En esa obra, y
particularmente a través de su personaje principal, el autor bucea
y escudriña en lo más hondo y arcano del alma humana. Buscando con
ello, sin duda, no sólo poner al descubierto algunos de los vicios
más frecuentes y comunes en el hombre, sino al mismo tiempo también
confrontar a éste con su propia realidad interior. Y lo hizo así,
tal vez porque pensara que obligándolos a ser testigos de sus propias
miserias morales, se podrían mejorar los individuos de una raza que,
como la humana, se encuentra plagada de casi insuperables deficiencias
e imperfecciones.
Por tanto, no
es arriesgado afirmar que fue un propósito moralista el que llevó
a Moliere a escribir su punzante sátira. Pero si no fue así, si la
creación y representación de esa obra inmortal no obedeció por parte
del autor a un propósito determinado, ni siquiera a la intención de
expresar una creencia optimista en la perfectibilidad del género humano,
de cualquier manera son esas las implicaciones que objetivamente se
derivan de esa implacable requisitoria contra la hipocresía. Porque
¿qué hipócrita, y especialmente qué prelado y político, de esos
que con palabras y ademanes melifluos viven simulando lo que no son,
al verse retratado fielmente en aquellas páginas no son capaces de
por lo menos abochornarse y hasta de experimentar un fugaz deseo de
rectificación?
Pero para una
mejor comprensión de aquellas personas que aun no han tenido la agradable
oportunidad de leer la obra, demos una breve semblanza del siniestro
personaje del dramaturgo francés. En efecto, Tartufo era un individuo
tan pobre, que para poder satisfacer las necesidades de subsistencia
más apremiantes y elementales, se ve obligado a recurrir a la caridad
pública. Y es esa caridad, especialmente la de algunos amigos que lo
consideraban un hombre íntegro y virtuoso, lo que le permitió obtener
lo estrictamente indispensable para medio comer, para poder mitigar
los feroces retortijones del hambre. Pero sólo eso, porque el poco
dinero que recogía mediante la práctica de la mendicidad es tan escaso,
que al contrario de Arturo de Córdoba en “Dios se lo pague”, no
le permite costearse una vivienda. Y fue por esta razón que uno de
sus amigos –Orgón-, creyendo –siempre hay un creyón, especialmente
entre los escuálidos- ciegamente en las elevadas cualidades morales
de Tartufo; en sus exageradas demostraciones de religiosidad y altruismo,
lo llevó a vivir con su familia. Pensaba que una persona tan devota
y que fuera capaz incluso de compartir sus pequeñas dádivas
con otros menesterosos, tenía que ser lo suficientemente noble, honrado
y generoso como para merecer su absoluta confianza y protección. Claro,
el pobre el pobre no se daba cuenta, como tampoco se dan cuenta los
que creen en la MUD, de que todos los actos de su amigo, que los revestía
de una gran bondad, eran fingidos y que había empezado a ser víctima
de una terrible maquinación. Ahora bien, el hecho es que Tartufo llega
a adquirir sobre Orión una influencia tan avasallante, que además
de llevárselo a su casa y de disfrutar en ésta de todos los privilegios
y comodidades, se convirtió prácticamente también en el dueño de
la misma. Y hasta tal punto ejerció ese papel, que incluso se llegó
a considerar con el derecho a intervenir en los asuntos privados de
los que con todo derecho en esa casa vivían.
Como es fácil
suponer, aquella situación altamente irregular, provocó un fuerte
rechazo por parte de los afectados, pues no entendían cómo era posible
que un advenedizo, un verdadero intruso, podía controlar de tal manera
sus vidas privadas. Sin embargo, aquel rechazo, que al principio fue
pasivo, a base de comentarios a sotto voce, se tornó después más
abierto y beligerante cuando se enteraron de que Orgón, pretendiendo
faltar a la palabra de matrimonio que había empeñado con el novio
de su hija, decidió cancelar ese compromiso para casar a Mariana, su
hija, con Tartufo.
