Estos son días tristes para los revolucionarios venezolanos. Casi en fila se nos han ido a otros espacios del infinito, a la lucha eterna por la justicia y la libertad planetaria tres magníficos camaradas, revolucionarios sin tacha, comunistas a carta cabal.
Domingo León, Nery Carrillo y Otto Graterol Payares, tres extraordinarios hombres que lucharon todas sus vidas por la justicia, por ideales redentores, por la liberación de Venezuela del dominio imperialista, por la emancipación de la clase obrera y de todo el pueblo oprimido y explotado, van caminando por las grandes alamedas de la Patria que se van abriendo bajo el impulso de la revolución bolivariana y socialista. Allí están plasmados muchos de los sueños de estos camaradas, sus ideales y aspiraciones de un mundo mejor.
La Patria les debe estar agradecida por sus muchos aportes y sacrificios, hechos con nobleza, desprendimiento, sin buscar lauros, ni gloria, con la humildad y sencillez de los verdaderos revolucionarios que no andan pregonando sus obras, pero éstas están allí, sembradas en los surcos de un país que finalmente se levantó de la oscuridad puntofijista y neo colonial, del crimen, en la construcción de un proceso esencialmente colectivo y que es la obra de varias generaciones de revolucionarios y que hoy, para fortuna de todos, lideriza otro hombre extraordinario, carismático y estratega, Hugo Chávez.
El espacio no permite hacer un recuento biográfico de cada uno de ellos, tampoco es esa nuestra intención, ello corresponde a los camaradas del PCV donde militó Otto hasta el final de sus días. A muchos camaradas del desaparecido PRV donde militó Nery Carrillo. A los camaradas del antiguo MIR donde militó Domingo. Esa es una tarea necesaria, hermosa realmente porque ellos forman parte de esa historia venezolana que desconoce la mayoría de nuestro pueblo y que ha cimentado lo que hoy es este orgulloso país que se yergue, enhiesto sobre la adversidad y marcha en pos de un mañana luminoso.
A cada uno de ellos los conocí por separado y en momentos diferentes, todos dentro de las luchas revolucionarias, en circunstancias difíciles, dramáticas algunas como es el caso del Dr. Otto Graterol, quien en buena medida marcó una porción de mi destino. Corría el año 1962, el 23 de enero caí preso en la Pastora. El Partido Comunista había acordado una insurrección aprovechando la coyuntura de la extraordinaria huelga que comenzó en el Táchira contra en régimen entreguista y criminal de Rómulo Betancourt y el partido AD, gobierno que había prácticamente decretado una guerra civil y los muertos, torturados y presos se producían a granel. Nos lanzamos a aquella aventura que fracasó.
Ya en el siniestro y detestado edificio de Las Brisas, sede del cuerpo político criminal del régimen conocido como Digepol, fui objeto de enormes torturas durante casi una semana, querían arrancarme secretos políticos sobre los destacamentos armados que participaron en la intentona insurreccional, nombres de sus integrantes y direcciones incluso. Yo tenía apenas 19 años y soporté estoicamente aquella andanada de golpes con un rolo macizo que los esbirros llamaban irónicamente “el democrático”; prácticamente desnudo, sólo con la ropa interior, las manos en la espalda sujetadas con unas esposas que a cada movimiento se cerraban más y se hundían aquellos hierros infernales en las carnes, así me daban de patadas y tiraban después tobos de agua encima; con un blackyak me golpeaban en las rodillas y piernas, a veces me ponían una bolsa de plástico en la cabeza para que me asfixiara; después me dejaban tirado en el piso y apagaban la luz de cuarto de torturas. Así duré 5 ó 6 días, después, al ver que no hablaba, que resistí a las torturas y golpizas me dejaron tranquilo, primero me pusieron en una celda muy estrecha que llamaban “tigrito”.
