La temida por los quinta columna que tanto daño le vienen haciendo a la Revolución, la nativa de Anzoátegui, donde hoy vemos con dolor y ella más que nadie lo vería, como ganan terreno a grandes pasos los enemigos de la Patria y los organismos oficiales están llenos de traidores disfrazados con ropaje rojo, igual que aquí en nuestro querido Táchira en donde quienes deberían dar ejemplo se destruyen en una guerra fratricida que parece inevitable, cuando suceden hechos que pretenden destruir cual aves de rapiña la obra levantada con tanto sacrificio.
Se nos fue cuando más la necesitaba el pueblo, el verdadero pueblo, ese cuyo corazón palpitaba al unísono con el de ella porque vivía sus mismas tragedias, ese por el que ella luchaba y por quien hasta se quitaba el pan de su boca.
Se fue tal vez porque su corazón no aguantó más, ver cómo el proceso pareciera ceder terreno ante un grupo de desadaptados “manitas blancas” a los que ella enfrentó casi cuerpo a cuerpo en las guarimbas y que ahora han logrado que la revolución eche a la calle a que se sumen a las conspiraciones, a quienes ella combatió y supo como mataban y colocaban bombas para culpar a su amado presidente y su gobierno.-
Pero dejó huella, una huella imborrable como la de las heroínas de antaño, que entregaron su vida por las causas más nobles.
Claro que para ser realista y sincero como lo fue ella, hay que decir que muchos dentro y fuera de la Revolución se frotan las manos, porque Lina era una piedra en el zapato de bastantes, que con careta, han pasado desapercibidos haciendo el mayor daño; de ésos Lina sabía, ellos sabían que Lina lo sabía y por eso ahora respiran profundo, aliviados. Pero vendrán nuevas “Linas” y tomarán sus banderas, y elevarán su voz para decir sus verdades y contribuir a lo que ya es un sentimiento arrollador: tener una Revolución, lo más pulcra en la defensa y en la práctica de sus principios, una Revolución como la que soñó el Ché, como la que nos muestra Chávez todos los días, con millones de “Linas”, con millones de Chávez, con banderas limpias como las que el gran Libertador nos dejó de herencia, banderas sin traidores, sin tránsfugas, sin zancadillas, con el solo ideal de lograr por fin la Libertad y la verdadera independencia. Lina desde donde esté nos va a ayudar, se fue a juntarse con Luis, con Müller, con William, con García Ponce y con tantos otros que van a seguir entre nosotros haciendo bueno aquello de que “Quienes mueren por la vida no pueden llamarse muertos”.Lina ahora, comenzó a transitar la inmortalidad. la eternidad como lo expresó nuestro líder ante su féretro velado en la calle con su pueblo, no podía ser de otra manera, ella no aceptaba paredes en su vuelo libertario.- Paz a sus restos y fortaleza para los que aquí quedamos con sus banderas ondeando y bien arriba.-
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