¿La construcción colectiva de un Ministerio de la Juventud?

En la actualidad es un lugar común hablar de la “construcción colectiva”, concepto evocado para definir la participación activa en función de un logro común, donde la corresponsabilidad es base de la relación constructiva. De hecho, en la Psicología Social y actualmente en las Ciencias Políticas, este término es usado en el marco de un paradigma denominado Socioconstruccionismo, una de sus características principales es su posición crítica, de continuo cuestionamiento de aquello que venimos considerando como obvio, correcto, natural o evidente. Podría considerársele como una visión de los continuadores lógicos de la sospecha intelectual. 

Cuando el presidente Chávez invita a los jóvenes y los estudiantes a avanzar en la construcción colectiva de un Ministerio que tenga como competencia el desarrollo de políticas atinentes al impulso de este sector social que ha estado tan convulsionado en los últimos tiempos, está echando mano de la concepción que ha sido la génesis del proceso revolucionario, el proceso constituyente permanente, y en este caso, ha evocado a un proceso constituyente juvenil y estudiantil, con base en una visión socioconstruccionista, que estructura su instalación en una posición crítica, que debe cuestionar lo obvio, lo correcto, lo natural y lo evidente, sólo así podrá articularse una verdadera propuesta revolucionaria y socialista. 

Un proceso constituyente juvenil y estudiantil, evocado desde el paradigma socioconstruccionista, para la formulación de una forma distinta de relacionamiento con y desde este sector social, aún cuando justifica la creación de una nueva institución para garantizar el sostenimiento de las definiciones constituyentes, requiere en realidad, una profunda revisión histórica de cómo se ha concebido la juventud en nuestro país, y cual ha sido su rol en el desarrollo social, económico y político. Siendo esto muy pretencioso para desarrollarlo en este breve espacio, me remito a hacer mención  sólo de algunos hitos importantes: los jóvenes Libertadores Sucre y Bolívar, los jóvenes y estudiantes de la generación del 28, los jóvenes y estudiantes de la subversión armada venezolana de los 60 y 70, los jóvenes y estudiantes de los movimientos sociales de  los 80 y 90 que subvierten el orden impuesto por el Puntofijismo y la decadente democracia representativa, la juventud militar bolivariana que acciona en armas en apoyo a la juventud de los 80 y90, la juventud revolucionaria antiimperialista del siglo XXI nacida del proceso revolucionario y socialista, los jóvenes y estudiantes manos blancas que luchan por la vuelta al pasado y por la derechización de la sociedad venezolana, y la juventud bicentenaria fraccionada entre lo político revolucionario-socialista y lo institucional. 

Sobre este último aspecto, el institucional, han existido importantes esfuerzos por hacer que los jóvenes desarrollen el ejercicio de la formulación de sus políticas públicas. Podemos así recordar a Enrique Ramos, primer presidente del Instituto Nacional de la Juventud (INJ), que logró desarrollar junto a su Junta Directiva constituida por jóvenes de diversas posturas políticas, un esfuerzo aglutinador en momentos tan álgidos como los posteriores al golpe de Estado y el paro petrolero, en apoyo de las Misiones Sociales que se encontraban en pleno desarrollo. También podemos recordar la gestión de Leomar Solórzano frente al Instituto Municipal de la Juventud de Caracas, quien emulando su participación frente la Junta Directiva del INJ, al asumir la construcción del IMJ logró articular un espacio muy activo en el desarrollo de la investigación-acción de la realidad de los jóvenes caraqueños. 

Sin embargo, ha habido un permanente dilema en estos y otros esfuerzos por desarrollar instituciones para la juventud y los estudiantes, dirigidos por jóvenes y estudiantes, además desde el proceso revolucionario, y estos han sido: la incorporación plena de todos los sectores juveniles políticos y sociales existentes a una definición de plan estratégico, acompañado de acciones concretas para generar la empatía entre las instituciones planteadas y los sectores, grupo e incluso sectas que entre la juventud y los estudiantes existe.  

La condición de ser joven o de ser estudiante, per se, es una condición siempre rebelde ante el status quo, lo que implica un nivel de dificultad supremo, al pretender articular esfuerzos para su desarrollo, y aún más con un proyecto transparentemente socialista. 

Las ideas de derecha, nunca definidas así mismas con su verdadero nombre y apellido, formulan estrategias seductoras, atractivas y persuasivas hacia los jóvenes, basada en el consumismo, el hedonismo, la individualidad, la competencia, etc. que con su aliado fundamental; los medios de comunicación, logran una penetración amplia de los gustos y apetencias de un sector permanentemente vulnerable ante lo fácil o lo ligero. 

Sin embargo, en nuestro país la juventud y los estudiantes de la actualidad se muestran en condiciones aguerridas, sea cual sea su postura o visión sobre lo que debería ser el destino del país, pero a su vez, muestran una amplia susceptibilidad ante la influencia de quienes han tenido el control político y económico del país. Nuestra juventud y los estudiantes, de un sector y otro, aún no son autónomos, y su rebeldía se diluye en apetencias personales que hacen mucho daño a sus propios movimientos.  

Una institución, como un Ministerio de los Jóvenes y los Estudiantes, que pretenda ser un centro de control y cooptación de las estructuras, movimientos o grupos juveniles y estudiantiles tendrá su fracaso asegurado al nacer. Pero, si en lugar de eso, vemos a un Nuevo Ministerio, creado bajo el criterio socioconstruccionista, que haga gala del pluralismo, la tolerancia, la inclusión, y formule políticas públicas atinentes al apoyo concertado para desarrollo de las capacidades y competencias potenciales de nuestra juventud deportiva, intelectual, cultural, social, lúdica, productiva, reproductora, entonces estaremos al frente de una extraordinaria oportunidad. 

Es difícil definir quien debe dirigir un ministerio como este, es además discrecionalidad del presidente seleccionar a sus ministros, pero sin duda, el perfil debe cumplir algunos parámetros: tener capacidad para la formulación, seguimiento y control de políticas públicas con eficiencia y eficacia, ser una persona nacida del consenso y que genere consenso (el asunto de la edad es relativo y creo que no limitativo), con experiencia política, y fundamentalmente sensible al tema de la juventud y los estudiantes sin menos cabo del desarrollo de otros sectores sociales que constituyen nuestra sociedad.

Una experiencia como la que se viene desarrollando actualmente, y que tuve la oportunidad de conocer gracias a la participación de Herick Rangel y Leomar Solórzano en el programa de radio Cara o Sello, donde jóvenes de todo el país participan en el diseño de lo que quieren como ministerio, no puede ni debe quedarse en un mero ejercicio retórico, sino, por el contrario, debe ampliarse a otros sectores políticos, y aún más, a todos los ministerios, lo que podría generar un verdadero cambio estructural, ya que sigue siendo inviable hacer una revolución socialista con un Estado Liberal-Burgués en plena vigencia. Éxitos al nuevo ministerio.

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Nicmer N. Evans

Director de Visor 360 Consultores, una piedrita en el zapato, "Guerrero del Teclado", Politólogo, M.Sc. en Psicología Social.

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