Señor Ezequiel Zamora, a esta altura de su vida nos gustaría saber dónde se encuentra usted. Lo recordamos en este instante porque acabamos de ver su rostro en un maltrecho periódico que revoloteaba en una plaza cercana a mi residencia. No crea que lo buscamos porque lo consideramos nuestro portavoz celestial. Nuestro interés es mera curiosidad, pues no sabemos de su existencia desde que el abogado oposicionista Tulio Álvarez le pidió la renuncia del cargo de vicepresidente del CNE, la cual usted aceptó esperando sueños de fama.
Admitimos que siempre lo percibimos como un profesional de la tristeza que fingía ser feliz de lunes a viernes. Pero los sábados en la mañana, en su sábado sensacional, al confirmar que el rector Francisco Carrasquero había pisado tierra zuliana, que Jorge Rodríguez y Oscar Battaglini desayunaban en sus oficinas con un desestrante yogurt de fresa, le sobrevenía un descontrol metafísico como el que tiene pesadillas en la noche y en la mañana se levanta para decir lo primero que se le ocurre. Entonces, para dejar de ser la piña que sabe a pepino, se convertía en el meteorólogo más ilustrado de la situación electoral-atmosférica del país. Se transformaba en el eterno auspiciador del cataclismo comicial. Se transfiguraba en un profeta del desastre: "El referendo revocatorio se encuentra en una fase de alerta roja. Por lo tanto, esa convocatoria electoral no podrá efectuarse en la fecha fijada".
A pesar de sus mutaciones y malabares verbales, muchos en la oposición lo percibían como quien no sirve ni para piloto automático. Lo que se llama decepción con diente de oro y piercing en la nariz. Sólo Mendoza aplaudía su “sabiduría”. Créanos que nos causaba gracia cuando le estallaba su inveterada crisis de "sobellitis" incontrolada, cuyo cuadro sintomático es imitar a los boxeadores amateur que pelean dos y tres días seguidos. En aquel esperado y ensayado momento, pero sin control de calidad, usted se transmutaba en un torito fiero de voz ronquita de transmisión en vivo y directo que vendía su estilo de manía persecutoria de weekend mediático.
A la sazón de este juego de circunstancias, de poses teledirigidas se mantenía en la quinta La Unidad. Un día, cuando hacia gala de su acostumbrada filosofía de entrecerrar los ojos y apretar su bigote canoso, Tulio Álvarez le dio la señal de abandonar el ente comicial, y usted quedó como albañil sin andamio. Pues bien, señor Zamora, a pesar de todo esto y para demostrar que somos gente caritativa, le echamos de menos a la bravata regañona de su voz ronquita que deleitaba sus reality shows sabatinos. Señor Zamora díganos algo, porque desconocemos dónde está usted.
Como usted no se reporta, no rompe el silencio confortable en otro país, decidimos premiar con una foto autografiada de Blanca Ibáñez de toga y birrete, a quien nos informe sobre qué es de su existencia. Pensándolo bien, quédese donde se encuentra, siga en su bajonazo histórico.
Periodista vchavezlopez@hotmail.com
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