“Hay
cosas que todos dicen porque fueron dichas alguna vez. Repetir lo que
otros hablan nos tranquiliza pues nos da la impresión de que estamos
pensando”. Así se expresaba Montesquieu, en sus Consideraciones Sobre
las Causas de la Grandeza Romana. Los sistemas retóricos no siempre
tienen base empírica. Son más bien, reglas de encadenamientos de
significaciones y enunciados a partir de repertorios fundamentados en
juicios y prejuicios; ambientes cacofónicos redundantes, cargados de
intereses y emociones, que carecen de consistencia y prueba; dicho en
palabras más científicas: habladera de paja. Se puede establecer el
nivel de avance o decadencia de una comunidad, a partir del grado de
renovación de sus discursos y esperanzas. Por ejemplo, la sociedad
norteamericana. Lo narrable y opinable no pasa necesariamente por lo
argumentativo, de manera que muchos discursos, no son más que creencias,
actos de fe que niegan el diálogo, pues solo sirven para asegurar la
afiliación a ciertas pasiones, garantizando la relación y el
funcionamiento interno de una comunidad, afirmándola como sujetos en la
medida que borra y niega al resto de la totalidad. Marc Angenot, asegura
que los discursos sirven para unificar en torno a si mismo a sujetos
sociales que giran sobre lugares comunes de una conversación que crea
identidades. Lo que llaman opinión pública, no es más que la suma de
opiniones que gozan de aceptabilidad en un momento dado, haciéndose
dominantes y hegemónicas. No importa lo que le demuestres a alguien
convencido de que su posición es correcta. La mayoría habla a través de
eslogan y consignas. Esto es lo que Bordiueu llamaba: lo que hablar
quiere decir. Por ejemplo, a un sector de la derecha se le metió en la
cabeza que los chavistas son brutos, incultos, violentos, corruptos e
ineficientes. Toda una joyita creada ideológicamente para su propio uso,
una postura que construye al objeto desde una lectura de intereses de
clase. Por eso, cuando conocen a uno que no se parece al estereotipo
creado, se sorprenden, pero inmediatamente se activa como un antivirus,
el campo de representaciones que llena los significantes. Entonces lo
ven como excepción de la regla. Le dirán algo así como: “tu eres
distinto, no te pareces a esa gente, deberías venirte para acá”. Los
discursos organizan tribus conectadas en redes, series, sistemas de
identidades y paralelajes. “Suele decirse que los sueños hacen crecer a
los niños. Lo cierto es que los mitos, cristalización de sueños
colectivos, hacen que una sociedad sea lo que es. Sin embargo, debe
primeramente detectarse y luego interpretarse esos sueños. Solo puede
lograrse mostrando lo que les precede: cada época es un atlas imaginario
de referencias que identifican un Rey Secreto que más allá de los
poderes aparentes, rige al alma en profundidad”, advierte Maffesoli. La
producción discursiva y sus retoricas a veces se fragiliza y quiebra,
cuando algún evento toca las fibras afectivas y crean zonas comunes de
identificación; se mueve el piso de la sensibilidad y surgen situaciones
ideales para elevar puentes interdiscursivos que vulneren las
resistencias y los límites erguidos por los prejuicios. Emergen nuevos
momentos y modos legítimos de argumentar y narrar, persuadir y probar.
¿A que viene todo esto? El amor demostrado por el pueblo al Presidente
Chávez, a raíz de su enfermedad, ha creado esos puentes en las capas más
sensibles y menos contaminadas de la oposición. Entonces, lo más
reaccionario en la derecha se queda sin discurso y se apresura a activar
rumores, prejuicios y mentiras. Una máquina de captura que en red, va
por aquellos tocados en términos humanos que tienden a ver de otra
manera y hasta a desafiliarse del bloque burgués. Pero a veces ya es muy
tarde, pues la aventura de pensar comenzó.
juanbarretoc@gmail.com