Federico Engels, nos dejo como definición marxista que la economía “...es la ciencia que estudia la producción, distribución, cambio y consumo de los bienes materiales que satisfacen las necesidades humanas”. El británico Lionel Robbins entre sus deducciones nada carentes de economía de reflexión, nos dejó que “Es la ciencia que se encarga del estudio de la satisfacción de las necesidades humanas, mediante bienes, que siendo escasos tienen usos alternativos entre los cuales hay que optar”. Es por eso (según esta definición) que el problema básico de la economía es la escasez, si no hubiera escasez no habría necesidad de ciencia económica.
Hay otras definiciones, que por no ser tan serias no implican que estén carentes de fundamento; como por ejemplo que los estudios de economía, suelen revelarnos que el mejor momento para comprar algo fue el año pasado y los economistas como expertos nos dicen mañana, porqué las cosas que predijo ayer no sucedieron hoy. En estas concepciones de algún modo sarcásticas, a veces definen a los estudiosos de esta ciencia como los que saben el precio de todo y el valor de nada. Con este preámbulo (sin poner en entredicho el carácter científico de la economía y a sus especialistas y analíticos) quiero manifestarme como un venezolano mas, que con conocimientos básicos, empíricos y hasta domésticos de economía, está preocupado por ese carcinoma inflacionario que no ha podido decrecer y que afecta de manera ostensible a cada familia que mora en esta tierra bolivariana.
La inflación acumulada hasta los momentos (8 meses) está en 19,9% y según estimaciones del Banco Central se situará a final de año en casi 30%, como lo manifestó Nelson Merentes presidente del ente bancario estadal. De igual manera, Merentes nos dice que el próximo año se espera que diez puntos porcentuales desaparezcan de esta calamitosa protuberancia negativa, en nuestra economía nacional.
El Gobierno Bolivariano realiza y realizó a lo largo de estos once años y en todo el país, una inversión en lo social con la finalidad de saldar esa acumulada deuda que en materia de derechos humanos arrastraba la deshumanizada democracia cuarta republicana que nos gobernaba y que ha sido una maligna herencia para la revolución. Pero esta inversión socioeconómica tiene un costo y ese costo es en bienes de capital (mucho dinero) que redunda en la disponibilidad que tiene ahora el pueblo venezolano de acceder a lo negado en los gobiernos de la derecha y que tenían un costo para el bolsillo del contribuyente que en la mayoría de los casos era inalcanzable pagar. La vida valía por cuanto tenías, porque pareciera ser que el sentido de la existencia, estaba en función del valor de las cosas. Ahora las cosas cambiaron.
La llegada del camarada Chávez trajo consigo reindivicaciones no solo en el plano social, sino en lo emocional de la gran mayoría que cabizbajamente se resignaba a conocer el futuro que le deparaba y no del futuro que se merecían. La educación, la salud, la alimentación, las telecomunicaciones, la recreación, la cultura, el trabajo, en fin se creó las oportunidades de tener oportunidad y de manera impresionante se fueron acrecentando. Ahora, con una simple relación matemática, estadística y sobre todo económica, deducíamos inocentemente que el incrementado salario básico del país (superior en valor monetario dolarizado, al resto de Latinoamérica) iba dignificar la existencia de los menos favorecidos, porque el gasto familiar que iba dirigido a la salud, la educación, la alimentación se minimizan gracias a las misiones y los programas de protección social. Pero no, ahora este salario “no alcanza” y nos preguntamos: ¿Por qué?
La mayoría de nuestros habitantes tienen gran parte de las denominadas necesidades básicas cubiertas por las iniciativas propuestas e implantadas por el Gobierno Nacional, pero su gasto se ha incrementado de manera ascendente por la adopción de otras “necesidades” y esta disponibilidad de cierta liquidez no va dirigida a la inversión o al ahorro, sino a gastos suntuosos y especulativos. Al final de mes tiene una acumulación de deudas, que empieza a descompensar lo destinado a resguardar sus necesidades básicas. Esa situación la conocen de sobremanera los que dirigen el inescrupuloso mercado y comercio de bienes y servicios.
Lamentablemente las transformaciones en revolución deben hacerse con un sistematizado cambio en el pensamiento colectivo, que vincule los logros con el merecimiento no solo de tenerlos, sino de apreciarlos y defenderlos. Nuestro pueblo no ha comprendido y en muchos casos no ha apreciado en su magnitud todo lo que se ha conseguido en revolución. Nos acostumbramos a un CDI y lo vemos tan común que ya no nos damos cuenta de su existencia. Pero, si por casualidad un día falla la logística de abastecimiento y falta medicamentos o una jeringa en un Centro de Diagnostico Integral, nos quejamos que esto ya no sirve. De igual manera pasa con el MERCAL o el PDVAL, por nombrar solo una pequeña parte de lo que se ha logrado en revolución. Esta situación nos permite decir, que a pesar de esta década en un proceso de cambio, el pensamiento colectivo aun es muy permeable a los mensajes de la derecha, que les dice a través del bombardeo mediático que la revolución socialista es miseria colectiva y que en el capitalismo se premia los logros individuales y que podemos tener riqueza y bienestar y que para todo lo demás existe Master Card, como razón de vivir.
La inflación también es un estado mental colectivo, cuyo síntoma es el consumo desmedido por un lado y la especulación por el otro. Nuestros economistas sociales, es decir, los que asesoran a nuestro gobierno más que una explicación nos deben acción dirigida a un control efectivo no solo de los precios sino de la producción, tanto en el volumen de lo producido como en los costos que ella acarrea y que no redunda en el precio real de consumo. La Asamblea Nacional debe velar por la promulgación de leyes bien fuertes contra la usura privada y la corrupción pública, que ostensiblemente se han unido para favorecer a los delincuentes amparados. Y el otro factor al que tenemos que derrotar es a esa apátrida camarilla de la oligarquía que sustenta la oposición y que juega al desastre económico nacional con el permanente saboteo sin recibir su merecido, por lo permisible que es “nuestra democracia participativa y protagónica”
El control de la inflación comienza desde la economía simple y domestica de nuestro hogar. Vean en cada rincón de su casa cuantos adminículos, desde celulares hasta cosas que no se acuerdan para que las compraran ni como se utilizan tienen y que hay que pagarlas o fueron ya pagadas. Cuantos nuevos zapatos existen en su armario, que utilizo solo una vez y al salir compra otros. No es posible que en el índice inflacionario el incremento del precio-consumo de las bebidas alcohólicas y el tabaco tengan el mayor peso porcentual. Y lo más triste es que al al final del mes no nos acordamos de todo lo que hemos malgastado, cuando exclamamos:”Coño, este sueldo del carajo no alcanza para nada”.
Por eso, la inflación es un problema de todos. Y como problema se debe buscar una solución, porque es un factor de desgaste político que utiliza los enemigos no solo del proceso sino de nuestra Nación. La inflación debe de dejar ser aquella situación en que tenemos que vivir pagando los precios del año próximo con el sueldo del año pasado, para crear un ambiente que sea contemporáneo entre lo que se gana con el sudor de la frente y lo que se adquiere a un costo real y razonable. Y que me perdonen los economistas si cometí un desafuero bursátil en lo que escribí.