Por muy amplio y tolerante que pretenda ser uno, es difícil comprender ciertas actitudes que se pusieron de manifiesto con inusitada vehemencia a propósito del Mundial de Fútbol, aún cuando ya nos estamos acostumbrando a la condición bizarra que pareciera caracterizarnos como sociedad.
Así como desde hace tiempo hemos expresado nuestra extrañeza cuando leemos pintado en un cacharrito por ahí, proclamas como "todos somos Rctv" o "todos somos Polar", en abierta simpatía con lo más rancio de la godarria venezolana tan ajena ella a las necesidades de la mayoría, también nos causaron sorpresa las inclinaciones de muchos compatriotas hacia equipos de países con quienes no tenemos identificación alguna.
Algún cándido dijo por ahí que el deporte y la política no tienen relación. Y esos inocentes que aún creen que eso es así, no se percatan que la política penetra todos los espacios del quehacer humano y es precisamente colándose por las veredas supuestamente vetadas, como ésa del deporte, por donde más daño puede hacer.
En estas semanas todos vimos a muchas personas de color apostando por Alemania o por Inglaterra, sin conocer su historia racista, y a otros tantos ligando las derrotas de Argentina y Brasil, por el sólo hecho de que Maradona y Lula son amigos de Chávez. Venezuela ha celebrado con sonoras caravanas los triunfos de esos países en oportunidades anteriores. Pero como nuestra identidad con lo que nos debería ser mas afín es tan voluble, este año las cosas cambiaron y no faltaron los vítores a las oncenas europeas que acabaron con las aspiraciones latinoamericanas.
Da lástima, en verdad, ver a tanto joven apostando a ser más blanquito, a las muchachas estirándose las greñas para borrarse el negro que llevamos en la sangre; apena ver a la señora de servicio llevando la camiseta de un país donde nos desprecian y el cual probablemente ella nunca podrá visitar.
Esa falta de identificación con lo que nos es cercano geográfica o culturalmente es, en parte, lo que nos tiene convertidos en este mosaico de desvalores, amorfo y sin sentido, donde el nacionalismo y el latinoamericanismo tiene tan pobre aprecio. Qué triste.
Mlinar2004@yahoo.es