Ahora bien,
ya instalado el malandrito en la capital, inició los estudios en los
establecimientos educativos de la ciudad. No sabemos ni nos interesa,
porque tampoco es un García Bacca que se diga, si fue un buen o mal
estudiante. Ese es un dato que únicamente podría tener algún valor
para alguien que se le ocurriera la ociosa idea de establecer el perfil
intelectual y psiquiátrico del esquizofrénico personaje. Lo que
realmente
importa es que, para alarma de todo el mundo, incluyendo la iglesia,
los intelectuales, los comunistas, los gramáticos –incluyendo a García
Márquez- y últimamente a los periodistas, a quienes llamó
perros de la prensa, se graduó de filósofo en la Universidad
Central.
Al principio,
mientras estuvo colaborando en revistas de escasa circulación,
permaneció
en un anonimato inofensivo; pocos eran en realidad los que los conocían
a él y a su vasta cultura, adquirida, esta última, mediante una voraz
e insaciable afición por lo libros. Lo cual es tan cierto, que la
lectura
y su canina inclinación a morder son sus únicas pasiones conocidas.
Pero, como decíamos, Nuño vegetaba en el anonimato, dedicado mansamente
a su cátedra universitaria y a sus escritos filosóficos; como quien
dice, arrastrando una vida de anacoreta intelectual. Hasta que uno de
esos “perros de la prensa”,
Miguel Otero Silva –hay excepciones-, lo invitó a colaborar en su
periódico. Bueno, pues, el desmadre. Porque a partir de ese aciago
momento se desató la bestia indomada que Nuño lleva por dentro, y
ya no hubo nada ni nadie, ni sagrado ni obsceno, ni de izquierda
ni de derecha, ni blanco ni negro, que pudiera ponerse a salvo de sus
largos y venenosos colmillos de cancerbero.
Su primera
víctima fue Ludovico Silva. A este brillante ensayista, periodista
y poeta, con varias obras publicadas, el iconoclasta lo acusó
de haber plagiado una enciclopedia. Se trata de una obra que es una
auténtica antigualla, o peor aún, casi un incunable, razón por la
cual muy pocas personas han tenido la oportunidad de leerla. Ludovico
intentó defenderse, pero que va, no pudo hacerlo adecuadamente, el
ataque había sido demasiado demoledor. Eso lo sumió en una profunda
depresión moral y, tratando de huir de la humillación y la vergüenza,
buscó el engañoso refugio del aguardiente.
2
Y hasta cierto punto no le
faltaba razón, porque para él su vida de escritor, que no tenía sentido
si no se gozaba de credibilidad, se había acabado, había muerto, podría
afirmarse, desde el punto de vista de su amado oficio, que era tanto
como haber muerto en vida. Así vivió, como un espectro, uno o
dos años. Hasta que finalmente, abatido por una gran pesadumbre, volvió
a fallecer, pero esta vez físicamente.
De este modo debutó
el deslenguado en el “perrodismo”, perdón, en el periodismo,
propiamente
dicho. Luego vendrían otras víctimas, si no tan trágicas como la
anterior”, por lo menos muy apaleadas moralmente. Porque de que fueron
verdaderas tundas, equivalentes a las de Mussollini con su “manganello”,
lo fueron. Con Cabrujas e Ibsen Martínez, y a propósito de sus
telenovelas,
prácticamente barrió el suelo. A Brito Gacía, que no es ningún lerdo,
precisamente, lo expuso al escarnio público. Y a Uslar Pietri le dedicó
unos de los ataques más devastadores y virulentos que yo haya leído
jamás. Y si a estos venezolanos no los aniquiló ni física ni moralmente,
no fue porque no quiso, sino porque no pudo.
Pero para
que se tenga una idea de hasta dónde puede llegar la audacia y la
irreverencia
de este malhablado, tal vez sea pertinente decir que en uno de sus
últimos
artículos, no sólo despotricó contra el himno nacional sino que,
después de referirse al Dr. Uslar como el “santón de las letras
patrias” y de llamar piojosos a los gramáticos, incluyó a Venezuela
en el grupo de lo que él llama “republiquitas y republiquetas”.
Eso se llama morder la mano que generosamente le arroja al corral la
inmerecida pitanza cochinera.
NOTA: Este artículo fue escrito en vida de su protagonista, Sin embargo, no se pudo publicar debido a la mentalidad decimonona de Panorama.
alfredoschmilinsky@hotmail.com