Allí
donde desaparece un mundo aparecen otros y otros nuevos mundos donde
caben muchos mundos. Diversidad, autonomía, libertad, horizontalidad,
son criterios que se hacen cotidianos en la misma medida en que se
profundiza la crisis del capitalismo globalizado, así como del
anquilosado concepto de democracia representativa sobre el que se apoyó
para mandar. La tarea de cambiar un mundo que no ha dejado de cambiar,
pasa por preguntarse por el rumbo y la naturaleza de ese cambio. En ese
sentido, la respuesta y la reformulación de la pregunta la aportan miles
de organizaciones sociales dispersas a todo lo ancho de este mundo;
expresión de un sujeto plástico, dúctil, flexible y plural, cuya
ubicuidad y característica depende de la dimensión contextual y de
multiplicidad de variables en cada momento. La unidad en la diversidad y
la negociación de la diferencia, son la base de la conexión y la
sintonía de los movimientos sociales y de los partidos alternativos.
Esta alteridad, allí donde ésta se da, es la expresión de clase de
aquellos que luchan contra todas las formas de coacción, explotación y
dominación ideológica. Este sujeto plural y múltiple que tiene en común
su enfrentamiento al capital y a sus lógicas y que hemos llamado para
resumir: Multitud, no es una y tampoco varias clases, es más bien un
momento de clase, es decir, es el instante acontecimiento de aquello que
se constituye de manera efímera, meta estable o permanente y que actúa
como clase, por diverso que ello sea. Por ejemplo, la presencia de la
gente en la calle en abril de 2002 derrotando al fascismo golpista, o la
irrupción popular de febrero de 1989. No es un pueblo en sí mismo
aunque lo conforma y constituye; porque su proyecto y su lucha
trascienden el marco de lo nacional, asumiendo políticas situacionales
que a veces pueden parecer incluso contradictorias con lo nacional.
Naomi Klein lo caracteriza de esta manera: “Las formas de resistencia
global deben estar basadas en la experiencia local de cada situación. No
tiene sentido que nuestras luchas sean iguales en todos lados,
empacadas y producidas en serie según un manual, como un enlatado, por
eso hay que pensar global y actuar local, incluso cuando se trata de los
más íntimos intersticios de la vida cotidiana”. Esto significa que
tenemos que reconocer las condiciones y manifestaciones concretas, la
forma de expresión del modo extenso del capitalismo y la forma cómo este
afecta la vida concreta de la Tierra y de las personas. De manera que
no hay luchas pequeñas y objetivos superiores. Estos van apareciendo, se
yuxtaponen o complementan también según cada circunstancia. De modo que
el programa se va haciendo en la medida en que las condiciones
concretas hacen la táctica y esta a su vez va transformando tanto a lo
concreto como a la estrategia. Así, la estrategia de poder consiste en
entender que el poder se construye en lo concreto. Estas ideas suponen
tener siempre presente a la gente como lo más concreto. Es decir, que su
devenir, su corporeidad, siempre estarán en juego, por lo que nunca
serán utilizadas como objeto, como masas, sino que serán siempre
sujetos, siempre actores. Esto significa también, servirse de las luchas
y no servirle a una lucha. Así, nadie se inscribe desde afuera en una
lucha. Se es parte en la medida en que se participa. De modo que la
organización es aquello en donde se lucha cada vez que prefiguramos la
vida en nuevos mundos, para que el mundo de la vida sea nuevo. Preguntar
y debatir caminando sin perder la iniciativa, haciendo de la duda parte
de la respuesta creativa, en la topografía del camino recorrido de
aquellos que van alumbrando mundos nuevos, en el momento en el que la
crisis global del capitalismo parece confirmar la profecía de Marx:
“…cuando todo lo sólido se desvanece en el aire”.
juanbarretoc@gmail.com