Hace unos meses una joven en una marcha de la oposición dijo muy segura ante las cámaras que “mientras más dinero tengan los ricos mejor estarán los pobres”. Así mismo, sin anestesia. Cualquiera se cae pa’ trás como Condorito.
Al principio me sorprendió esta creencia de la joven, pero más tarde recordé que esto lo solía decir Margaret Thatcher para defender a los capitalistas salvajes. Y también se lo he escuchado decir a empresarios cuando defienden eso que llaman la iniciativa privada, pero claro, en otros términos menos chocantes y más apropiados para engañar a los trabajadores que aún carecen de conciencia de clase.
Pero que le vamos a pedir a los estudiantes si los profesores que están al servicio de la burguesía les enseñan que los que crean valor y riqueza en la sociedad son los empresarios y no los trabajadores. A partir de aquí los incautos deducen: si son los empresarios los que crean riqueza, el salario y todo aumento de salario se lo debemos a ellos. Que vaina, la lucha es larga.
Estos profesores les enseñan que un empresario crea valor cuando consigue satisfacer una necesidad en el mercado. Es decir, la explotación del hombre por el hombre en las fábricas no existe, porque el capitalista les paga los servicios prestados a las trabajadoras y trabajadores. Algo así como que el empresario le “compra el trabajo” al trabajador y no le queda debiendo nada. Tamaña patraña.
Es por eso que los empresarios se la pasan pregonando que la iniciativa privada crea valor para elevar la calidad de vida de la población, cuando en realidad son los accionistas de las empresas quienes se apropian la riqueza que creamos los trabajadores y trabajadoras. Porque el empresario no nos compra el trabajo, sino la “capacidad” o “fuerza de trabajo”. Y aquí está la trampa. Esto ya lo demostró Marx y a estas alturas la burguesía y los profesores a su servicio todavía nos quieren engañar. A nosotros no nos queda otra que interpretar a Marx. Esto es más o menos como sigue:
Marx escribe en el tomo I de El Capital que “el trabajo es la sustancia y la medida inmanente de los valores, pero de suyo carece de valor”, y agrega más adelante que “lo que la economía política denomina valor del trabajo, pues en realidad es el valor de la fuerza de trabajo que existe en la personalidad del obrero”. Por su parte, Engels lo ilustra en el Prólogo del tomo II de El Capital en estos términos: “No es el trabajo el que tiene un valor. Como actividad creadora de valor que es, el trabajo no puede tener un valor especial, lo mismo que la gravedad no puede tener un peso especial, ni el calor una temperatura especial, ni la electricidad un voltaje especial. Lo que se compra y se vende como mercancía no es el trabajo, sino la fuerza de trabajo”.
Es decir, el trabajo es una sustancia que no tiene valor económico, es impagable, pero es fuente de valor, crea valor, el trabajo vivo se materializa en las mercancías, pero lo que nos compra, y nos paga el burgués es la capacidad o fuerza de trabajo como una mercancía más en circulación, y el burgués se apropia de casi todo el producto de nuestro trabajo. Qué mantequilla.
La capacidad o fuerza de trabajo es la única mercancía que tenemos nosotros para vender en el mercado, y como toda mercancía, tiene su valor de uso y su valor de cambio. Su valor de uso es el trabajo, sustancia creadora de valor, y su valor de cambio es el salario, que es más o menos equivalente al dinero que necesitamos para reponer nuestra capacidad física y mental para seguir produciendo y mantener a nuestras hijas e hijos que nos sustituirán para garantizar la continuidad de la producción.
El capitalista consume o utiliza nuestra mercancía en la fábrica o empresa y nos remunera con el salario. Pero mientras usa nuestra fuerza de trabajo, nosotros materializamos nuestro trabajo vivo en trabajo objetivado. Luego, el burgués industrial y el burgués comercial, si hay competencia y no especulan, venden en el mercado este trabajo objetivado como mercancías a un precio cercano al valor de cambio. Aquí es cuando tenemos que hacer un ejercicio de comparación camaradas: cuando el valor de cambio de las mercancías que nosotros produjimos en la fábrica lo comparamos con el valor de cambio de nuestra fuerza de trabajo, que es nuestro salario, necesariamente nos tenemos que caer pa’ tras otra vez como Condorito. Se cumplió la ley del cambio de mercancías, equivalentes en valores de cambio, es cierto, pero esta ley del mercado no puede evitar que el patrón, el comerciante y el banquero, se apropien de casi todo el producto de nuestro trabajo. Son los propios bichitos. Y después andan por ahí diciendo que ellos crean valor.
