Estimado Sr. Schmilinsky,
acabo de leer su artículo y pienso que vale compartir unas pocas ideas
sobre el tema. Disculpe por favor mi castellano - soy alemán, el
castellano no es mi idioma maternal. Le escribo porque soy solidario
con el proceso revolucionario, escribiendo mi tésis de doctorado sobre
el tema de la socialización/democratización de las empresas públicas
en Venezuela desde la teoría de derecho. Pero eso es otro tema.
Usted escribió que las empresas básicas, en este caso Alcasa o
Venalum, estuvieran en quiebra, comparando el precio de producción
con
el precio de venta, y deduce que solamente hay dos posibilidades, si
no entiendo mal: o cerrar o bajar los salarios.
Ahora, entiendo bien su rabia con este asunto; no obstante me parece
que hace falta la tercera posibilidad que pudiera resolver el problema
y que está en discusión desde hace tiempo: adecuar la maquinária
de la
empresa, aumentando la productividad. Por lo menos en la teoría es
muy
sencillo: si aumenta la productividad (cantidad y/o calidad del
producto por hora de trabajo), baja el coste por unidad. Es cierto
que
se necesita inversiones altas para lograr eso en Alcasa, las cuales
se
necesita calcular también; y es cierto como usted dice que con el
método de producción actual la producción no es sostenible. Pero
me
parece que vale discutir todo eso con un poco más teoría sencilla
económica. Y también me parece que valdría calcular los costos
sociales y económicos de largo plazo si se cerrase la empresa - las
destrucciones sociales, culturales, económicos (pérdida de
conocimiento y estrcuturas en tiempos de aumento de precios).
Sobre las demandas en Guayana:
Como jurista de derecho laboral no tengo las mínimas dudas que es
legítimo demandar el pago de deudas y un aumento adecuado de los
salarios en la situación inflacionaria de Venezuela. En el derecho
(capitalista) alemán (no conozco las normas venezolanas pero me
sorprendiera si fuera diferente) es además totalmente legal dejar
de
trabajar si el patrón adeuda un monto relevante del salario o de otros
beneficios. Como socialista, me parece absurdo que el estado no pague
a tiempo a sus empleados; me parece políticamente incomprensible y
socialmente insoportable.
Me parece que el problema venezolano aquí discutido es muy complejo,
porque el costo del trabajo venezolano tiene razones en el área de
exportaciones; "la culpa es del petróleo". La alta concentración
al
petróleo en las exportaciones tiene como efecto que el Bolívar sea
constantemente sobreevaluado; por eso es tan incostoso importar y tan
costoso producir en el país. El problema se puede solventar solamente
con un aumento radical de la productividad (a través de maquinária
y
educación) o, como todavía, repartiendo los ingresos petroleros con
empresas de poca productividad.
Pero si el problema tiene raíces macroeconómicas y el estado tiene
mucha plata para hacer inversiones (y se abstiene a generar más
ingresos a través de impuestos más altos a la clase alta/media-alta:
son mucho menores que en la Alemania no-socialista, y muchísimo menos
que en la Escandinavia un-poco-más-socialista), me pregunto: es
correcto culpar a los trabajadores? No fuese correcto demandar una
política socialista coherente al estado? Una política de no solamente
prometer inversiones, sino de cumplir las promesas? (la culpa en este
caso no es del presidente sino de los ministerios de finanzas y del
MIBAM).
Bueno, espero que no le ofendí (que me parece un problema profundo
en
Venezuela; respetándose un poco más, discutiendo un poco más a las
cosas ("ad rem") y un poco menos a las personas ("ad
personam")
beneficiaría mucho, especialmente en el movimiento obrero...), y le
envío saludos cordiales y revolucionarios desde un rincón de la
segunda potencia imperialista del mundo (no todos somos enemigos no
obstante),
Heiner Fechner
Universidad de Bremen
RESPUESTA. Profesor Fechner, empiezo por ofrecerle disculpas por el retraso de responder su correo, pero compromisos de la misma índole me habían impedido hacerlo con anterioridad. Ahora, con respecto al contenido de su misiva lamentablemente tengo que decirle que respeto su opinión, pero no la comparto.
Y eso por una razón
muy sencilla que no amerita mucha discusión. Me refiero a que en vista
de la crisis mundial del capitalismo, que incluso está obligando al
gobierno norteamericano a suprimir derechos laborales de sus trabajadores,
los productos de las empresas básicas de Guayana se han quedado sin
mercados. Y sin mercado, Profesor Fechner, por muy productiva que pueda
ser una empresa, y eso lo sabe usted, carece de viabilidad, es decir,
es imposible mantenerla en pie.
Yo no sé
si estará enterado de las enormes pérdidas con la que han venido
operando esas empresas. Y cuando le digo enormes, Profesor Fechner,
no es por un irresponsable afán de alarmar y ni de desvirtuar la realidad,
sino porque en verdad son así, gigantescas. ¿Pero en qué me baso
yo para hacer tal afirmación? Me baso en la afirmación que me suministró
una persona que sí es una verdadera autoridad en la materia. Este experto
me hizo ver, con argumentos suficientemente razonados, que yo, al dar
las cifras negativas con las cuales están operando las citadas industrias,
me había quedado corto En efecto, según el ingeniero Fernando Rodríguez
Delgado Alcasa “sólo” está registrando pérdidas por el orden
de los 300 dólares por tonelada producida. Me informó, además, que
la producción de esa empresa es de 1200 toneladas diarias. Ahora, profesor,
si usted multiplica 300 por 1200 le dará un resultado de 360.000 dólares
de pérdidas diarios. Pero si esta cifra se multiplica a su vez por
30 y este resultado se vuelve a multiplicar por doce, entonces obtendrá
una cifra de 129.000.000 dólares de pérdidas al año.
Pero estos
resultado que de por sí son sumamente alarmantes, pues no se justifica
que ninguna empresa opere con pérdidas, y menos si éstas pueden desequilibrar
gravemente las finanzas públicas, estos resultados, repito, no se corresponden
con las pérdidas reales que actualmente está registrando la industria
del aluminio en Guayana. Las mismas, según el experto mencionado, son
mucho mayores para las empr4esas, y mucho mayor aún para la nación,
que está absorbiendo esos pésimos resultados.
Ante este
cuadro alarmante, ¿puede nadie medianamente sensato pensar que esta
situación pueda prolongarse indefinidamente? Sin causar grandes trastornos
a la economía del país? Y digo indefinidamente, porque como dije al
comienzo no existe ninguna posibilidad de que el mercado internacional
del aluminio experimente alguna recuperación ni en el inmediato ni
en el mediato plazo. La crisis estructural del capitalismo, su creciente
incapacidad de generar progreso y desarrollo, su decaimiento progresivo
y continuado no es cuento. No es una fábula. Es por el contrario una
contundente realidad antela cual debemos estar preparados los venezolanos
para impedir que sus coletazos nos afecte severamente.
Pues bien,
¿qué solución se le podría dar a esta complicada situación?
A mi juicio sólo hay dos salidas: el cierre de las empresas o una reducción
drástica de sueldos y salarios. Aunque podría haber otra, por qué
no: entregarle a los trabajadores la industria del aluminio.
Para terminar, quiero
reparar lo que ha sido una falta grave a la cortesía. Se trata de que
me olvidé darle las gracias por su interés y preocupación por nuestro
país.