La Cuarta República
fue prolífica en hechos de esta naturaleza. Durante su calamitoso reinado
fueron incontables los factores circunstancias creados por los gobernantes
y partidos de entonces que conspiraron contra la tranquilidad de los
venezolanos y que, con una crueldad rayana en el sadismo, hicieron de
los mismos unos seres desgraciados, amargados e infelices. Uno de esos
hechos es el que relato a continuación y del que increíblemente casi
nadie lo recuerda.
Como se sabe,
la única actividad política que la oposición realiza aparte de mentir
y hacerle el juego descarado a los enemigos externos de Venezuela, es
atacar al gobierno con falsas e infames imputaciones. No realizan otras.
Y menos algo que vaya en beneficio de la población de medianos y escasos
recursos económicos. Jamás, por ejemplo, nadie les ha escuchado decir
qué harían en relación con el petróleo en el supuesto negado de
que llegaran, para desgracia del país, a ocupar la Presidencia de la
República; decir cuál sería su política en esta materia y si privatizarían
la industria petrolera o no.
No dicen
nada a este respecto, permanecen afásicos. Y viéndolo bien, no hace
falta que lo digan ahora porque ya lo dijeron en su programa de gobierno
llamado “Plan Consenso País”; plan que, por cierto, los dirigentes
del Proceso en lugar de darle una amplia y extensa discusión, lo han
mantenido inexplicablemente engavetado. ¿Pero que dijo la gente de
la oposición en ese Plan que a los pocos días de haberlo publicado
salieron despavoridos, o más exactamente, esmollejaos”, a recogerlo?
Dijeron, palabras más palabras menos, que inmediatamente después de
sacar a Venezuela de la OPEP, privatizarían la industria petrolera
y, como si fuera poco, firmarían con los Estados Unidos un tratado
de libre comercio mediante el cual se privatizarían todos los servicios
públicos y eliminarían –atención ganaderos- todas las barreras
arancelarias.
Ahora, ¿qué significaría para el país unas medidas como estas?
Nada, para empezar, se produciría la caída de los pecios del petróleo
a niveles de pesadilla. Botarían a más de la mitad de los trabajadores
de PDVSA y los ingresos de divisas se reducirían a los mismos niveles
a los que llegaron en la época de las concesionarias cuando el precio
del barril estaba en 2 ó 2,50 dólares. En este sentido, es bueno recordar
que durante el gobierno del untuoso Jaime Lusinchi nuestro país se
puso a producir petróleo muy por encima de las cuotas de la OPEP. Las
funestas consecuencias de tal medida no se hicieron esperar, porque
el precio del barril se envileció tanto que casi de inmediato se produjo
un desabastecimiento de productos de uso diario y cotidiano casi total.
Como leche, jabones de todos los tipos, repuestos, cauchos, baterías.
Eso era para ver a la gente corriendo desesperada –y entre ellas yo-
de un lado para otro en busca de leche maternizada, papel sanitario,
talco, dentífrico y otros artículos más sin los cuales resulta imposible
la vida civilizada de hoy, Eran incontables los carros lujosos que llegaban
a las caucheras en busca de “un cauchito pelón, hermanazo, que pudiera
servir aunque sea para una semana o quince días”, decían sus atribulados
y perfumados conductores. Esta emergencia se pudo superar porque el
gobierno de ese detestable sujeto, volvió, no sin dificultad, al sistema
de cuotas.
Esas dificultades consistían en lo siguiente: creyendo el mancebo de
Blanca Ibáñez que aumentando la producción petrolera por encima
de las cuotas de la OPEP tendría mayores recursos para sus francachelas
amorosas y etílicas, abrió los grifos y aumentó la producción de
crudo. Los demás miembros del cártel, que no son unos cogidos a lazo,
para evitar la pérdida de sus mercados hicieron lo mismo e inundaron
el mundo de petróleo. Resultado, los precios se vinieron guardabajo,
con lo que disminuyó ostensiblemente la capacidad importadora del país.
Pero, además, se originó una severa crisis de almacenamiento, pues
la capacidad almacenadora de PDVSA había sido superada por la sobreproducción
y poco faltó para que nos pusiéramos a botar petróleo o residual
en los médanos de Coro. El dilema que se presentaba era que si manteníamos
alta la producción, no tendríamos donde almacenar el petróleo y los
precios continuaría deprimidos, pero si reducíamos la producción
el mercado interno podría quedarse sin gasolina.
Como acabamos de decir, esa angustiante situación se pudo superar porque
se podía regresar a la OPEP. En cambio hoy, con unos gobiernos tan
degenerados como serían los de la oposición, esa solución no se podría
aplicar porque tales gobiernos no serían autónomos y, por consiguiente,
no les quedaría otra opción que las de cumplir, muy gustosamente,
por lo demás, las órdenes impartidas por los gobernantes de Washington.
Gobernantes que desde que nació la OPEP, han tratado por todos los
medios de destruirla y, de presentárseles la ocasión, no la irían
a desaprovechar para lograr sus viejos sueños imperiales en esta materia.
Y en cuanto a las otras medidas, la privatización de PDVSA, de la electricidad,
del agua, etc., nos regresarían de nuevo al jabón de almendra, al
polvo Sonrisa, a las lámparas de carburo, a las velas de sebo, al petrolato
para el cabello, a los caramelos de coco, al teléfono de cabuyita,
a las alpargatas de suela e hilaza, a los interiores y blusas hechas
con busacas de azúcar, etc. Porque olvídense que la “generosidad”
de los gringos llegaría a tanto como para permitirnos obtener los mismos
ingresos por el petróleo que estamos obteniendo en estos momentos.