Estando allí empezaron a llegar muchos centenas de camaradas presos, muchos dirigentes nacionales del MIR y el PCV, con algunos hice amistad. Recuerdo a Moisés Moleiro, Gonzalo González Navas, Douglas Bravo, Américo Martín, Héctor Mujica Radamés Larrazábal, que lo agarraron viniendo de Cuba, por cierto me regaló una camisa verde olivo que pude sacarla y después me la llevé para la montaña. La gente del MIR me preguntó mucho sobre las torturas de que había sido objeto y en la edición clandestina creo que del periódico Izquierda, salió mi nombre junto a una larga lista de revolucionarios torturados.
Con Gonzalo González Navas y Douglas Bravo comencé a planificar mi evasión o fuga de allí, hubo dos intentos que por poco nos cuestan la vida a Gonzalo y a mí. Las torturas eran a diario y masivas por lo que se decidió hacer una huelga de hambre en la que yo participé. A través de Douglas Bravo se le planteó a la dirección del PCV mi posible fuga. Como a los 3 ó 4 días me salud se resintió por la falta de comida, el asma no me dejaba y tenía un principio de bronquitis, en aquel lugar hacía frío y, además las bañadas con agua fría y desnudo, como parte de las torturas, me produjeron un fuerte resfriado.
Lo cierto fue que me desmayé de inanición, los camaradas armaron tal alboroto que tuvieron que sacarme para un hospital. La idea era ir al Hospital de Salas donde estaba el Dr. Otto Graterol. Pero las cosas no salieron exactamente así, fui ruleteado. Primero me llevaron al Hospital Periférico de Catia, y allí no me aceptaron; después los digepoles me llevaron al Hospital Periférico de Coche, allí tampoco me quisieron aceptar, entonces no les quedó más remedio que ir al Hospital de Salas o Puesto de Socorro, ubicado donde hoy está la sede del Ministerio de Educación.
Cuando llegó la patrulla conmigo, al médico que me atendió en Emergencia le pedí que se lo comunicara al Dr. Otto Graterol, él lo hizo y de inmediato éste llegó, como pude le solicité que me tenía que hospitalizar porque mi objetivo era fugarme; así lo hizo, me pusieron suero, me hicieron las primeras curas y me hospitalizaron. Allí comenzó a planificarse la segunda parte del plan de fuga, intervinieron otras y otros camaradas del Pelotón Victoria y de los Aparatos Especiales.
A los 3 días me escapé de forma espectacular –esa es otra historia–. Pude salir de aquel lugar y llegué a una primera concha y después se fueron dando las condiciones para mi partida hacia las montañas de Falcón. La prensa de aquellos días de febrero reseñó de manera sensacionalista y amarillista la fuga. El periódico El Mundo, de la Cadena Capriles, policialmente vinculado al gobierno, le dedicó casi media página a grandes titulares, también lo hizo al día siguiente Últimas Noticias y creo que El Nacional.
No estoy seguro, pero creo que la Digepol se llevó preso al Dr. Otto Graterol porque lo involucraban con mi fuga. Naturalmente, de alguna forma lo estaba, era una cadena organizativa en acción. Fue quien me hospitalizó en el Hospital de Salas.
Han pasado de aquello 49 años, que es bastante tiempo, toda una vida, pero siempre llevé un sentimiento de gratitud hacia aquel magnífico camarada. A veces lo veía en la calle, vendiendo Tribuna Popular, el vocero del PCV; otras lo veía con su bata blanca de médico o nos encontrábamos en las marchas revolucionarias de apoyo a la revolución bolivariana.
Ya el Dr. Otto Graterol no está, partió a otros espacios, a reunirse con sus camaradas idos, para conspirar contra las injusticias y por la salvación del Universo de las garras del imperio.
(humbertocaracola@gmail.com) (Movimiento Social de Medios Alternativos y Comunitarios MoMAC) (Revista alternativa Caracola) (¡Libertad ya para los 5 héroes cubanos presos en las cárceles del imperio!)