A
falta de líder, la oposición exhibe una suerte de procesión de
dirigentes de moda -como toda moda, efímeros- que desfilan por sus
medios pontificando con aires de superioridad intelectual y de clase.
Una de ellos, haciendo uso del original método de resucitar muertos,
tomó el camino de empujar el vagón de cola del pensamiento liberal. Con
moral de boy scout y eludiendo el tufo jurásico del tema, la dirigente
arremetió contra el socialismo y argumentó a favor de “un país que siga
el ejemplo de los modernos -y buenos, le faltó decir- capitalistas
globales que destinan la mitad de sus ganancias a la caridad desde la
iniciativa individual y privada. Eluden al monstruo estatal que quiere
centralizarlo y socializar todo y llevan felicidad al mundo”. Se refería
seguramente, al club de unos 120 ricos del planeta (Soros, Torner,
Rockefellers, etc) que desde la fundación Bill y Melinda Gates, la más
grande beneficencia privada del planeta, recibe el 60% de sus ganancias,
para comprar medicamentos contra el sida, ropa, alimentos, equipos;
entre otros rubros, para los países más pobres de África. ¿Filantropía
de los millonarios? Veamos: Se trata de adquirir excedentes de saldos
defectuosos y mal terminados, a empresas que son de su propiedad, a
precios de mercado. Así, evaden impuestos, salen de los stock obsoletos y
poco rentables, reinvierten de manera inmediata sus ganancias, mientras
ganan influencia política en sus respectivos países y el mundo. Pero
además, hacen que la caridad deje de ser excéntrica al sistema de
valorización al incorporarla al ciclo de acumulación y reproducción. “El
discreto encanto de la burguesía”, consigue la adhesión de marca y el
agradecimiento de una pequeña burguesía urbana consumista, pero
sentimental y de mala conciencia; que imagina que cada vez que consume
invierte en una odisea ecológico-humanitaria. Se libera y sale del
closet comprando. Comiendo McDonald’s, por ejemplo, deja de ser un
consumidor pasivo. Pretenden los capitalistas, que “la mano invisible
del mercado” se haga mano visible, amiga y generosa, en la misma medida
en que afianzan las condiciones que hicieron miserables a los millones
que hoy dicen ayudar. Porque al tiempo que hacen más tolerable la
horrorosa miseria que ellos mismos crean, evitan que esas condiciones
sean superadas dejando al mundo tal como está. Aplican un remedio cruel,
que no cura la enfermedad, sino que la “normaliza”, prolongando y
multiplicando a perpetuidad las penurias. El consumo como deber ético,
es la plusvalía ideológica, que redime al consumidor de sus pecados (por
ejemplo, la consigna de Starbucks: “No es solo lo que consumes, es lo
que compras con ello”, o esta: “Cuando compro creo un mundo mejor”). Es
la cobertura de los que ven en la miseria de muchos una oportunidad para
el lucro de unos pocos. Habría que recordarle a la dirigente de moda,
que Naciones Unidas presentó en 2007 un informe en el que 360 personas,
propietarias de estos clubes de beneficencia, perciben el 50% de la
riqueza mundial. Estos socios destruyen los estados nacionales, mientras
se lucran. Bill Gates ha descubierto que el negocio de la caridad es
tan lucrativo, que ha dejado desde ya el 99% de su herencia, calculada
en 50 mil millones de dólares, a su fundación, la cual será administrada
de manera discrecional y perpetua por sus hijos. Así evitará que luego
de su muerte tengan que pagar el impuesto de herencia y la renta al
lucro, a la vez que garantiza que todo quede en casa. Alguien dijo que a
nuestra derecha le hacía falta un programa. Yo digo que le falta
decencia e imaginación. El cinismo está en decir, “pero peor es nada”. A
ellos, al final del camino, los espera un proverbial camello bíblico,
invitándolos a cruzar frente al ojo de una aguja.
juanbarretoc@gmail.com