Los textos universitarios más objetivos de las academias menos inmorales, los más científicos, prologan sus lecciones de Estadística advirtiendo sobre el peligro de esta pseudociencia de los números azarosos. Es difícil calcular con elevadas probabilidades de ocurrencia unos datos de naturaleza errática, por lo que todos los estadísticos suelen están viciados de imprecisiones, una mayores que otras.
Sin embargo, buena parte de aquellas imprecisiones es deliberadamente usada con fines comerciales deshonestos, o con fines políticos por parte de gobernantes corruptos y demagogos, que son los más, en el mejor de los casos.
Los promedios se prestan mucho a maquillajes estadísticos, y a mayor tamaño de la muestra trabajada mayores son los errores potenciales cuando con ellos se opere. Paradójicamente, en Estadística se considera que una muestra resultaría más representativa cuanto mayor sea el número de sus valores e individuos involucrados. Resulta que a mayor tamaño, menor es la capacidad correctiva de la que puede disponer el Estadístico responsable. Menor es su capacidad para detectar imprecisiones.
Si decimos, por ejemplo, que la media aritmética de la serie de números naturales de 1 a 99 es 50, estamos suponiendo que cada uno de esos valores tiene el mismo peso n la muestra trabajada. Pero este tipo de casos, esta muestra, es ya una inverosimilitud en sí misma.
De manera semejante, cuando los valores de una muestra tienen alto peso u ocurrencia para alguno o algunos de los valores extremos, o para ambos grupos, también pecamos de imprecisiones, habida cuenta de que los valores del segundo y tercer cuartiles se verían subestimados o sobrevalorados en la práctica.
La Estadística cuenta con herramientas correctivas que minimicen los posibles errores o desviaciones en sus cálculos y estadísticos lanzados como modelos operacionales, pero aun en estos casos, el riesgo del error subsiste.
Obsérvese que para conocer con mayor precisión la voluntad popular en los regímenes democráticos se acude al censo, a la toma del valor u opinión de cada individuo en particular. Imaginemos por un segundo que hiciéramos estimados de la conducta del votante, y que además estos estimados se dieran como válidos, sin pasar por las urnas correspondientes.
Las empresas más serias, con mayor capital arriesgado, suelen protegerse de estos errores, y a cada estadístico le aplican pruebas de hecho y constantemente los están reformulando.
En el caso del salario mínimo, este suele estimarse según una cesta básica que a su vez se obtiene a partir de varios estadísticos calculados sobre las mercancías consideradas vitales en la dieta humana, para una familia de tamaño no menos erráticamente calculada.
Ese salario mínimo, además, se calcula pensando que los precios sean constantes. En el caso venezolano, este es una de los peores errores en materia estadística, habida cuenta de que los precios se hallan en constante cambio a lo largo de toda la cadena de distribución y de las fábricas interdependientes, lo cual lleva mucho tiempo.
Los efectos de los cambios en la paridad de la moneda, los incrementos de las tasas impositivas, tiene efectos a mediano plazo, lo que significa que tardan muchos meses para que sus efectos inflacionarios se generalicen, a tal punto que si tales devaluaciones ocurrieren en fechas próximas, la primera de ellas podría no haberse sentido con toda su fuerza hambreadora para el momento en que entre en vigencia la segunda. Es así cómo la crecida de precios es una corriente de incrementos según vayan vaciándose y rellenándose los inventarios y los acopios de materias primas.
En el caso del PIB, como sabemos, es un estadístico macroeconómico anual o subanual que recoge los salarios estimados, las ganancias estimadas, las depreciaciones estimadas, ya que seguirle el paso a cada ajuste en cada empresa, para cada trabajador, etc., es una labor que insumiría mucho tiempo, y porque cuando el censo termine ya los primeros censados habrían cambiado sus datos, y los resultados seguirán siendo meras estimaciones susceptibles de yerros más o menos graves, más o m. leves. Cuando las empresas ofrecen sus datos privados, para un año, por ejemplo, estos tienen hasta un año de rezago en su validez.
Cuidemos, pues, el uso de las estadísticas, censemos más bien la opinión personal escrita u oral de los consumidores, únicos verdaderamente capacitados para decirle a una empresa y al gobierno cuánto cuesta la cesta básica en esta sociedad, cuánto debería ganar un trabajador para cubrir sus modestas necesidades, porque la mayoría de los trabajadores sólo gastan en lo estrictamente necesario
Los trabajadores suelen consumir productos de tercera, en calzado, en vestido, en comidas, en bebidas y hasta en mujeres. Toda su vida es baratísima en sí misma, de manera que deberíamos buscar la elevación de la cesta básica para que ésta sea la que señale directamente los precios y los salarios correspondientes. No sigamos incrementando un salario ya mínimo que dispara automáticamente los precios al consumidor, y comienza a hacerlo hasta antes de que los trabajadores reciben su primer incremento salarial.
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