Los recientes aumentos
salariales reivindican a un importante sector de la sociedad venezolana
trabajadora del sector público e impulsa el mejoramiento de condiciones
salariales del sector privado, de eso no hay duda, pero ¿en qué se
convierte realmente un aumento del sueldo mínimo fraccionado del 25%
para todos los trabajadores en ese escalafón y un promedio del 40%
de aumento del resto de los trabajadores del sector público, en un
país rentista y altamente inflacionario como consecuencia de la especulación?
A principios de año
el gobierno bolivariano anunció un aumento del IVA que afortunadamente,
producto de las críticas formuladas por diversos sectores, se detuvo,
pero además, efectuó una devaluación o lo que trató de definirse
como “unificación” cambiaria al suprimir el acceso a dólares preferenciales
a 2,60 Bs para la compra de insumos en el área de la salud, las importaciones
de alimentos, maquinarias, libros, artículos tecnológicos, todas las
importaciones del sector público y las remesas al extranjero, que hoy
después de cuatro meses y producto del agotamiento de los inventarios
existentes antes de la medida, ha impactado en el incremento de los
precios en los nuevos inventarios de estos rubros importados.
Por otra parte, al
día siguiente de haberse tomado la medida de ajustes salariales, vimos
como algunos comercios incrementaban sus precios, en especial aquellos
pequeños restaurantes, fenómeno que proporcionalmente se irá incrementado
sin que el gobierno pueda detenerlo, ¿por qué?, sencillo, la “unificación”
cambiaria, el aumento de sueldos y salarios y la incorporación del
beneficio del ticket alimentación en micro y pequeñas empresas nunca
vendrá del sacrificio en la reducción de ganancias del empresario,
sino que será trasladado al precio final para que el consumidor pague
este incremento salarial o aumento del costo de las divisas, esto quiere
decir que el mismo trabajador que se ve inicialmente beneficiado por
un incremento en su ingreso, de manera paulatina termina pagando su
propio incremento y el de los demás, bajo el manto de una sensación
de incremento del salario que terminará siendo un espejismo a los tres
meses del decreto.
Un lector perspicaz
se preguntará ¿Por qué pasa esto? ¿Entonces el aumento salarial
es un espejismo? ¿Nos han engañado? A lo que podríamos responder
que:
1.- El espejismo y
la desilusión posterior a la devaluación planificada que no permite
disfrutar realmente de un incremento salarial, pasa cuando dicha medida
se toma en un país donde los márgenes de ganancia no tienen ningún
tipo de regulación, en pocas palabras, el empresario venezolano gana
lo que le viene en gana, siendo generalmente un margen entre el 50%
y el 250%, lo otro es que nuestra cultura rentista hace que los empresarios
venezolanos deseen recuperar su inversión de manera inmediata y con
ganancias en no menos de 3 meses, y finalmente nuestros empresarios
no sólo trasladan el incremento salarial al precio final, sino que
ello también quieren su aumento de sueldo y ganancias tal como si se
hubiese también decretado para ellos.
2.- Sí, es un espejismo
el aumento salarial, si no va acompañada de una política seria de
regulación de tasas de ganancia, como consecuencia de un estudio serio
de estructuras de costos y precios, que permita fijar tasas máximas
de ganancia y a su vez tener una estructura eficiente de monitoreo de
costos y precios que detecte en tiempo real cuando se incurre en especulación.
Esto implica superar la “comiquita” que es el INDEPABIS, institución
inoperante que no tiene ninguna capacidad de dar respuesta siquiera
a las denuncias que recibe, y actúa a posteriori, cerrando locales
con un criterio más político que técnico, en una fiscalización ineficiente,
consumiéndose con un presupuesto donde el 95% de los recursos se va
en nómina.
3.- No nos han engañado,
la decisión en principio es profundamente obrerista en beneficio de
la clase que no posee medios de producción, pero si no se toman las
medidas antes mencionadas (como no se ha hecho hasta el momento de escribir
estas palabras) creando una Superintendencia Nacional de Costos y Precios
e incrementando la eficiencia y eficacia de las instituciones que tienen
como función garantizar que se detenga la furibunda especulación,
sencillamente caeremos en la reproducción de un esquema económico
que aún sigue siendo perverso, donde al final quien se disfruta el
incremento de sueldos es el empresario o comerciante. El anuncio de
la creación de esta Superintendencia tiene ya cuatro meses, y sin dudar
que se está avanzando en ella, creo que el anuncio de un incremento
como éste debió ser acompañada no sólo del anuncio de una ley para
la protección del salario (que mientras se elabora da tiempo para
que se convierta en “sal y agua”), sino también de la constitución
de un organismo que controle los márgenes de ganancia.
Otros elementos fundamentales
para una revolución, no es sólo aumentar el salario, sino profundizar
en el control obrero, la transferencia de poder a las comunidades organizadas
y una verdadera transformación del Estado, que no siga alimentando
más burocracia inorgánica.
El problema final es
que parte de nuestro gobierno bolivariano no sólo ha planificado una
devaluación que ya no sólo responde a la especulación de los que
poseen los medios de producción, sino a un interés más pragmático
(electoral) que pretende, en lugar de superar el problema estructural,
generar una burbuja que atribuya una mejoría aparente a medidas “exitosas”
que no distan de las de cualquier paquete neoliberal, al menos que se
fijen y cumplan tasas máximas de ganancia. Como me dijo en estos día
el estimado economista Víctor Álvarez ¡No me suban más el sueldo
pero paren la inflación! a lo que yo agregaría, “y también la especulación”.
El dilema
Becerra
Si algo ha manejado
mal nuestro gobierno en estos últimos días ha sido el tema de Joaquín
Becerra, declaraciones débiles y carentes de sentido para algunos sectores
revolucionarios, señalamientos a un sector de la izquierda que apoyó
coyunturalmente a Caldera y que producto de eso se liberó a Chávez
y un sector progresista descontento con la decisión de haber deportado
a un colombiano nacionalizado sueco, periodista alternativo, cuyo delito
atribuible es publicar lo que la FARC dice sobre el gobierno colombiano,
es síntoma de ello.
Pudiendo ser verdad
que el error sea de quien provoca su detención, tal como lo señala
el mismo presidente el sábado 30 de abril en cadena, afirmando que
“¿Cómo es posible además que sabiendo que tenía Código Rojo el
viajara hasta aquí?”, “Que asuma su responsabilidad… Le montaron
una trampa”. “No tengo ninguna duda de que lo sembraron aquí…”,
también es cierto que en Venezuela tenemos a un Miguel Enrique Otero
o un Federico Ravell y algunos colombianos, gringos y apátridas conspirando
permanentemente con sus medios en contra del gobierno revolucionario
y no van detenidos ni por error.
Si a todo esto le sumamos
la reunión con Santos y Lobo, la liberación del “Cuervo”, el asesinato
de dos miembros del FNCEZ presuntamente por funcionarios del SEBIN hace
ya tres semanas, sin que autoridad alguna haya hecho algún pronunciamiento,
no queda más que recordar a Lina Ron, quien sin duda diría “aquí
está pasando algo raro” ¡alerta! ¿Qué se pone en riesgo? ¿El
Polo Patriótico acaso? ¿A quién le interesa eso?
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