¿Cómo salir de la larga noche del capitalismo tardío? Giorgio Agamben nos recomienda rescatar y restituir al Genio, situarlo en el lugar que le corresponde y evitar su descentramiento. Los romanos llamaban Genius al dios que tutela el nacimiento de cada uno de nosotros. Genética, engendrar, gente, genial son apelaciones bondadosas a este dios generoso al que los griegos consagraban la frente y colocaban sobre ella una palma, a fin de convocar el ingenio de las ideas, práctica secularizada pero de manera pagana. Este dios es tal vez el más relacional con todos los demás hombres, al ser la manifestación de todo lo que nos excede y mostrarnos que hay otros más allá de nuestra conciencia individual. Entonces, el cumple genius era una fiesta era una fiesta anual en la que, al celebrarnos a nosotros mismos, nos encontrábamos con los demás para reconocernos en ellos, para abolir la posibilidad de cerrarnos en una personalidad insustancial llamada identidad y romper así las cadenas que pretenden que el Yo se basta a sí mismo. Agamben lo recrea de esta manera: “Debemos, entonces, observar al sujeto como un campo de tensiones, cuyos polos antitéticos con Genius y yo. Dos fuerzas articuladas, armónicas y opuestas. Lo individual personal y lo colectivo social”. De esta idea griega está impregnando el concepto occidental de sujeto cartesiano (pensante y transparente para sí mismo, suerte de autoconciencia encarnada de una época). Pero he aquí que un nihilismo posmoderno y devastador ha erosionado, en buena hora, al sujeto. Luego de lograr un alto grado de desmitificación del fardo cartesiano, ahora de manera dogmática lo niega todo, apelando de forma cínica a las identidades múltiples y a la subjetividad colectiva en la se refugia el reformismo socialdemócrata; negando así la contradicción capital-trabajo evitando el rescate si quiera de algunos núcleos excedentes del sujeto, como diría Aizék, que con urgencia nos sirven hoy para la impugnación política, que permita la refundación de un pensamiento de izquierda. Un necesario núcleo subversivo que pueda precipitar la emancipación auténtica ante el liberalismo global. En esta línea, los “estudios culturales” hoy han reemplazado de manera escandalosa a la lucha de clases y a su economía política, a favor de un juego de identidades, solidaridades, memorias y afectos apegados apenas débilmente a cualquier forma de contradicción social. Quieren generar una hegemonía desde este marco teórico, sin entender que no podemos pensar este concepto sin una referencia clara a la clase y al bloque social histórico de que es capaz su potencia de existir y de actuar. Apelan entonces al término comuna y comunidad, vaciándolo de su contenido estratégico y colocando en su lugar a pobladores agrupados en organizados en organizaciones de base. Marx (Tomo II El Capital), en su concepto de mediación, comprendía el campo de acción de la producción en lo tocante a la proliferación de individualidades colectivas cada vez más abstractas, a partir de la contradicción capital-trabajo (subjetividad), bajo la relación de mando de la lógica del capital. Estrategia de recuperación del valor de la sustancia del trabajo transmutada en capital y en dominación. Desde este punto de partida, el debate queda planteado para una izquierda que no se extravíe en la red de trampa jaulas ofrecidas al dente por la institución burguesa, a favor de fórmulas nombradas con el eufemismo de “propuestas socialmente amplias”.
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