Generalmente, tal situación ocurre cuando la concepción del poder resulta similar a aquella que se pretende desplazar, sin que haya un cambio estructural -sustancial- que dé cuenta de las transformaciones políticas, económicas, sociales, culturales y militares que integrarían el nuevo proyecto de sociedad. Si ello no está marcado por esta característica primordial sólo existe entonces una vulgar ambición de poder por el poder, así tal ambición se encubra bajo una retórica aparentemente revolucionaria. De ahí que surjan las exigencias de una incondicionalidad absoluta, carente de cualquier asomo de crítica o denuncia, que haga posible la perpetuación en el poder de una minoría en nombre de una mayoría, haciéndole saber a esta última que ello es necesario, por el bien de la Patria, inserto en una ideología acomodaticia, demasiado conveniente para muchos “dirigentes” mediocres, oportunistas y demagogos que explotan la credulidad de los sectores populares.
Así, se llega al colmo de señalar que las deficiencias, errores y desviaciones, sumados a la corrupción de algunos funcionarios públicos, es parte de las embestidas de una quinta columna y, en algún caso, de caballos de Troya, representados por enemigos encubiertos del gobierno que se dedican a minar su gestión desde adentro, sirviéndoles de excusa casi de manera permanente cuando la realidad es completamente distinta a la que se denuncia. De esta manera, aquellos que arribaron al poder, revestidos de un aura de renovación y revolución, terminan por actuar igual que sus antecesores, apegados a una especie de manual que los hace alejarse de las expectativas y las necesidades populares, repitiendo las mismas inconsecuencias de los gobiernos del pasado.
A ello habría que agregarle la estructura centralista y vertical del Estado burgués vigente, el cual obstaculiza un mejor desenvolvimiento democrático e independiente de los diferentes movimientos sociales que pudieran organizarse en la búsqueda de una mejor calidad de vida y en la defensa de sus derechos humanos y constitucionales más elementales, cuestión que facilita la vigencia de un clientelismo político que restringe y daña seriamente el ejercicio de una democracia realmente participativa y protagónica. Por esto mismo, difícilmente podría hablarse de quintas columnas y de caballos de Troya, puesto que la lógica del poder en nuestros países, principalmente, sigue los mismos patrones que en otras latitudes, por lo que sólo se evidencian cambios en nombres y no en procedimientos.
De aceptarse como cierta tal afirmación, los agentes de dichas columnas y caballos de Troya serían entonces quienes demandan una mayor compenetración de los gobernantes de turno con los ideales democráticos que enarbolaran para conquistar el poder (a través de las armas o por el voto popular), resultando en consecuencia “extraños” a la trama de complicidades e intereses de éstos y de su entorno. Para aquellos que usufructúan el poder, sería cosa sencilla endilgarles tal acusación, convencidos de la grave amenaza que representan para sus intereses, en vista que expondrían al sol las garrafales contradicciones de su gestión pública y la falta de legitimidad popular de la cual adolecerían.-
¡¡¡REBELDE Y REVOLUCIONARIO!!!