La explosión ocurrida en unos galpones de Cavim en el estado Aragua y su posterior difusión mdiática, sobre todo audiovisual, ocasionó que los venezolanos y venezolanas pasaran la madrugada de este domingo 30 de enero con en alma en vilo y pegados a la pantalla del televisor. No obstante y como después se comprobaría, una vez sofocados tanto las explosiones como los consiguientes incendios en estas estructuras de almacenamiento y sus adyacencias, se pudo comprobar que las pérdidas humanas fueron afortunadamente bajas, aunque dolorosamente hubo sólo una víctima fatal.
Sin necesidad de ser militar, ni mucho menos conocer los detalles de las normas de seguridad que convergen en el área en cuestión, la elemental lógica lo lleva a uno a la siguiente reflexión. ¿Cómo es que unos depósitos de municiones de todo calibre que llevan décadas allí no hubiesen explotado antes y sí ahora?; y que también por elemental lógica, cierto es que no hay nadie más interesado en que se mantuviera esa situación, como los oficiales bolivarianos, pues saben lo estratégico de su conservación en óptimas condiciones de seguridad.
El mismo presidente Chávez informó ayer, a riesgo de revelar información confidencial, que el 75 por ciento de ese parque militar ya había sido trasladado a túneles y que este tipo de depósitos se construyen por primera vez en Venezuela como lo aconsejan los estándares internacionales. Dijo además, que lo mínimo que podía decir acerca de las causas de este grave incidente es que se trataba “de una explosión muy extraña” de unos galpones que ni siquiera tienen acometidas eléctricas, precisamente para prevenir cortocircuitos que pudieran “encender la mecha”.
Llegados hasta aquí, a este escribidor se le pone que los “tiros” de esa “explosión extraña” vienen por la zona de Norte de África, o Magreb, pero particularmente por Egipto, donde en cambio ha sido una explosión de pueblo la que ha ocurrido, decididos como parecen estar los egipcios a acabar con un gobierno tiránico con fachada democrática que no convoca a elecciones desde hace 31 años; que ha perseguido, encarcelado y asesinado a muchos de sus opositores, sobre todo os de izquierda, y lo peor de todo: que goza del más irrestricto e ilimitado apoyo de los Estados Unidos en todos los órdenes, sobre todo en el militar.
Esta revolución democrática egipcia en ciernes, pero también la tunezina y yemenita, parece que tomó nuevamente por sorpresa al imperialismo norteamericano, al igual que lo sucedido antes con la revolución islámica y más recientemente la bolivariana.
En este sentido, a quién sino a las élites imperialistas les interesa entonces desviar la atención sobre los hechos en el Norte de África, ocultándolos; sobre todo ante los ojos de quienes en nuestro país añoran una ayudita como a que le prestan al gobierno de Hosnni Mubarak para poder mantenerse en el poder; pero sobre todo ante los ojos de quienes víctimas de su manipulación mediática, no sólo en Venezuela sino en el mundo, se creen el cuento ese de la “denodada lucha de EE. UU para que prevalezcan las libertades públicas y la democracia” a nivel internacional.
Frente a ambos acontecimientos: lo que aún ocurre en Egipto, y lo que ocurrió ayer en Maracay con la empresa de armas Cavim, surge inevitablemente una relación en lo comunicacional, o mejor dicho, de manipulación mediática; incluso sin que para la ocurrencia de éste último estuviese involucrada directamente alguna agencia especializada en desestabilización, CIA o Mossad.
Lo cierto es que por un momento que no se sabe cuánto durará, los venezolanos y venezolanas dejaron de esta atentos a lo que acontece en Egipto para pasar a estarlo de lo que sucede y sucederá en Maracay, ello acicateado por unos medios de comunicación privados y una oposición catastrofistas, que tratarán de convertirlo en tema de la agenda mediática por unos cuantas semanas mientras se inventan otra para seguir atacando a la revolución bolivariana y a su liderazgo.
*Integrante del Consejo central del Movimiento Social de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC)
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