Cuando más, pagarían unos gravámenes cuya base impositiva sería,
como ya dijimos, 2 ó 3 dólares el barril y váis bien. Ahora, yo me
pregunto: ¿a quién coño podría beneficiar una situación así? ¿quién
se podría beneficiar con un país arruinado y en la más completa inopia?
Ni a Lorenzo Mendoza, que ya es mucho decir.
Como se ve, lo anterior pareciera extraído de un cuento de Edgar Alan
Poe. Sólo que lamentablemente no es ningún relato de terror, sino
por el contrario, una espeluznante realidad, una terrible pesadilla
como la que vivió hace unas décadas atrás Argentina. En esta nación,
unos gobernantes inescrupulosos y mal nacidos, como sus pares venezolanos
de la oposición, incluyendo a Emeterio Gómez, aplicaron una política
de libre mercado y de milagro sobrevivió. La diferencia con nosotros
sería que el país sureño, gracias a su pujante economía agropecuaria
y al gobierno de Kirsner, pudo salir en tres o cuatro años de aquel
laberinto infernal. Mientras que nuestro país, al no contar con otra
fuente de ingresos distinta del petróleo y al haber sido entregado
este producto a la Exxon Mobil, no tendría tiempo previsible de recuperación.
Las perspectivas, por el contrario, serían pavorosas.
Algunos pendejos, discípulos aventajados de Pangloss, podrían pensar
que estamos exagerando. Al respecto, les recomiendo leer Panorama de
los dos últimos años del amancebado Presidente, el cual en su sección
dedicada a la Costa Oriental del lago, hizo una magistral reseña de
todo a lo que nos hemos referido. Pero, además, también les recomiendo
a estos mochilones, hacer el siguiente ejercicio de imaginación y pensar
en el siguiente símil: háganse cargo, babiecas, de que Venezuela es
una costurera que vive de la confección de ropa y que un día decide
vender la máquina de coser ¿de qué viviría en lo sucesivo? ¿De
qué viviríamos nosotros si permitimos que los malandros o malandras
de la oposición entregaran nuestro petróleo?
Son cosas como estas las que se le debían explicar a la gente, porque
hay muchos compatriotas que no han pensado en una situación como la
descrita y creen que tenemos un seguro que nos protege contra colapsos
y hecatombes. Pero lamentablemente no hay quien pueda hacerlo. Y menos
la dirección del Proceso, que ni siquiera cuenta con un aparato publicitario
medianamente eficiente. En esa dirección lo que existe, como estrategas
políticos, son puros bates quebrados.
Pero además de lo relatado, hay otros dos hechos gravísimos protagonizados
por la oposición que de darse a conocer quedaría muy mal parada ante
la opinión pública, pues la exhibiría como lo que realmente es: como
enemiga jurada del país y también como enemiga de la propiedad privada
de las personas, especialmente de sus propiedades inmobiliarias. Me
refiero a los temas de mis dos artículos publicados en Aporrea titulados
“A propósito de las expropiaciones” y “La hipótesis de Caraballeda”,
los cuales a pesar de la enorme importancia que tenían y que aún tienen,
nadie los tomó en cuenta.
A qué se referían esos artículos. El primero, “A propósito
de las expropiaciones”, a que el gobierno de Lusinchi pretendía hacerle
pagar a las personas mediante la hipoteca forzosa de sus viviendas y
demás inmuebles, las obras públicas que el gobierno realizara o que
anunciara que realizaría. El otro a la entrega del Golfo de Venezuela.
Pues bien, pese a la extraordinaria importancia que estos dos temas
tenían, y que aún tienen, nadie les paró pelota a ninguno de
esos dos artículos,
NOTA: Yo he escuchado y visto a través de videos y grabaciones “El Mesías” de Handel, del cual forma parte, por supuesto, el “Aleluya”. Y nunca, a pesar de estar interpretada esta magistral obra por famosas orquestas y coros, me había emocionado y conmovido tanto como lo hizo la interpretación, no menos magistral, que de esas composiciones hizo en la Asamblea Nacional la orquesta y coro penitenciarios. Es extraordinario ver a muchachos cómo han cambiado la pistola, el revolver, el puñal, por el corno inglés, el fagot, el violín y el oboe; cambiar la droga por el pentagrama. Si hasta parece una cosa de milagro. Y en cuanto a la negrita, que negra tan bella, hermano, qué linda lució..
A los de la oposición
no les llama la atención este tipo de música, porque son unos palurdos
bien vestidos, que lo único que les llama la atención es la apariencia,
aunque por dentro sean una verdaderas piltrafas.
La oposición, demagogos como son, andan pidiéndole al gobierno que decrete un aumento general de sueldos y salarios. Pues bien, mucho ojo con esto, queridos trabajadores, porque un aumento de este tipo inmediatamente sería seguido por un aumento general de precios.
A los trabajadores quiero decirles que un aumento
general de sueldos y salarios sería inmediatamente seguido por un
aumento general de precios. Aumento éste que a los único que
beneficiaría sería a los especuladores de toda pelambre.
Que apetitosas
lucen las arepas quemadas de Lorenzo Mendoza. Si cada vez que las veo
en televisión se me hace agua la boca. Este señor debía hacer un
curso intensivo de cómo hacer arepas.