Pero lo que en
realidad define a Orgón, no como un perfecto tonto o ingenuo, sino
como un redomado…(bueno ya Ud. sabe lector, para qué quiere que se
lo diga) fue la actitud que asumió contra su propio hijo. Sucedió
que habiendo sorprendido Damis al intruso mientras cortejaba, o atacaba,
pues, a la esposa de su padre –su madrastra-, fue a acusarlo con éste
creyendo –otro creyón- que tomaría drásticas medidas contra el
indeseable sujeto. Pero se cayó de un coco, porque a pesar de que la
acusación fue confirmada por la misma Elvira –la esposa-, Orión
no le paró pelota. Por el contrario, lo que hizo fue amenazarlo con
agredirlo si no se excusaba con el inocente angelito, a quien consideraba
una indefensa criatura, víctima de las intrigas de su desconsiderada
familia. Y en vista de que Damis no sólo no se excusó sino que mantuvo
en pie su acusación, fue expulsado violentamente de la casa en medio
de un torrente insultos y maldiciones inferidos por su progenitor.
Mientras el hijo
se marchaba sumamente dolido por lo que le acababa de hacer su padre,
este de rodillas y abrazado a Tartufo, que también se encontraba hinojos,
le prometió, a manera de desagravio, poner a su nombre toda su fortuna.
Y así lo hizo, con todas las indeseables consecuencias que es posible
imaginar. El hecho es, para resumir, que con la ayuda de Elmira Tartufo
fue finalmente desenmascarado por Orión.
A estas alturas,
ya Orgón empezaba, si no a dudar abiertamente por lo menos empezó
a sentir cierta reserva en relación con su amigo. Empezaba a pensar
que tal vez este sujeto no fuera lo que él creía que fuera. “Y si
no es el que yo he vendo pensando que es”. Se preguntaba, para de
inmediato agregar: “no, no puede ser; un tipo así, tan generoso y
desprendido como Tartufo no puede ser un bellaco. Pero, además –
se seguía diciéndose-, yo tengo que actuar con mucha cautela, porque
si lo boto de la casa, y después resulta que es inocente, ¿qué me
sucedería? Nada, que Dios no me perdonaría tamaña injusticia.
La esposa, que
se había dado cuenta de lo que le sucedía a su marido, que se enteró
de las dudas y vacilaciones que atenazaban a Orgón, aprovechó la situación
para abordarlo y tratar de convencerlo de que debía sacar al
inescrupuloso sujeto de su casa. Al principio Orgón se resistió, pero
después, en un tono conciliador, le dijo: “Pero, bueno, qué quieres
tú que hagamos”. Entonces, su media costilla le sugirió el plan
que, de tener éxito, convencería definitivamente a su marido de la
clase de hombre que era Tartufo, lo cual evitaba la posibilidad de que
llegara a sentir algún remordimiento en el caso de que tuviera que
tomar una decisión drástica contra su amigo. El plan consistía en
lo siguiente: colocar sobre una mesa un gran mantel cuyos pliegues cubrieran
también sus partes inferiores, de modo que no se pudiera ver nada lo
que debajo de ella pudiera haber. “Tú te metes debajo de la mesa
–continuó explicando Elvira- y te pones a escuchar”.
Así lo hicieron,
colocaron el mantel, pusieron dos sillas a los lados de la mesa y Orgón
se metió debajo de la misma. Al poco rato se apareció Tartufo quién,
sin esperar a que lo invitaran, se sentó en la otra silla y empezó
a atacar con frases atrevidas a Elvira. Le dijo cosas que harían ruborizar
hasta a la meretriz más desvergonzada. Hasta que se le ocurrió decirle,
en el colmo del irrespeto, que dejara al carcamal de su marido que,
por encontrarse en el ocaso de su vida sexual, no podía satisfacerla
como podría hacerlo él. Al escuchar Orión aquellas frases ofensivas
para su orgullo de macho, masculino y varón, se levantó violentamente,
enviando por los aires la mesa, y de inmediato, mientras profería toda
clase de insultos e improperios, la emprendió a golpes y patadas contra
el atrevido quien, para ponerse a salvo de aquel energúmeno y evitar
que hasta lo matara, tuvo que emprender, con el terror reflejado en
el rostro, una veloz carrera hacia la calle, de donde no debió haber
salido jamás.
