Llevábamos vida regalada y en bonanza. Sin problemas de importancia alguna. La luz eléctrica sobraba. La estábamos privatizando y eso nos permitiría seguir el camino auspicioso que llevábamos. Quién tuviese como pagarla recibiría a raudales. Quién no, no sería asunto nuestro ni del Estado. Sería simple y privadamente suyo. ¡Qué se arreglase como pudiese! Así sería todo. Cada quien en su coto, lo suyo. ¡Al carajo los enfermos, el hospital se cayó!
Pero llegó de asomado y acabó con aquella paz idílica. Tanta, que los gringos no se metían con nosotros; sabían de nuestra excelente conducta.
Por esos males que nos trajo, asumimos unos cuantos patriotas la consigna de:
Chávez ¡vete ya!
Era justa y pertinente. Para que retornase a corto plazo aquella vida muelle que llevábamos, con nuestras comisiones, dólares baratos, dame dos, cupo universitario para nuestros hijos y cuanta cosa buena abunda en el mundo libre, era y es necesario que al maligno gritásemos:
Chávez, ¡vete ya!
Pero mientras más gritábamos aquella consigna desesperada, parecía atornillarse. Huelgas y paros patronales, guarimbas, revocatorio, sabotajes de toda naturaleza y nada. El tipo, como si tuviese un pacto con el diablo, más se fijaba al puesto y subía en las encuestas.
De repente, creímos que Dios nos había escuchado; claro, no tanto a nosotros que santos no somos, pero si a los obispos Luckert, Porras, Urosa y otros pocos que gozan de bendición divina. El hombre apareció en Cuba y según los reportes de peluquerías, boutique y demás buenos centros de información, tenía un cáncer terminal.
¡Carrizo! La justicia divina tarda pero llega. Por esa vía, dolorosa para él y los suyos, festiva en nuestra fe cristiana, bendecida por los antes nombrados sacerdotes, saldremos de este infierno.
Siendo ese el cuadro, no será necesario seguir en lo de:
Chávez ¡vete ya!
Cambiemos la consigna, como Dios lo dispone por:
Chávez ¡Vente ya! ¡Muérete aquí!
Y él, les hará caso. Pronto vendrá contento, saludable y estremecido de emoción por el amor que la mayoría le profesa. Como el Ave Fénix.
“Cuando creyeron quizás que se cansaba
su brazo,
hizo en la América un trazo….
damas.eligio@gmail.com