Leyendo
un libro de Joaquín Trincado, titulado
“Los extremos se tocan” encontré
una reflexión en relación a la guerra que me parece pertinente para
nuestro siglo. Para citarlo brevemente decía:
“Cuando
los hombres, en su mayoría, aun no odiaban la guerra, es decir no se
habían escarmentado de la guerra, por que por las tradiciones la creían
una necesidad, las guerras no se meditaban; eran movimientos bruscos,
ocasionados por las tradiciones patrias, por los cantos bélicos y se
apoyaban en el derecho del más fuerte, sin reglas y sin prescripciones.”
“Cuando
ya, los hombres, por su liberalización empezaron a conocer los peligros
y los males de las guerras, empezaron a humanizar la guerra con
leyes para el caído y paces y pactos mediadores”
“Cuando
vio los beneficios de la paz, por tratados, se ideó
la diplomacia y hasta se establecieron tribunales arbitrarios; lo que
indica todo, que los hombres habrían escarmentados de la guerra y se
propuso la paz armada, en cuyo tiempo, la mayoría de los hombres, aunque
fuese por sociedades de resistencia y por partidos políticos, predicaban
la paz desarmada. Pero en cambio, las naciones todas se armaban para
la guerra hasta los dientes y se empleaba lo más refinado de la mecánica,
la física y la química en las armas de guerra.”
Estas reflexiones
deben ser tan reales, desde el punto de vista del pueblo que no
podemos objetarlas, es el sentimiento que nace de todos los corazones
en los que anida humanidad. Sin embargo, Joaquín, que le escribe y
habla a su pueblo, obvió relacionar la guerra a algo que va más allá
de las tradiciones por cuyo respeto sonaban los clarines de combate,
más allá de los sentidos patrios y los cantos bélicos, no nos nombró
el poder económico, el dinero y su galopante constitución en poder
supremo que regirá el destino de la historia que vivimos.
Hoy todo
el mundo está en guerra. Las hay
de varias generaciones, hay países invadidos, hay diplomacias intervencionistas,
hay industrias de alta tecnología para convertir todo conocimiento
científico en poder de represión y dominación y hay, obviamente un
gran imperio que nos sobrepasó a nosotros y nuestra cartilla de valores:
un imperio signado por el poder, la dominación, la explotación y el
beneficio exclusivo de una minoría que lo tiene y ejerce en sus escasas
manos. La guerra en una industria indetenible que precisa de bombas
y muertes para vender más armas, la guerra en un mecanismo de dominación
del más fuerte contra los débiles, eternizando la vieja ley de la
sobrevivencia universal.
Por ello
es que la fuerza nacida del tercer mundo se hace importante en el devenir
histórico de nuestros tiempos. Los pueblos más explotados y pobres
de nuestra América, hemos encontrado caminos insospechados para
enfrentarnos de manera pacífica ese monstruo grande que pisa fuerte,
a ese granel de misiles que atacan el pueblo de Gaza, al pueblo
de Afganistán, a Haití y las sutiles manipulaciones imperiales para
retornar a a Baby Doc a su reino tiránico, en estos surrealistas movimientos
de estos últimos días.
La Paz y
la Guerra se enfrentan en la orilla misma del desquicio sobre el que
se combate. La paz debe ser asumida como fuerza activa para desarmar
cada intento imperiar por desestabilizar a Cuba, a Venezuela, o cualquiera
de las naciones emergentes..
Quizá
algunos piensan que el genocidio de Hiroshima y Nagasaki fue solo
una realidad irrepetible. Sin embargo hoy los arsenales nucleares están
abarrotados de bombas capaces de borrarnos del mismo sistema solar en
cuestión de horas. Lo peor de una conflagración nuclear será
la falta de tiempo para reaccionar y dar alguna respuesta que sea capaz
de salvarnos del un holocausto final.
Hoy la humillación
cultural, la falta de futuro y la crisis económica están produciendo
un despertar social que tiene en sus manos las cuerdas que podrán tirar
del carro de la historia y avanzar por el camino del sentido común
y la verdadera humanidad. La crisis del capital genera enfrentamientos,
pero mla paz, aquel viejo gritote los sesenta y de John Lennon, toman
cada día una potencia que vislumbra prontos procesos insospechados
de transformación.
Baste finalizar
mi escrito con aquella reflexión de Einstein:
“No se
con que armas se luchará en la tercera guerra mundial, pero si sé
con cuales lo harán en la cuarta guerra mundial: palos y piedras”
¡Venceremos!