(Dedicado al Presidente Chávez, por su amor al lenguaje pitagórico)

El Desencanto de la Matemática

Ocurre que, de las cosas y fenómenos varios que hasta inconscientemente nos atraen, solemos decir que tienen un encanto como explicación de semejante e irresistible atracción, pero, este no es precisamente el caso de la Matemática; más bien, todo lo contrario, salvedad hecha para la minoría practicante de esta ciencia y sobre la cual esos diletantes muestran vocación o, por lo menos, no adolecen de ninguna animadversión para con la técnica de los numeritos.

Entonces, debemos buscarle una explicación a esa “numerofobia” que ha sido motivo de múltiples hipótesis.

Por lo general, hay cierto acuerdo entre los investigadores ad hoc, en el sentido de buscar en la Pedagogía el método que ofrezca la fórmula “mágica” para encantar a los discípulos de Pitágoras y remediar esa patología estudiantil de la que tanto adolece buena parte del estudiantado de nuestro país y del resto del mundo.

Por mi parte, hipotetizo que la Matemática es una ciencia cuya tiesura, rigidez, inelasticidad, inquebrantabilidad y univocidad de sus leyes, principios y postulados son tales que convierten toda su armazón teórica en axiomas per se, al lado de los suyos propios.

Ocurre que a los legos y a los intelectuales no científicos, aunque profesionales ya, o en proceso de serlos, les fascina y están dominados por esa libertad de opinabilidad, de conjeturación, elucubración e hipotetización que caracteriza a las demás ciencias por rígidas que aparenten serlo. A estas personas, la Matemática se les presenta fría, insociable e inobjetable las más de la veces, y no deja a sus practicantes y aprendices ni a sus legos ningún pedazo de subjetividad para que ellos opinen, rechacen y adecuen subjetivamente su correspondiente aprendizaje y correspondientes aplicaciones, cuestión expedita en las demás ciencias del saber.

Por esa imparcialidad y objetividad extremas es por lo que con sobrada razón la Matemática sirve de piso probatorio y comprobatorio para todas las demás ciencias; porque ella presta unos servicios verdaderamente justos y eclécticos a toda prueba.

En consecuencia, así como nos suele encantar todo aquello que se presta para soltar nuestras propias inferencias, para lanzar nuestras personalísimas flechas, asimismo nos desencanta todo aquello que desprecia y frena esa tendencia “natural” que tiene el hombre para creer que todo es subjetivo.

La Matemática pareciera no dejar cabida a los convencionalismos, ni a las ideologías que sólo suelen poner de moda sus logros y ponerse ellas mismas en boga.

Es que: 2 + 2 fueron, son y serán indefectiblemente, idénticos a 4, para desencanto de los cuantófobos. En verdad, hay una rarísima excepción: la contabilidad burguesa donde 2 más 2 no suelen ser exactamente 4.

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez M.


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