Su posible efecto inmediato sería la baja automática en las cotizaciones de esa divisa, puesto que las transacciones comerciales de importaciones y contraimportaciones recíprocas funcionarían con otra moneda (el sucre) por ahora sin libre convertibilidad.
Se trata de una especie de autarquía ampliada, envolvente de países que, si bien conservan su autonomía y soberanías políticas, económicamente decidieron saltar sus obsoletas barreas fronterizas para asociarse económicamente y así considerar que, como región “bolivariana” de amplio mercado, podrían perfectamente negociar entre sí con prescindencia de una moneda exótica regulada por una economía imperialista que escapa a todo control por parte de sus usuarios en el gran mercado mundial.
Para este novísimo mercado regional, las “ventajas comparativas” deben ser suficientemente estudiadas so pena de causarle daños al bolsillo ya menguado de los países involucrados en este ensayo. Precisamente, el gran encanto inicial del Comercio exterior que acabó con las barreras proteccionistas de vieja data fue y sigue siéndolo el logro de economías para unos productos con cuyo intercambio exterior salen beneficiados los países transaccionistas importadores y exportadores, según el “trueque” subyacente en cada operación de compraventa.
Según el plan económico correspondiente, frente al Comercio Exterior de amplio radio intercontinental, para esos pocos países liberados en parte del dominante dólar, actualmente les resulta riesgoso adoptar posturas autárquicas que ya no vendrían al caso luego de tantas décadas y siglos de desarrollo de un feraz Comercio Exterior (CE) que ha sembrado al mundo con su enredadera de variopintas mercancías, gustos y necesidades. Se trata de consecuencias que ameritan un alto grado de ponderación, y sindéresis comercial.
Los hábitos de consumo son inelásticos por naturaleza propia. Una mezcla de autarquía con mercado exterior abierto requiere un grande y sopesado conocimiento de las características económicas de los países más importantes el escenario mundial moderno. Sin embargo, resulta manejable un ensayo que opere como Economía autárquica si ampliamos las dimensiones regionales, más allá de las viejas y feudales delimitaciones patrias. Por eso se habla de la “patria grande”, una expresión puesta en boga por parte de los países empatados en el proyecto político que se conoce como Socialismo del Siglo XXI.
Obviamente, seguimos ignorando qué destino le darían los países del caso a los dólares “sobrantes”, porque, si es para destinarlos a otro tipo de importaciones procedentes del mercado mundial ajeno a esa nueva autarquía regional, el resultado podría ser contraproducente.
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