En febrero del año 897 se llevó a cabo un proceso que a lo largo de la historia ha recibido diferentes denominaciones, tales como "El sínodo horrible", "Concilio cadavérico", o "Concilio de la muerte", según consta en todos los libros de Historia de la Iglesia. En abril del año 896 falleció el Papa Formoso y recibió cristiana sepultura, acorde a su dignidad, pero nueve meses más tarde sus restos fueron exhumados y sometidos a un juicio eclesiástico promovido y dirigido por su sucesor en el Trono de San Pedro, el Papa Esteban VI. Eran aquellos tiempos en que los reyezuelos de Europa se disputaban el privilegio de ser coronados por el Papa, a semejanza de Carlomagno, para perpetuar a su descendencia en el poder y los Papas se veían envueltos en frecuentes enfrentamientos entre esos reyezuelos, tomando partido ya fuera a favor de uno u otro, lo cual les valía a menudo, recompensa de una de las partes y represiones de la otra.
Es impresionante la descripción del juicio al que fue sometido este cadáver, el cual fue atado a la silla a fin de que no resbalase o se cayera de la misma durante el interrogatorio al que fue sometido: "El nuevo papa Esteban VI gritó al cadáver: "¿Cómo has podido, por tu loca ambición, usurpar la cátedra apostólica?". Había hasta un abogado defensor. El Sínodo firmó un acta de deposición, condenó "in aeternum" al Papa, y los eclesiásticos rasgaron las vestiduras del cadáver, al que le cortaron los tres dedos de la mano derecha, con los que Formoso impartía las bendiciones. Los restos fueron después echados al río Tíber".
Guardando las distancias temporales y espaciales, se estima que la oposición en la Venezuela de hoy se esté preparando para hacer un juicio semejante al engendro llamado coordinadora fascista, ya cadáver muerto, difunto, fallecido y descompuesto desde antes de morir, por haber tenido la osadía de asumir la representación de un sector de la población que, en uso pleno de sus derechos, adversa el proceso revolucionario que lidera el Presidente Chávez, pero que nunca eligió a ese engendro para que lo representara haciendo gala de una increíble torpeza que, además, sólo contribuyó a consolidar el triunfo del mismo.
Más adelante, cuando la oposición logre reponerse de la estruendosa derrota, si es que lo logra, es posible que algún genuino representante surgido de sus filas increpe al cadáver del engendro con palabras similares a las de Esteban VI gritándole: "¿Cómo has podido, por tu loca ambición, asumir nuestra representación?". Como los tiempos han cambiado no creo que se llegue al extremo de mutilar el cadáver, el cual por otra parte ya está desmembrado, pero a falta de Tíber, bueno es el Guaire para recibir los restos del engendro.