Hay quienes confunden
política con partidos y
democracia con elecciones.
Eduardo Galeano.
Una de las falacias históricas más duraderas, todavía mantenida y
defendida por intelectuales, académicos y políticos de oficio, es que
los partidos políticos son imprescindibles al sistema democrático.
Que la democracia no es viable sin la existencia de partidos que
sirvan de mediadores entre el pueblo y las instituciones. Ciertamente
hay un modelo político que es muy difícil de imaginar sin la
existencia de los partidos: la democracia representativa. En ella,
todos los partidos -sean de derecha, de centro o de izquierda- se
presentan y justifican como los canalizadores de las aspiraciones del
soberano. Pero este argumento se desvanece en la medida que avanza la
democracia participativa, donde el ciudadano conciente no se deja
suplantar por nadie.
Los líderes de partido aluden constantemente al "pueblo"; pero, a lo
sumo, lo valoran como "masa" votante. Estando en la oposición o en el
gobierno, los partidos políticos persiguen siempre los mismos
objetivos: tomar y mantener el "poder" para repartirse las parcelas
de la administración pública entre sus "cuadros" y sus aliados. La
diferencia fundamental entre los partidos políticos y el soberano es
que los partidos persiguen la conquista del poder para monopolizarlo,
anteponiendo sus intereses de grupo al bien común; mientras que el
pueblo ejerce el poder para socializarlo en beneficio del bien común.
Los partidos, como su nombre lo indica, son parcialidades políticas.
El pueblo, por el contrario, es el único que puede encarnar la
verdadera unidad.
La Revolución Bolivariana está promoviendo los conceptos de
participación ciudadana, poder popular y democracia directa, pero
estas ideas corren el riesgo de convertirse en
demagogia "oficialista" si permitimos que el ejercicio del poder, en
todos sus niveles de decisión, siga siendo acaparado por los partidos
políticos. Está muy fresca en la memoria del pueblo venezolano la
traición del Comando Ayacucho luego de la recolección de firmas para
activar el revocatorio de los diputados de oposición. A diario
presenciamos el sectarismo y la corrupción de funcionarios públicos
del PPT y el MVR, por sólo mencionar a los que detentan más cargos.
Del lado de la oposición también sigue fresco el recuerdo del
oportunismo de tarima y televisión de los viejos líderes partidistas
que intentaron capitalizar los esfuerzos de una clase media inoculada
de temores, pero con legítimo derecho a manifestar su opinión
política.
El mito de la necesidad de los partidos guarda relación con la
dinámica electoral y hasta con las propias leyes electorales. En
tiempos de elecciones los partidos han demostrado ser muy eficaces.
Sirven para movilizar una gigantesca maquinaria capaz de reunir
recursos, pintar paredes, pegar afiches en todos los rincones del
país, movilizar gente y resolver muchos aspectos logísticos. Luego se
atribuyen la victoria y pasan altas facturas por el costo de horas-
militante. Siempre subestiman al pueblo. Creen que si éste no milita
en partidos entonces no está organizado. Sin embargo, el proceso
político venezolano ha demostrado que existen muchas formas de
organización no partidista que pueden exhibir iguales o mejores
resultados: círculos bolivarianos, UBEs, patrullas, grupos de
vecinos, asociaciones civiles, ONGs, reservistas, patriotas,
vencedores, lanceros, triunfadores... y millones de ciudadanos
independientes para actuar en el momento preciso (13 de abril dixit)
porque la participación popular es un río de infinitos cauces.
Chávez nada le debe a los partidos. No es gracias a éstos, sino a
pesar de éstos, que fue electo, reelecto y ratificado como Presidente
de todos los venezolanos. Es hora de impulsar la modificación de las
leyes electorales para permitir la inscripción de candidatos sin
necesidad de ser promovidos por partidos políticos. Si millones de
venezolanos queremos seguir votando por Chávez pero no pertenecemos
ni nos gusta ningún partido, ¿por qué se nos tiene que obligar a
marcar la tarjeta del MVR, del PPT, del PC o de la UPV? Por razones
obvias, esta bandera de nueva independencia civil nunca será
enarbolada por los diputados del bloque del cambio, ni tampoco por
los de oposición. Sólo podrá ser asumida por los ciudadanos
concientes.
Si somos verdaderos bolivarianos no podemos seguir traicionando la
última proclama del Libertador: ".Todos debéis trabajar por el bien
inestimable de la Unión. si mi muerte contribuye para que cesen los
partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro".