El sentido y el contenido de la revolución socialista en nuestra América y, muy particularmente, en Venezuela, tendrían que desmantelar forzosamente las diversas estructuras que caracterizan el modelo de sociedad actual, con un Estado burgués-representativo y una economía capitalista periférica y extractiva, por lo cual el esfuerzo articulado de los revolucionarios debiera dirigirse, esencialmente, a la construcción de espacios independientes de participación popular que le disputen consiguientemente la hegemonía al poder constituido, esto es, a las minorías dominantes, al mismo tiempo que se emprende un cuestionamiento deslegitimador de la omnipotencia depredadora del capital.
De este modo, la revolución socialista dejaría de ser algo abstracto y pasivo para convertirse en una realidad totalmente dinámica y demoledora de los paradigmas que han regido hasta ahora a nuestros pueblos, imponiendo así cambios sustanciales que hagan de la democracia participativa y protagónica la base inalterable de los mismos, pues sería contradictorio que los sectores populares aún se mantuvieran tutelados por quienes ejercen el gobierno mientras se repite a diario que la soberanía reside en el pueblo.
En este caso, por su particularidad emancipadora y humanista, el socialismo revolucionario está llamado a representar el grado superior que pudiera alcanzar la sociedad humana en cuanto a su desarrollo armónico y a la plenitud de sus derechos democráticos. De ahí que les sea necesario a los revolucionarios despojarse de los patrones de conducta promovidos por la sociedad capitalista, sobre todo, en lo que respecta a la manera en que se asume la comprensión y el ejercicio del poder, obligados -por tanto- a establecer unas nuevas relaciones entre gobernantes y gobernados que resulten ser expresión constante de la nueva democracia revolucionaria, sin el verticalismo ni el autoritarismo que definen al Estado vigente. Esto, por supuesto, exige un cambio de actitud radical.
Para lograrlo, es ineludible plantearse un proceso de formación y de superación -en un primer lugar- de los cuadros revolucionarios, extrayendo de la práctica revolucionaria todo lo necesariamente útil para la construcción tangible de la sociedad de nuevo tipo, definiendo y fortaleciendo aquellos espacios ya conquistados por los sectores populares. Tal proceso ayudaría, sin duda, a fijar controles que tengan su punto de partida desde abajo que respondan a esquemas de organización sujetos al desarrollo y la consolidación de la democracia participativa y protagónica. De otra forma, se caería en el reformismo, así se proteste que ello es socialismo, ignorando que sin la participación real del pueblo éste no será jamás posible, como ya lo demostraron las experiencias fallidas de la URSS y de las naciones bajo su órbita imperial.
Por ello, la revolución socialista nunca debiera ser pasiva, ya que su meta fundamental es la completa supresión de las desigualdades, la explotación y la falta de derechos básicos de la mayoría poblacional de nuestras naciones bajo el régimen capitalista. Creer que la misma deba obedecer a etapas por cumplirse, según “leyes inexorables” que pocos sabrían explicar, es echar mano a los mismos recursos utilizados por los sectores dominantes para negarle al pueblo su status deliberante, soberano y creador, manipulándolo según sus intereses particulares. En vez de eso, los revolucionarios tienen ante sí el reto de hacer del socialismo una herramienta fructífera para el cambio estructural que debe experimentar el Estado burgués-liberal imperante, sin que esto signifique darle continuidad o fortaleza alguna, ya que -de ocurrir- se menoscabaría igual que hoy la soberanía plena de los sectores populares.
Algo similar, tendría que entablarse respecto al sistema económico capitalista, invirtiendo las relaciones de producción y de explotación existentes, con una clase trabajadora consciente y organizada (sin la clásica distinción entre trabajadores manuales y trabajadores intelectuales o profesionales), capaz de romper las diferenciaciones de clase actuales y de instaurar la sociedad igualitaria, democrática y justa que todos quisiéramos ya vivir.- *Maestro ambulante. ¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO!!! ¡¡Hasta la Victoria siempre!! ¡¡Luchar hasta vencer!!
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