“Un carnaval es una celebración pública que tiene lugar inmediatamente antes de la cuaresma cristiana, con fecha variable (desde finales de enero hasta principios de marzo según el año), y que combina algunos elementos como disfraces, desfiles, y fiestas en la calle. Por extensión se llaman así algunas fiestas similares en cualquier época del año. A pesar de las grandes diferencias que su celebración presenta en el mundo, su característica común es la de ser un período de permisividad y cierto descontrol.”( http://es.wikipedia.org/wiki/Carnaval )
Así, los romanos y los nativos del Cercano Oriente y del Medio Oriente sabían aplicar estas dosis de relajo o destresamiento popular a fin de bajar la frecuencia en la ocurrencia de las potenciales explosiones sociales derivadas de los maltratos económicos y físicos de los que eran y siguen siendo víctimas los trabajadores de estos y aquellos tiempos donde impere la dualidad clasista.
Los desfiles militares que todavía se conservan en los países rezagados y con cierta holgura económica, y con mucha inconciencia despilfarradora, si mal no tienen nada envidiable ni por qué temer por parte de los ejércitos de las potencias imperialistas y sus constantes innovaciones y perfeccionamientos bélicos, tampoco escapan de esa función apaciguadora y distractora.
Es un hecho que el carnaval rige para todos y todas, para “escuálidos y escuálidas”(sic) para “antiescuálidos y antiescuálidas”(sic), para ricos y ricas(sic), para sabios y tarados, para pobres de ambos sexos, para explotadores y explotadoras(sic), para explotados y explotadas(sic), para pendejos y pendejas(sic) (*), para vivianes de ambos sexos, p. bellas y feúchas, y en fin, que rige dentro de la más ilusoria fantasía del hipócrita rasero social democrático que podamos concebir. Lástima que su vigencia sea muy breve, aunque los pocos días de sus prácticas, unas más vulgares, degradantes y obscenas que otras, hasta ahora resultan muy eficaces y suficientes para los fines propuestos.
El futbol transita esos mismos caminos; este se encarga de polarizar toda la atención del mundo desigualmente distribuido en poder económico, en etnias y lenguajes, en solvencia e insolvencia mercantiles, en edad y sexo, en oficios y profesiones, en religiones oficiales e informales.
A los países rezagados que venimos manejando les vienen al pelo todas estas fiestas del diablo o carnestolendas, las esporádicas “semanas santas”, las ceremonias religiosas de diaria comulgación. Igual les acomoda muy bien el futbol y otros deportes masivos, pero además, sirven para ocultar la incapacidad de sus gobernantes, muy expertos y prestos para desempeñarse a las mil maravillas en los asuntos protocolares o diplomáticos, digamos, en los acuerdos bi o multinacionales, recepciones de personajes amigos, ofrendas florales, planeación de proyectos, y a través de una mediática oficial que termina despersonalizando la gestión del gobernante de la realidad funcional con que operan las instituciones bajo su responsabilidad.
De esa manera, los Administradores Públicos de estos países, por lo general , adolecen de una pobreza cultural rayana en la ignorancia primitiva y ancestral, como los casos que vienen dándose desde el inculto y valiente José Antonio Páez venezolano hasta los modernos académicos, toeros y chabacanos jefes de gobierno que han cruzado las nóminas presidenciales de hace 2 siglos, aprox. Estos suelen estar fogueados en las mejores artes de la retórica y demagogia populista, pero suelen hacerse de la vista gorda hacia la Gerencia Administrativa, de la parte no protocolar ni diplomática de toda economía, ya que ellos saben muy bien que desconocen la materia.
Cuando vemos esas “cumbres”, esas recepciones multipalaciegas de delegados de otros países afines y no afines, cualquiera puede pensar que los problemas tecnnoperofesionales domésticos de todos esos países involucrados están resueltos o que marchan sobre rieles, que en nuestras burocracias todo lo que brilla es eficiencia pura. De allí que las actividades diplomáticas de estos países anden por un lado y su realidad administrativa: sanitaria, educacional, patrimonial, policial y económica, todas estas funciones o servicios públicos, anden por otros tortuosos caminos sin que el propio gobernante pudiera no enterar oportunamente, ni le interese una pizca hacerlo ya que se halla muy atareado en labores protocolares internacionales, o con la alta y mediana burguesía y/o con su pueblo elector.
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*.- Ninguna Constitución puede pretender normar sobre el uso de la lengua, sin pasar por la Academia correspondiente. Hacer lo contrario se traduce desaguisados lingüísticos de incuantificables daños, y muy impropio de gobiernos que se acrediten como revolucionarios ya que ninguna revolución es para eso, sino para avanzar más y mejor ordenadamente dentro de un modo diferente.