En un desaforado despertar de guerra “encuestológica”, tanto en los resultados de GIS XXI más recientes como de todas las encuestadoras a nivel nacional, los estudios de opinión pública electoral reflejan a un Chávez que después de 12 años de gobierno se encuentra con una popularidad; en el caso de las mediciones más bajas, de un 46,2% (según Datanálisis entre septiembre y octubre del 2010) y la más alta en los últimos meses de 53,3%, números que ningún líder mundial ha mantenido estando en el poder democráticamente durante ese tiempo.
Si a esto le sumamos los peores resultados electoral que ha obtenido el presidente Chávez o sus propuestas (caso reforma constitucional) que reflejaron un apoyo del 49% de la población electoral que se movilizó, podríamos afirmar que electoralmente Chávez ha tenido como base consolidada de adeptos alrededor del 50% del electorado venezolano, creciéndose en los casos donde es él el protagonista principal.
Pero si hacemos un análisis desapasionado, y asumimos por cierta las encuestas más recientes que peor valoran la intención de votos a favor de Chávez, observaremos que no menos del 46% corresponde a una votación dura del chavismo en el momento de someter a juicio su elección hoy. Si además consideramos que el techo de votos obtenido por él hasta ahora ha sido de 63% (en la reelección de 2006, aunque su popularidad ha llegado hasta 70% según Datanálisis), esto nos da un 17% mínimo de votantes que han fluctuado de manera permanente en la decisión de apoyarlo o no y que producto de una campaña electoral que logre persuadirlos podrían sumarse nuevamente al proceso revolucionario, más cuando la campaña no ha iniciado formalmente aún.
Es este 17% el centro de atención de las elecciones del 2012. La oposición sólo ha podido superar a Chávez en 3% aproximadamente en el mejor de sus momentos a nivel electoral (y nunca contra Chávez de manera directa ya que su mayor éxito fue en el referendo para la reforma constitucional), y en el mejor de los escenarios planteados por las encuestas pareciera que en una hipotética victoria no podrían obtener más del 54% de los votos (siendo la base dura del chavismo 46%), esto le da un margen de maniobrabilidad de 8% del electorado que pueden convencer a favor de su opción ya que aún no han fijado posición ante su oferta, y que podrán moverse a partir de la definición de un candidato único.
En este sentido, debe entenderse que el 8% del electorado que la oposición puede conquistar también puede ser persuadido por Chávez, pero no todo el 17% que podría convencer Chávez es susceptible de ser convencido por la oferta de la oposición ya que nunca han votado por ella. Es por ello que las probabilidades del chavismo son mucho más amplias para alcanzar la victoria, ya que hay una amplia franja que puede tender a movilizarse a favor del proceso dependiendo de las acciones que el gobierno y el liderazgo de Presidente Chávez concreten en este año y medio que aproximadamente queda para su reelección, pero entonces ¿Qué hacer para alcanzar este objetivo?
Lo primero que debe quedar claro es que el 2012 es un año de elección del poder ejecutivo nacional, regional y local y las cámaras municipales. En este sentido las fórmulas establecidas para los municipios y las gobernaciones deben tender al fortalecimiento de los aciertos y superación de los errores de los gobiernos locales propios del proceso revolucionario, y ofertar una verdadera alternativa a los gobiernos locales en manos de la oposición, con base en el compromiso político pero también ofreciendo mayor capacidad de gerencia revolucionaria y eficiencia socialista, es entonces el momento de los mejores cuadros políticos y no sólo de los más aparentemente “leales”.
Como he dicho en columnas anteriores, las elecciones del 2012 van a ser de Chávez vs. Chávez, la gente irá a ratificar o no la continuidad de un proyecto que pretende ser socialista y que apenas empieza a nacer, y el reto del proceso revolucionario será “re-enamorar” a los desencantados, demostrar que “se ha hecho” y “generar la confianza” para incorporar mayores expectativas y esperanzas de cambio para que la victoria sea indetenible, de lo contrario se pondrá en juego el futuro del país.
En este sentido, paso a caracterizar cada una de las tres dimensiones enunciadas.
1.- Re-enamorar a los desencantados: para abordar este tema, debemos empezar por comprender que existen diversos tipos de desencantados; a) aquellos que votaron por Chávez antes de declararse socialista y no han sido convencidos aún por la oferta de este proyecto, b) aquellos socialistas que esperaron de Chávez una postura más radical para el desarrollo del proyecto y consideran que cada día que pasa se distancia más esa posibilidad, c) Aquellos que esperaban beneficios directos por haber apoyado al presidente Chávez y consideran que no han obtenido nada aún o no lo suficiente, d) aquellos que se sientes decepcionados por el equipo del Presidente a pesar del amplio afecto que aún le mantienen, e) Los que evaluando las políticas públicas, más allá de “lo ideológico” consideran que no ha cambiado algo aún. Es por esto que el re-enamorar a los desencantados pasa por: a) Seguir convenciendo con explicaciones más certeras y hechos más contundentes que el socialismo es el modelo para la transformación real del modelo que nos afecta, b) Hacer comprender a los más radicales que el avance hacia el socialismo no es lineal ni tan acelerado como se desea, y que la unidad debe ser el factor fundamental sin afectar las diferencias, promoviendo así espacios de crítica propositiva y comprometida, c) hacer mayor énfasis en la difusión de los beneficios y los beneficiados por las políticas públicas y demostrar mayor eficiencia en el cumplimiento de las demandas sociales, d) generar una re-oxigenación del gabinete ministerial de manera contundente, que permita dar muestras reales de aplicación de las 3R, e) Formular e iniciar la aplicación de un plan concreto de transformación de la estructura del Estado a partir de la reestructuración de la Administración Pública Central, pasando de la visión funcionalista a la visión donde prive la relación participativa y protagónica.
2.- Demostrar que se ha hecho: Lo que implica la formulación de una campaña permanente de difusión de las obras desarrolladas durante estos 12 años por el gobierno revolucionario, centrando la atención más en el hecho concreto de la política pública como acción colectiva que en la figura presidencial desde su discurso o acción. Esta dimensión del asunto va orientada tanto a aquellos que se pueden considerar “votos duros” o “militantes” del proceso para que posean insumos permanentes de difusión y debate, como para la persuasión de aquellos que consumen permanentemente el discurso de la oposición que pretende minimizar las cosas que se han logrado hasta ahora.
3.- Generar la confianza para incorporar mayores expectativas y esperanzas de cambio: Esto implica demostrar autocríticamente el porqué aún no se han logrado cosas inicialmente planteadas por la revolución, y ofrecer soluciones viables y concretas que generen la confianza necesaria para seguir votando o volver a votar por la revolución. Esto también implica incorporar propuestas novedosas que no sean susceptibles de viejas críticas.
Por último, deseo aclarar que este breve análisis lo hago desde una perspectiva politológica electoral pragmática, dejando de lado por los momentos, los análisis más estructurales del asunto, ya que debe comprenderse que si sobre estos no se ha terminado de avanzar en 12 años, no podemos pretender resolverlos en un año y medio. Por ello asumo en éste análisis que es imprescindible garantizar la relegitimación del proceso revolucionario por 6 años más, para tener garantías que permitan abordar los problemas de fondo que aún no se han podido atender.
Marcha este martes 07 de junio. A partir de las 9 a.m., desde Plaza Venezuela pasando por el Paseo Colón, se parará en la Fiscalía y de ahí seguirá hasta la Asamblea Nacional la marcha contra el burocratismo, la ineficiencia, la corrupción y la criminalización de las luchas populares, convocada por las organizaciones sociales de base del proceso revolucionario.
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