Sin embargo, las
cosas no se iban a quedar ahí, porque a los pocos días Tartufo decidió
dar el golpe de gracia reclamando los cuantiosos bienes que Orión había
puesto a su nombre. Buscó unos gendarmes, y además de reclamar la
desocupación de “su casa”, que Orión tenía “ilegalmente invadida”,
exigió la devolución de todos “sus bienes”, de los cuales se había
apropiado su benefactor. Pero como si lo que estaba haciendo fuera poco,
lo acusó también de encubrir a unos enemigos del régimen. No obstante,
el rey, que ya tenia abundantes noticias de este pájaro de cuentas,
lo que hizo fue ordenar su detención.
De lo anterior
se desprende una sencilla y conocida moraleja que se desprende del siguiente
dicho popular: “ni todo el monte es orégano ni las promesas electorales
de ciertos políticos son un cheque al portador. Al contrario, con asaz
frecuencia ha sucedido que ese cheque ha resultado de goma y que rebota
más que una bolita de jugar pin pon. ¿Quiénes en el burlesco teatro
de la política venezolana, cuyos protagonistas de vodevil viven enlodando
todo cuanto de sagrado pueda haber en este país, son los Tartufos y
quiénes los Orgón? Quienes acierten se harán acreedor a una edición
lujosamente empastada del paquete neo-liberal del gobierno de Caldera
y de su portaestandarte o alabardero Teodoro Petkoff.
Deuda y electricidad:.
Carta a un amigo:
Ola, mucho le agradecería me enviara de nuevo, si no es mucha molestia,
el informe de un ex-presidente de Venalum en el que habla acerca de
los costos de producción por tonelada de aluminio producida. El que
me envió lo perdí, porque para poderlo ver de nuevo tendría que ir
a “descargar”, pero no sé qué sucedió, y el hecho es que este
dispositivo no me está funcionando. De ese informe lo que recuerdo
es que entre los años 2009 y 2010 los costos de producción por tonelada
eran de 5000 dólares, mientras que los precios de venta se situaban
en los 1400 $ ¿Cómo puede echarse sobre los hombros de la nación
una carga semejante, carga que además de estar muy por encima de la
capacidad del país para soportarla, aparte del cierre de las plantas
o la drástica reducción de los sueldos y salarios, no tiene solución
a la vista? .
* El
gobierno, en su tendencia manirrotista y despilfarradora acaba de emitir
otra serie de bonos y títulos de la deuda pública por un monto de
45.000 millones de bolívares fuertes. Hace apenas unas pocas semanas
hizo lo mismo por una cantidad igual, lo que nos conduce inexorablemente
a que un porcentaje sustancial del presupuesto nacional se tenga que
destinar para cubrir el servicio de la deuda. Pero eso no es todo, porque
se incurre en este irresponsable y desbocado endeudamiento cuando la
existencia misma de la OPEP está en pico de zamuro. De manera que no
es de extrañar que en cualquier momento las calificadoras de riesgo
cataloguen los bonos venezolanos de basura, como lo acaban de hacer
con Portugal, país que no está insolvente, puesto que no ha incurrido
en default, y sin embargo lo calificaron de la forma ya dicha. De ocurrir
esto, sí es verdad que, aun cuando todavía hay un cierto margen de
maniobra, hay que llamar a María.
* Hace poco se
produjo un apagón en la parte norte de la ciudad, y la explicación
que ofreció el presidente de Enerven fue que esa falla se debió al
alto consumo de electricidad. No, amigo, está equivocado, no mienta.
Porque lo que realmente sucede es que no se ha aumentado la capacidad
de generación como para atender una demanda siempre creciente. Incremento
que, por lo demás, es incontrolable, a menos que se empiece a capar
a todos los hombres y mujeres de este país.
El consumo de
energía eléctrica es uno de los indicadores que mejor permiten medir
el grado de desarrollo y bienestar de una nación. No por casualidad
los países más desarrollados de la tierra son los que más consumen
electricidad. En esos países el consumo de esta energía es miles de
veces superior al actual consumo venezolano. Y sin embargo, en tales
naciones no se oyen las barbaridades como las que aquí se dicen para
tratar de justificar la pésima administración de un servicio cuya
eficiencia es inversamente proporcional a las elevadas remuneraciones
que, debido al inefable Control Obrero, se pagan en Corpoelec. Lo que
está sucediendo no tiene absolutamente nada que ver con el socialismo,
que es un sistema de abundancia y prosperidad.