente conoce datos que murmura entre dientes, sin terminar de escupirlos. Prefiere mantenerlos en un tortuoso secreto.
Hace rato que los encuestólogos no asaltan los medios. Ese repentino bajo perfil, para estos adictos de la pantalla, confunde al vecindario de la MUD. Empero, a pesar de esa ardua discreción, algunas cosas se dejan colar. Los opinadores más recalcitrantes manejan números que los laceran. Al parecer, las encuestas ocultas favorecen al personaje con que alimentan su odio; ese odio que a veces se muerde la cola y a veces la lengua, como ahora.
Una de estas noches, los moderadores de Globovisión hablaban en clave de una encuesta. “La ultima de Datos favorece al susodicho”. “¿Cómo?” “Sí, el susodicho está subiendo”. No dijeron nombre ni falta que hacía. La cara que pusieron gritaba ese nombre a los cuatro vientos. Al “susodicho” lo llaman también el mandón, el innombrable, el que te conté y otras ridiculeces semánticas que potencian al innombrado.
La columnista de los martes de El Nacional tuvo que aceptar que la “caída” de la popularidad “se detuvo la semana pasada gracias a las fantasías que todavía seducen a quienes no tienen con qué caerse muertos y con la entrega de dinero a través de las misiones”. Más allá del desprecio que se destila hacia “quienes no tienen con qué caerse muertos”, la interfecta conoce unos números que la matan sin disimulo posible.
Otro que los jueves coloca sus chismes en El Universal, magulla de entrada: “Aunque tiene en sus manos encuestas que lo favorecen, y le aseguran que seguirá controlando la Asamblea”, etc. En verdad, no sólo el presidente Chávez -nombrémoslo de una vez- tiene en sus manos “encuestas que lo favorecen”; también las tienen la enmudecida MUD y los callados medios. Ese insoportable silencio ni siquiera lo rompió con sus alucinados números el Francis Drake de los sondeos que es Keller.
El salto de la “agenda oculta” a las encuestas escondidas es, con todo, positivo para el país. La primera camuflaba la conspiración y el golpe de Estado; la segunda sólo busca ocultar la realidad, fabricarse una mentira piadosa, tapar el sol con un dedo, postergar el conocimiento de lo que, a la larga, terminará por imponerse y revelarse. Los medios no saben cómo decírselo a la MUD, aunque la MUD ya conoce, números en mano, que su suerte está echada.
Con vocablos como el “susodicho”, el “innombrable” o “el que te conté”, se pretende evadir la realidad y conjurar lo inevitable. Pura superchería. Esconder sondeos no anula la realidad. El 26 de septiembre llegará y los números a favor de la revolución rasgarán las encuestas ocultas de la pobre MUD. Ponerse a contar luceros entre frailejones de verano no será una opción.
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