Digo que se apropian de casi todo el producto de nuestro trabajo porque una parte no las devuelven en forma de salario. No porque reconozcan frente a nosotros que somos nosotros quienes creamos valor, sino porque necesitan que repongamos nuestra fuerza de trabajo para que burgués, cual vampiro, nos siga chupando trabajo vivo para acumular capital a costillas nuestras.
Haciendo honor a la verdad, hay algunos empresarios que sí crean valor, pero solamente cuando cumplen horario junto con nosotros, es decir, cuando trabajan. Pero no cuando viven del trabajo de los nosotros como unos mantenidos. El trabajo es una fuerza natural que se manifiesta en el trabajador como fuerza de trabajo, y por supuesto, también podría manifestarse en un empresario si no es un vago que hace un vuelo rasante por la empresa a mitad de mañana. La creación de riqueza por parte de la naturaleza y el trabajo la explica Marx en la Crítica al Programa de Gotha en estos términos: “La naturaleza es la fuente de los valores de uso (¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!), ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre”.
Si el empresario creara valor sin trabajar, solo porque tuvo la “brillante” idea de comprar fuerza de trabajo para usarla y satisfacer una necesidad en el mercado, no tendría necesidad de hostigar a los trabajadores para que produzcan más cantidad de productos y de mejor calidad de los que realmente se requieren para pagarles su salario, es decir, de lo que se requiere para mantener solamente la fuerza de trabajo. Por supuesto que no. El empresario tiene que reventar a los trabajadores dentro de la fábrica, para que sean ellos los que produzcan la riqueza que se apropia el burgués, porque el valor aumenta con la cantidad de trabajo que se ha objetivado en las mercancías. Una vez que el capitalista compra la fuerza de trabajo, a cambio de un salario, él la usa con la intensidad que le da la gana. Incluso hay trabajadoras y trabajadores que se han muerto frente a la maquinaria por exceso de trabajo. Y después andan por ahí diciendo que ellos crean valor. Qué desgracia.
De modo que nosotros vendemos al capitalista nuestro trabajo, fuente creadora de valor, el cual se materializa en las mercancías que él vende, y luego nos paga solo una parte del producto de nuestro trabajo. O sea, el capitalista nos paga solo con trabajo objetivado en el salario, que solo alcanza para que compremos lo necesario en el mercado y así reproducir nuestra fuerza de trabajo. El resto del trabajo objetivado en las mercancías que elaboramos se lo embolsilla en forma de plusvalor o plusvalía en lugar de darnos el producto de nuestro trabajo. Esto es así porque resulta que la mercancía fuerza de trabajo crea más valor de lo que vale. Engels lo expresa en la Introducción a la edición de 1891 de Trabajo asalariado y capital de Marx: “Esta mercancía tiene, en efecto, la especial virtud de ser una fuerza creadora de valor, una fuente de valor, y, si se la sabe emplear, de mayor valor que el que en sí misma posee”.
Entonces camaradas, creo que es muy poco lo que hacemos cuando peleamos por reivindicaciones salariales o por la reducción de la jornada laboral porque igual la explotación no desaparecerá del todo si no cambiamos las relaciones de producción. Necesario es luchar por “la abolición del sistema del trabajo asalariado”, como lo decía Marx en la Crítica al Programa de Gotha.
El sistema de trabajo asalariado es un modo de producción que surge con la forma burguesa de la propiedad privada. Una vez que la burguesía desplazó a nuestros abuelos de sus tierras a punta de plomo, como lo hacen todavía, los trabajadores nos vimos obligados a vender nuestra fuerza de trabajo a los empresarios. Por eso, la lucha es principalmente por el carácter social de la propiedad.
En lugar de gritar a los cuatro vientos “mientras más dinero tengan los ricos mejor estarán los pobres”, la consigna es “expropiemos a los expropiadores, y sin indemnización”, porque el capital no es un patrimonio personal, sino un patrimonio colectivo.
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