No se puede obviar que la lucha de contrarios es el motor de la historia, fuerza del movimiento. La contradicción entre la fuerza de trabajo y el capital, no sólo envuelve una lucha por la justicia sino impulsa el cambio social. En las sociedades de clases, es la fuerza que empuja hacia el futuro promisor. La lucha contra la explotación es vital y siempre tiene alto rango. Ella puede medirse, determinarse incluso a nivel individual. Para eso están las matemáticas. La conflictividad de clases no desaparece sino con éstas y todavía quedan en el medio las desigualdades que, como contradicciones, aún no siendo insalvables, motorizarán el movimiento. En las sociedades de clases, esa desigualdad empuja la lucha por el cambio, progreso y mejoramiento. Los trabajadores, por una simple razón de subsistencia o clasista, atienden primordialmente a ella.
En el caso venezolano actual, donde el gobierno tiene una actitud diametralmente opuesta al colaboracionismo de clases, es procedente considerar lo que debe ser la actitud de los trabajadores y sus dirigentes, sin perder la perspectiva en cuanto al armado estratégico nuestro y el oposicionista. Porque la lucha de clases en el capitalismo, debe asumir entre otros, el carácter de la defensa del salario y demás reivindicaciones, al mismo tiempo, sin quedarse en el economicismo, que se brega para impulsar transformaciones hacia una nueva sociedad.
Venezuela es una sociedad de clases y lo es no sólo porque los medios de producción están en manos de particulares; la superestructura es el reflejo de aquello, incluyendo el rol del Estado Nacional, y éste es el gran empleador, empresario y manejador de la cuantiosa renta. Pensar que por tener el gobierno que tenemos, la lucha de clases por la distribución justa de la renta petrolera y particularmente – porque hay dos cosas a considerar – el producto del trabajo, ha llegado a su fin o demanda una postergación, no parece apropiado.
Siendo la nuestra entonces una sociedad capitalista, es sencillo que no debemos contener y evitar las luchas de los trabajadores por sus reivindicaciones. Al contrario, estamos obligados a impulsarlas y prestar a ellas todo nuestro respaldo. No es solamente pertinente decir que los trabajadores del sector privado, en la Venezuela de hoy, tienen todo el derecho y deber de asumir el liderazgo en la defensa de sus intereses clasistas, como la solicitud de aumentos salariales y la firma de la contratación colectiva. Del mismo modo que los del sector público de alcaldías y gobernaciones manejadas por el bando opositor, sino también con respecto a quienes prestan servicios en la enorme área estatal controlada por el sector revolucionario. Esas reivindicaciones no deben venir como concesiones patronales, pues de esa manera pierden vigor, audacia y significado las luchas por la justicia y cambio de sociedad y del Estado mismo. No es procedente mantenerse contemplativos, esperanzados y confiados en la abundante buena fe, sino que esos derechos hay que conquistarlos.
Los dirigentes sindicales de la revolución no deberían asumir una pose dual, de doble faz, porque aparte de restarse respaldo entre los nuestros, no se abren nuevos espacios, cuando no se les ve como abanderados del cambio y las conquistas laborales, sino sujetos a la decisión estatal; además, así quitan entusiasmo a esas luchas de los trabajadores. Resta autoridad frente a patronos, privados u oficialistas, trabajadores y sociedad toda.
Eso fortalece el discurso oposicionista, según el cual, todo llega en su momento y porque es ley, como han logrado convencer a muchos pensionados del IVSS. Por la otra, mandan un mensaje de dos filos muy poco edificante, al hacer creer que sus líderes les guían enfáticamente en sus luchas cuando están del lado opositor. Lo peor, que sólo son empeñosos en llevarles a la conquista de lo que les pertenece, no lo que se les da, en donde gobierne la oposición.
La oposición, después de recoger sus experiencias y evaluar sus resultados, intentará tomar liderazgo sobre todo en el frente de los trabajadores del sector público. Las fuerzas de la revolución, dentro o fuera del gobierno, deben evaluar muy bien todo eso. Hay mucha tela que cortar.
damas.eligio@gmail.com