Lina Ninette Ron Pereira tal vez sea la más grande líder popular de su tiempo, incomoda muchas veces, tremenda casi siempre, pero sin excepción leal al proceso revolucionario.
Era Lina Ron cabeza visible de una tendencia del proceso revolucionario, tendencia que he calificado en escritos anteriores de “extremista”, para diferenciarla de otras que cubren un abanico de opciones, llegando incluso a una tendencia que no dudo en llamar “conservadora”, esa que quiere un cambio cosmético, cambiar para no cambiar, revolucionar sin que se transformen las bases de la sociedad y el Estado. Es esa tendencia que no empuja la carreta en el camino del socialismo humanista y auténtico por el cual luchamos.
“La Incontrolable” no es un calificativo que se me ocurre darle, fue el propio presidente Chávez quien ante conductas coyunturales que el consideró violentas y exageradas, le dio ese nombre. Es ese mismo Chávez que rinde homenaje ante los despojos mortales de ella, y reconoce una vez más sus inmensas virtudes y sus invalorables aportes a la Revolución venezolana. También el Comandante habría dicho que era “una buena mujer, pero que tiende a la anarquía”.
A no dudarlo, el calificativo de incontrolable cuadra bien a la figura de una mujer que, por encima de sus afectos y sus querencias personales, puso siempre al pueblo. Me atrevería a decir que desde septiembre de 1959, cuando nació en Anaco, hasta marzo de 2011, cuando muere en Caracas víctima de infarto al miocardio, Lina fue una revolucionaria incontrolable. El corazón dejó de latir en su cuerpo, pero late entre quienes aman la justicia y conocen de las bondades de la creadora de los Comités de Luchas Populares, que ella inspiro y ayudo a constituir.
La meta de Lina –confesó ella- “consiste en luchar a favor de los más desposeídos, para que no sean víctimas eternas de algunas personalidades representantes de la oligarquía y el imperialismo en Venezuela”. Muchas veces la vimos transitar ese camino, como la recordamos en actos de “anarquía” como dijera el presidente. Así ocurrió con la toma violenta del Palacio Arzobispal de Caracas o, más recientemente, con la toma de Globovisión, la que la llevó a estar presa en la DIM del 6 de agosto al 14 de octubre de 2009.
El nombre de Lina Ron ya está esculpido en piedra, o si se prefiere en bronce. Nadie podría objetivamente escribir la historia de la revolución socialista puesta en marcha en nuestro país, sin hacer referencia a esta humilde mujer del pueblo que luchó siempre por sus ideales, por lo que entendía era bueno al proceso.
Donde se encuentre Lina Ron ahora, como se llame el espacio donde ella abraza la eternidad, será siempre una revolucionaria. Si desde allá puede ver y sentir nuestro acá, seguirá protestando injusticias y deslealtades. Aún allá la “Incontrolable” sigue sin control.
(*) Municipalista, Dirigente Comunal, y Fundador del PSUV