Los actuales diputados de la Mud, para serlo, les hicieron una oferta política a sus electores. Les presentaron un programa que juraron cumplir. Fueron a la radio, a la televisión, a los periódicos y ofrecieron villas y castillos. Los medios de comunicación se abrieron generosos con la opción antichavista porque “ahora sí, ya van a ver, a esa Asamblea Nacional roja rojita la vamos a cambiar”. El país político, a partir del 5 de enero de 2011, sería otro. Los tribunos oposicionistas lo garantizaban. Alguien llegó a gemir y suspirar: “renace la esperanza”.
Pero la esperanza se consumió en la hoguera de las ambiciones, para decirlo con la grandilocuente cursilería adeca, que es la más acabada. Cinco años fuera del poder legislativo estuvo la oposición, por propia y torpe decisión. Faltando pocos días para las elecciones parlamentarias de 2005, los dueños de los medios convencieron (presionaron) a los factores antichavistas de que lo mejor y más genial era la abstención. Por ese barranco se lanzaron partidos grandes y chicos, viejos y nuevos. ¿Resultado? El 5 de enero de 2006 se instaló una Asamblea Nacional roja rojita, gracias a una suicida carambola opositora.
La lección se aprendió o al menos eso creyeron ingenuamente los electores que oyeron los cantos de sirenas de los candidatos que prometían volver plural y diverso al parlamento. Mucha gente compró la oferta y los hizo diputados y diputadas. No bien se terminaban de juramentar, cuando ya estaban pensando en irse otra vez, en abandonar la curul para la que pidieron el voto. En el libro de Gustavo Pereira hay un poema titulado “Somari de los planes”. Allí se lee: “Asciendo al cielo donde trazo mis planes/. Después desciendo al mundo y los deshago”.
Demasiada poesía. Los que buscaron los votos opositores para ser parlamentarios fugaces son más prosaicos. Se van y punto, sin mayor explicación a quienes les pidieron
el sufragio. Hacen y deshacen sus planes sin entregar cuentas a nadie, como prometieron que lo harían y a lo que están obligados por la ley y la constitución. Menudencias. En verdad, alguien podría decir que esos parlamentarios no se van porque nunca estuvieron. Hacían acto de presencia pero ni estudiaban ni investigaban las materias en discusión. De allí la decepción de los columnistas y opinadores antichavistas, quienes sin misericordia se los descargan en sus espacios, ya sin esperanzas de enmienda.
De cierto, el 50% de los diputados oposicionistas ahora quiere ser alcalde, gobernador o presidente de la República. Para ellos, la Asamblea Nacional sólo era un trampolín y tu voto, el pase necesario que, cumplido ese objetivo, se vuelve desechable. La ausencia parlamentaria escuálida ya es una realidad porque esta gente, como Mambrú, se fue a la guerra electoral, no contra Chávez, sino contra quienes dentro de los “partidos aliados” pretenden disputarles la candidatura para éste o aquel cargo. La lucha es a dentelladas hacia dentro y de sonrisas congeladas hacia afuera. Será en 2016 cuando vuelvan por esos pueblos de Dios a pedir votos para ser otra vez diputados. De aquí a esa fecha, confían en que el ingenuo elector antichavista habrá olvidado.
Por lo demás, a la luz (o a la sombra) de lo que han hecho hasta ahora en la Asamblea Nacional, el mutis o la estampida de la fracción opositora ha resultado imperceptible. Ni en la misma MUD lo han notado.
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