Las economías externas del presidente Chávez

Todos los procesos económicos son contaminantes por naturaleza propia, basta la fundación de un poblado para que forzosamente aparezcan técnicos  y edificaciones  de variopintas especialidades y destinos. Al primer brote de una empresa con clientela propia suelen  seguirle  otras, unas competitivas y otras complementarias. 

Ese fenómeno se halla presente en la fundación originaria de los asentamientos humanos cuando el hombre   dejó a un lado los hábitos del nomadismo y emprendió las primeras manifestaciones de  trashumancia. Como familia se hace necesario dividir el trabajo doméstico en plena correspondencia con las variadas necesidades que nos acompañan como consumidores natos que somos.

 A ese fenómeno de desarrollo económico mediante la  proliferación espontánea  de actividades tejidas al calor de cualquier conglomerado pionero de consumidores  da en llamársele “economías externas” (EE). Tales economías buscan  cubrir nuevas necesidades, incrementar la oferta previa y/o ampliar el  empleo de recursos, tanto los ociosos  que siempre se hallan por allí, o la ya ocupados que pueden ser reorientada con fines diversos.

En el caso del Estado, este puede perfectamente redistribuir la mano de obra disponible; lo haría mediante una sana política de descongestionamiento allá y asentamientos acá. Para ello bastaría decretar las reglamentaciones correspondientes. Se prohibiría la instalación y ampliación de nuevas empresas en un lugar y daría facilidades en  otro. Así se  han manejado las economías externas desde hace tiempo y hasta de manera automática.

Ahora bien, el Presidente Chávez se muestra muy innovador en esta materia, a tal punto de que se comporta majaderamente cuando le sugiere e impone a sus colaboradores ministeriales la encomienda de que con cada obra de infraestructura técnica, vial, fabril, sanitaria,   educacionales o policiales,  etc., se le imponga a    los  proyectistas,   arquitectos y contratistas involucrados que vayan más allá de las obras nucleares previstas en el contrato originario. Que, pongamos por caso, al lado de un Centro Clínico haya reservas geográficas  con  dotaciones de aguas blancas y negras y de un mínimo de vialidad y comunicaciones varias.

Nuestras observaciones a semejantes medidas es que nos parecen muy onerosas para el Fisco Nacional, puesto que  desaprovechan el recurso y concurso del capital y de la gestión privadas, salvedad hecha de que él se esté anticipando a la instalación espontánea de “economías externas“ regidas por la normativa burguesa.

Sólo así se podría explicar por qué   un proceso semoviente, como es el   surgimiento  de EE  con cargo a capital privado, que después necesariamente exigirá la ayuda    del Estado para que este le dote de aquella infraestructura, un proceso semoviente así, decimos,  es iniciado por el propio Estado invirtiendo el orden de realización,  con obras públicas adicionales creadas antes de que alguien tome la iniciativa para generar las economías o empresa públicas “externas” o derivadas.

Por supuesto, nos queda la duda sobre sí ese capital privado decidirá posféstum ayudar al Presidente en esa medida donde evidentemente al capital privado le iría su propia destrucción.



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Manuel C. Martínez M. (*)


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