Gran escándalo mediático ha causado la aparición de casos de la llamada gripe porcina, conocida desde el punto de vista médico como AH1N1 en diversos estados del país. Al momento de escribir estas líneas se ha confirmado el primer caso en Nueva Esparta.
Sin ánimos de restar importancia a este brote epidémico, debo resaltar y recordar que cuando hizo aparición por vez primera en 2009, la Organización Mundial de la Salud se apresuró a declarar una Pandemia de la enfermedad (epidemia mundial) y se presagiaron enormes costos en vidas humanas. Estudios posteriores y los propios hechos descalificaron lo pronosticado, y una investigación demostró que muchas de las medidas anunciadas por la OMS fueron “inducidas” por uno de sus “expertos asesores” que resultó estar involucrado con la única farmacéutica que a nivel producía el medicamento adecuado para el tratamiento de la enfermedad. El saldo más significativo de la llamada “Pandemia” fue la repotenciación de la compañía Roche y la revaluación de sus acciones en el mercado bursátil, que habían tenido una baja importante en los meses previos. En cuanto a la letalidad de la gripe aH1N1 esta resultó ser menor a la causada por la influenza o gripe común.
Inmediatamente comenzó una carrera a toda máquina entre varias farmacéuticas internacionales con la finalidad de producir vacunas contra la aH1N1, lo que derivó en que en tiempo record se aprobaron licencias para que 3 laboratorios distintos ofrecieran el producto al mercado mundial. Ha sido cuestionado por investigadores independientes este proceso, argumentando que se obviaron los protocolos que se acostumbran en estos casos, no habiendo pruebas suficientes sobre la inocuidad de la vacuna y el índice de complicaciones derivado de la aplicación de las mismas.
Resalta en este escenario la voz dela Dra. Rauni kilde, exministra de salud de Finlandia, quien ha sido muy enérgica en su campaña para denunciar los efectos secundarios no reportados de la vacuna. A ella se suman voces calificadas en diversas partes del planeta, y los reportes de países como Suecia, Suiza y Canadá, donde las autoridades sanitarias se han visto obligadas a restringir la aplicación de las vacunas en vista de hallazgos de un número inusual de efectos secundarios graves (principalmente en el área neurológica)
Existe el antecedente de la vacuna antiinfluenza colocada en forma masiva a la población de Estados Unidos en la década de los setenta, que ha pasado a la historia como el desastre más grande en iatrogenia (enfermedad causada por impericia médica).
Sugiero a los lectores averiguar un poco más sobre la propia enfermedad y sobre la vacuna en cuestión, y a las autoridades sanitarias venezolanas revisar de forma exhaustiva toda la evidencia médica y científica disponible, antes de implementar medidas a gran escala.
No sería la primera ni la última que el negocio farmacéutico imponga pautas en las políticas de salud no en beneficio de la población sino en el de sus bolsillos, a costa del sufrimiento y daño a las personas que presuntamente serán “beneficiadas”. La historia indica que no está demás revisar el tema.
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