La clase media escuálida venezolana, un bacalao al hombro

Hasta ahora la clase media escuálida no ha visto la posibilidad de establecer pequeños negocios ni conseguir buenos empleos para radicarse en Miami, por lo que no nos queda otra que seguir cargando con ese bacalao al hombro. Parece que Miami solo sirve para ir de paseo y para gastar el dinero que se ganan aquí en Venezuela, gracias a las acertadas medidas económicas del gobierno revolucionario.

Bien. La clase media no es una clase social como tal, es más bien una identidad compartida por capas medias heterogéneas, con una idea de estar ubicado entre los ricos y los pobres. Y dentro de estas capas medias, tenemos a la “clase media escuálida” que es la que defiende y vota por el capitalismo, pero se beneficia del socialismo distributivo.

Quienes se reconocen como clase media escuálida comparten creencias, valores, deseos y temores. Tienen una identidad global de consumo, es decir, están macdonalizados, leen a Paulo Coelho, y ahora su rasgo más característico es su identidad política contrarrevolucionaria. Todas ideas y emociones que surgen como una expresión de sus condiciones sociales de existencia, y sobretodo, producto de la alienación y la manipulación mediática. Pero ellos creen que tienen el control del televisor. Sus valores vienen de familia, y no de la televisión. Creen que pueden fácilmente cambiar de canal cuando perciben que lo están manipulando en contra de sus intereses.

No tienen solidaridad política entre ellos porque no tienen un enemigo antagónico de clase a quien combatir, cada quien está en lo suyo para ascender, pero sí los une el temor a padecer las consecuencias de la lucha de clases entre los grandes protagonistas de la sociedad capitalista que son la clase obrera y la clase burguesa. De modo que esta clase media escuálida se ha convertido en la guardiana celosa del orden burgués. Cualquier pequeño temblor los podría dejar caer hacia los pisos más bajos de la pirámide social.

Este sector tiene fe en la rápida movilidad social ascendente a través del comercio y la educación, que les permite distinguirse de los empobrecidos y excluidos, y de esta manera reforzar su autoestima. Defienden la propiedad privada de los medios de producción, aunque no los tengan. Creen en su esfuerzo personal por encima del esfuerzo colectivo. Cuando bajan su calidad de vida material culpan al gobierno revolucionario, y cuando la elevan se lo atribuyen a su esfuerzo personal.

Su forma de trabajo intelectual, que es más individual que colectivo, los hace creer en el esfuerzo personal para ascender. Esto los hace individualistas y poco solidarios hasta con los mismos escuálidos. Solo atienden al llamado de la burguesía para marchar y votar. Son tan individualistas que hasta creen en la felicidad individual porque dicen que la felicidad está dentro de uno. O sea, que el medio lo afecta a uno solo si uno quiere, algo así como control mental, pero igual marchan y votan contra Chávez porque Chávez los hace infelices. No los entiendo, me confunden todo.

De manera que los escuálidos no creen que sus ingresos dependan de nuestra condición privilegiada de país petrolero, o de las políticas económicas y sociales del gobierno revolucionario. Tampoco creen que su nivel de vida material esté asociado a la necesidad burguesa de fortalecer un sector consumista a quién venderle sus mercancías, o bien, de la necesidad burguesa de contar con una base social que amortigüe la lucha de clases. Tampoco se lo atribuyen a las oportunidades discriminatorias que tuvieron. No. Se ofenden cuando se los planteas. Todo lo que tienen es porque se lo ganaron con su esfuerzo personal, y no por privilegios. En todo caso, si ellos tienen privilegios, es porque lucharon para ganárselos. Todo un desorden mental.

Bueno, por estas creencias es que reaccionan contra las políticas de inclusión social del gobierno revolucionario.

La gran mayoría cree en la superioridad del genotipo europeo, de su ciencia, de su tecnología y de su cultura. Creen en la superioridad del trabajo intelectual sobre el manual, y en la superioridad de lo urbano sobre lo rural. No saben definir bien qué significa que algo sea superior o inferior, pero hablan de un tal principio de subordinación que los invita a la obediencia hacia el burgués, y al desprecio hacia el obrero. Les aterra la posibilidad de hacer la cola para pagar en el supermercado con obreras y obreros, o verlos comiendo en el mismo restaurante.

Cuando la burguesía se siente amenazada, les recuerda que ellos son la “sociedad civil moderada y decente”. Tan “moderada” como esa capa media de la que hablaba Aristóteles, necesaria para amortiguar la lucha de clases porque estaba en el justo medio, y el justo medio es la moderación y la virtud. Y tan “decente” como esa aristocracia que se vino a menos y se convirtió en clase media después que los burgueses les arrebataron el poder. Parece que sus creencias tienen una larga historia.

Hace unos días conversaba con un inmigrante europeo, vendedor de comida que prepara su esposa en casa, y le pregunté dónde vivía, inmediatamente me contestó: “en Chacao, donde vive la gente decente”. No es paja. Me quedé loco con la respuesta. Tienen una concepción del mundo más estamental que clasista. Tienen una mentalidad feudal. Ser de clase media escuálida es un estatus social, clase aparte, distancia y categoría. Incluso para algunos ser escuálido es hasta fashion.

Pues bien, es la burguesía la que ensalza y refuerza la identidad de clase media escuálida, con el propósito de que sirva a los intereses burgueses. Para ellos los empobrecidos no son sociedad civil, sino turba. La burguesía fomenta el orgullo de clase media para contrarrestar los lazos de solidaridad con los obreros revoltosos, con la turba, con las hordas. A los miembros más traidores de esta sociedad civil los organiza en pequeños partidos políticos disfrazados de ONG’s financiadas por las agencias de asistencia económica y humanitaria del imperialismo. Y a conspirar se ha dicho.

A través de los medios la burguesía le muestra a la clase media escuálida cómo deben ser, qué deben tener, qué deben consumir, qué deben leer, que imagen corporal deben tener, qué modales deben tener, cómo deben hablar y hasta qué tipo de turismo deben hacer para poder diferenciarse de los obreros y los campesinos.

La Sin Par de Caurimare de los años 80’s sin duda asimiló muy bien estos mensajes mediáticos. Cuando ella toma vacaciones les cuenta a sus amigos que “hace un tour por California, Tokio, Londres, Madrid, Roma, y termina en las Baleares, mientras que los turistas chimbos llegan solo hasta Ocumare, y algunos a San Francisco, pero de Yare”. Cuenta además que “ha paseado por Europa, Micronesia, Medio Oriente, África y la Gran Bretaña, y gran parte de Occidente, mientras que “los monos” cuando dan sus saliditas no pelan a Chuspa, Cúcuta, Bonaire, Curazao y Margarita”. Racismo puro.

Nada más que hablar mis panas, a cargar con ese bacalao al hombro


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Fernando Saldivia Najul

Lector de la realidad social y defensor de la sociedad sin clases y sin fronteras.

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